Durango. La intención de Matías Mata de hacerse cura se esfumó el día que, vestido de seminarista, encontró ante un sacerdote superior suyo a una joven con la que se acabaría casando. En declaraciones de Matías en el desaparecido y aún hoy apreciado semanario euskaldun Eraz, él mismo afirmó que a las oposiciones de "guarda forestal en río nos presentamos diecisiete personas y cogieron al más tonto, a mí", se reía. Tras el logro laboral, le destinaron a Abadiño. Tras vivir en Donostia, aseguró que al llegar al municipio vizcaino, los del pueblo "se reían de mí al ver mi maleta de madera y el saco".
Años más tarde, se dio el hecho de que certificaron su muerte sin haber fallecido. Este trance de su vida también lo relató en primera persona a Eraz. "Un día que estaba trabajando, me acababa de comprar una moto Vespa y, en una de estas, me caí saliendo de Berriz. En la caída, la moto me partió una pierna y la gente pensó que yo estaba muerto. Me llevaron al depósito y me desperté allí. En ese momento me di cuenta de que la cabeza la tenía medio rota. Yo mismo salí del depósito de cadáveres, vine a casa y vi mi esquela en los periódicos. Y hubo gente que, creyendo que era cierto lo que leían, se acercaron al cementerio".