Bermeo. Son las seis y cuarto de la mañana cuando la tripulación del pesquero bermeano Almikeko Ama se reúne en el muelle dispuesta a iniciar una nueva jornada de pesca de verdel. Se trata de seis hombres con edades comprendidas entre los 51 y los 42 años. Josu es el patrón, Jonander el maquinista y José, Urdatx, Jon y Babu los marineros. No hay demasiada prisa para hacerse a la mar. El cupo de capturas es muy escaso y no hace falta mucho tiempo para reunir el máximo permitido. La temperatura es agradable y en el cielo se alternan las nubes y los claros. Los barcos abandonan poco a poco la dársena para poner rumbo al norte del cabo Matxitxako, zona donde habitualmente se obtienen capturas de verdel. Tras apenas unos minutos de pausada navegación -no hay que despilfarrar combustible- con una ligera mar de fondo del noroeste se divisan los pilotos centelleantes de embarcaciones que han localizado cardúmenes de verdel y esperan a que despunte el alba para comenzar a pescar. Los miembros de la tripulación del Almikeko Ama apuran un café caliente y el último cigarrillo antes de comenzar la faena. El más veterano, José, arrantzale curtido en mil batallas, ha pasado por la barbería y es objeto de las bromas de sus compañeros.

A los pocos minutos el patrón, Josu, reduce la velocidad del barco tras detectar la presencia de cardúmenes de verdel a unos cientos de metros del Cabo Matxitxako. Inmediatamente invierte el sentido de giro de la hélice para eliminar la inercia de la embarcación y situarla justo encima del pescado. Los arrantzales comienzan a arriar los aparejos provistos de unos 35 anzuelos cada uno de ellos. Los anzuelos no llevan cebo. Tan sólo un pedazo de nylon rojo que, curiosamente, resulta tremendamente atractivo para los voraces verdeles. En cuestión de minutos, la cubierta del Almikeko Ama se cubre de ejemplares de este escómbrido. "La pesca del verdel ha cambiado mucho con la introducción de los carretes hidráulicos. Antes teníamos que recoger los aparejos manualmente así como retirar los peces de los anzuelos. Ahora todo está automatizado", explica José.

2.300 kilos por embarcación El patrón no se muestra satisfecho con el ritmo de capturas y decide poner rumbo hacia el este a la caza y captura de mejores y mayores cardúmenes. El pesquero navega entre la isla de Izaro y la plataforma Gaviota cuando el patrón da la orden de volver a arriar los aparejos de pesca. Todas las líneas de anzuelos se arrían por babor, por barlovento. Con un plomo de dos kilos en el extremo, los aparejos se sumergen rápidamente hasta que la fuerza de los voraces verdeles frena en seco la inmersión a pocos metros de la superficie. El arrantzale recoge la línea y los anzuelos pasan entre dos cilindros que impiden el paso de los verdeles que van cayendo en cubierta. Apenas tres horas después de haber zarpado del puerto de Bermeo el Almikeko Ama ha completado el cupo establecido en 2.300 kilos por embarcación y día. Tampoco hay demasiada prisa por llegar a puerto toda vez que los arrantzales han de poner en cajas el pescado almacenado sobre la cubierta. En el momento de abandonar la actividad pesquera, la sonda de detección de pescado advierte la presencia de un enorme cardumen de verdel debajo del barco. "Para nosotros es muy duro tener que dejar de pescar cuando tenemos cantidad de pescado a muy pocas millas de nuestra costa. Las aguas del Golfo de Bizkaia están infestadas de verdel y nosotros no podemos pescarlo" se lamenta Josu Ventades, patrón del Almikeko Ama.

La explosión de vida marina que registran las aguas del Cantábrico se completa con la presencia de un importante banco de delfines a apenas una milla de la isla de Izaro.

En la proa del barco larga sus aparejos Babucar Sarr, un arrantzale senegalés de 46 años, nacido en una pequeña isla en el Atlántico, al sur de Dakar. Llegó a la península a bordo de un arrastrero italiano y comenzó a trabajar en la zona del Levante. Un familiar enrolado en la flota de Bermeo le animó a seguir sus pasos y Babu afirma no arrepentirse de haber tomado la decisión de venir a trabajar a Euskadi. "Estoy muy a gusto en Bermeo. Nunca me he sentido rechazado ni discriminado. La gente es buena aquí" asegura Babu en un receso de la actividad pesquera. Su esposa y sus hijos residen en Dakar pero Babu espera traer a Bermeo a sus dos hijos este mismo año. "El mayor está aprendiendo a ser mecánico y el otro es un buen estudiante. Quiero traerles a Bermeo para que completen su aprendizaje y sus estudios para que puedan labrarse un futuro". Babu es un musulmán practicante y reza todos los días arrodillado ante Ala mirando hacia el este, hacia la Meca. Le molesta que se relacione Islam con violencia y fanatismo. "Islam significa paz", recuerda. Babu convive con total normalidad con sus compañeros bermeotarras. "Come de todo menos cerdo y tampoco bebe alcohol. Es muy estricto en esas cosas" asegura Urdatx, el cocinero.

Tras almacenar cuidadosamente el pescado en algo menos de doscientas cajas con unos doce kilos en cada una de ellas, el Almikeko Ama arriba al puerto de Bermeo pasadas las diez y media de la mañana. "El pescado que capturamos es de primera calidad y con una frescura incomparable. Hay que tener en cuenta que hace apenas dos horas esos peces estaban vivos nadando en el Cantábrico", asegura Jon. En el muelle espera Josefin, la neskatila del barco y encargada de ayudar en las labores de descarga y transporte del pescado hasta la lonja o la planta congeladora. Y es que buena parte del verdel descargado se destina al congelado para posteriormente ser utilizado como alimento en granjas de engorde de túnidos y principalmente como cebo en los grandes palangres oceánicos. No obstante, año tras año se produce un incremento en el volumen de verdel destinado al consumo en fresco. Llama poderosamente la atención la nutrida presencia de hombres africanos en el muelle. "No hay trabajo en tierra y todos están buscando embarque", explica Babu.

En la subasta realizada en la cofradía de pescadores el kilo de verdel se ha pagado alrededor de 1,12 euros el kilo. "El precio es bueno porque las capturas son muy limitadas. Además, dentro de pocos días nos cerrarán la pesquería por haber cubierto el cupo previsto" se lamenta el patrón del Almikeko Ama. Inspectores del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente vigilan con celo las descargas de los pesqueros para evitar que se superen los máximos establecidos. Entre la flota de anzuelo y cerco, los barcos de bajura del Cantábrico sólo pueden pescar unas 12.000 toneladas de verdel, cantidad totalmente insuficiente habida cuenta del número de embarcaciones y la importante presencia de cardúmenes de verdel en las costas vascas.

La jornada de pesca ha finalizado a mediodía. Almikeko Ama descansa tranquilo en su amarre pero los arrantzales no han finalizado su trabajo. Y es que antes de saltar a tierra se afanan en limpiar el barco con esmero para despojarlo de los rastros de sangre y escamas y dejarlo impecable y listo para la próxima jornada de pesca.