Bilbao

No le va la vida en ello, pero deja de medicarse a espaldas de su médico. Y todo porque le dan pavor las ampollas de cristal. "Debo tomar una cada quince días por problemas de huesos y es algo que evito constantemente", comienza a relatar esta vizcaina, que prefiere mantenerse en el anonimato. "Cada vez que me propongo ser responsable con mi medicación y tomarla, llevo a cabo todo el ritual de preparar el medio vaso de leche para echar la medicina, pero cuando parto la ampolla de cristal, siempre veo que el corte no ha sido limpio, que queda alguna muesca y me pregunto: ¿Dónde estará el trocito que falta? Me lo imagino perdido, flotando invisible en el líquido que yo me tragaré. Así que me da por pensar que me producirá heridas en el estómago o en los intestinos. Y lo acabo tirando sin tomar", confiesa. Consumidora de otro tipo de medicamentos, aclara que esto solo le pasa con los que se suministran en ampollas de cristal. "¿Por qué no los meterán en inocuas cápsulas de plástico?", se pregunta. Y no es un caso aislado. Son muchas las personas que, como ella, ven el peligro en objetos cotidianos, como un teléfono móvil o una botella de agua.

Miedo a rellenar botellas de agua

"No piensan que les dolerá la tripa, sino que pueden morir"

Quien más y quien menos ha recibido un bulo por correo electrónico, alertando de algún peligro para la salud. Uno de ellos advierte de lo perjudicial que resulta rellenar las botellas de agua, ya que esta podría contaminarse con los compuestos tóxicos liberados supuestamente por el plástico. Pese a que el texto carece de rigor científico, hay quien se lo toma a pecho y no solo deja de reutilizar estos envases, sino que comienza a temerlos, añadiendo "un miedo más a los que ya tenía. La mente, bajo el estado de pánico, desconoce la realidad", apunta el psiquiatra José Luis López Atienza. "Es un miedo a desaparecer. Cuando una persona no ha desarrollado recursos para encarar situaciones traumáticas, peligrosas o desconocidas, esa información que le llega le traslada de inmediato a que de eso se pueden morir".

Aunque otros borren el mail sin darle mayor trascendencia, estas personas no solo lo tienen en cuenta, sino que, de todas las alternativas, optan por la peor. "No piensan: Bueno, pues igual me duele la tripa o vomito o a lo mejor no me pasa nada. No hay distintas hipótesis de lo que les puede llegar a pasar. De inmediato piensan: Uy, quita, que me puedo morir. Son estados obsesivos y lo obsesivo y lo hipocondriaco van de la mano. Los miedos y el pánico son expresiones de estados de soledad emocional", concluye el experto.

Los aviones como amenaza

"No pueden separar la situación de su potencial peligrosidad"

Es conocido que muchas personas tienen auténtico pavor a volar, pero también hay quien siente un escalofrío con solo ver un avión sobre su cabeza por el temor a ser atacado. "Son situaciones potencialmente posibles que engendran un riesgo y una cierta peligrosidad y, cuando lo ven, no pueden verlo separado de esa peligrosidad", argumenta López Atienza, antes de referirse a quienes sudan solo de pensar que tienen que embarcarse en un avión. "Son gente que tienen una vida normalizada profesionalmente y familiarmente, pero tienen una fragilidad emocional, por lo que su miedo a desaparecer está puesto en que si vuelan, les va a pasar algo, o que si van a un sitio desconocido, les va a pasar algo".

Temor a las ondas del móvil

"Por sugestión puede uno enfermar perfectamente"

Las ondas electromagnéticas también traen de cabeza a más de uno. "Algunos no llevan el móvil en el bolsillo de la chaqueta, porque está al lado del corazón, o en el bolsillo del pantalón, porque está al lado de los genitales, y creen que puede influirles", pone como ejemplo el psiquiatra. Pese a no haber causa aparente, las personas que padecen un temor constante a ponerse enfermos pueden desarrollar una patología física. "Por sugestión puede uno enfermar perfectamente, desarrollar un estado por el que le duelan ciertos órganos", indica. De hecho, añade, "la mente puede generar hasta embarazos en los que no existe nada dentro. El gran miedo que se tiene a ciertos fenómenos de la sexualidad hace que los órganos respondan incluso a ese estado de sugestión, como ocurre en la impotencia sexual".