angelu. Tiene algo de quijotesca la figura de Maité Lafourcade, estudiosa del derecho tradicional de los vascos de Iparralde, que ha dedicado toda su vida a investigar y divulgar el sistema jurídico de los bascones anteriores a la Revolución francesa, así como su relación con la propiedad y la transmisión de la misma, especialmente el caserío, "la célula social de los vascos", sostiene. Quijotesca porque Lafourcade es la única especialista en este campo y, ahora, ya retirada de la docencia, teme que su legado se quede en los estantes de las bibliotecas y en los archivos de las universidades. Pero el fruto de tantos años de trabajo sigue iluminando un aspecto de la historia de Iparralde que le ha hecho merecedora de numerosos reconocimientos tanto en el Estado español como en el francés. Ahora suma a su abultada lista de distinciones el premio de la Fundación Sabino Arana, que recogerá el domingo en el Teatro Arriaga de Bilbao.

¿Con qué ánimo acoge el premio de la Fundación Sabino Arana?

Es un reconocimiento de todo el trabajo de mi vida, un trabajo que he hecho solo pensando en el País Vasca, porque es todo para mí. Cuando mi madre murió en esta misma casa, salía al campo y me consolé a mí misma diciéndome que me quedaba el País Vasco. Era un gran consuelo en medio del dolor que tenía. Es por eso que voy a continuar haciendo mi trabajo hasta que me dejen las fuerzas, hasta la muerte.

Maité Lafourcade (Baiona, 1934) ha sido la gran pionera en el estudio del derecho tradicional en Iparralde, un aspecto del devenir de los vascos sepultado en los archivos y que no había sido tratado por los estudiosos de la materia en Francia. La Revolución Francesa de 1789 aplastó toda singularidad de los territorios galos y también abolió el derecho propio de los vascos, muy diferente al que se aplicaba en el resto del Estado francés. Lafourcade lo encontró por casualidad y se enamoró de él hasta convertirlo en centro de su trabajo.

¿Qué la llevó a estudiar Derecho?

Mi familia no tenía nada que ver con el Derecho. De hecho, mi padre tenía un comercio en Baiona. Estudié en la facultad de Burdeos esta carrera, porque, voy a confesarlo, era la más corta.

Más tarde se trasladó a la Universidad de París a completar sus estudios de Historia del Derecho.

Hace mucho tiempo de eso. Llegué muy joven a París. Me marché pese a la oposición de mis padres, casi sin permiso. Allí tuve que ganarme la vida, trabajaba en la biblioteca de un colegio a la vez que estudiaba.

¿Cómo era el París de finales de los años cincuenta?

Magnífico. Era el París de Boris Vian, al que conocí muy bien, de Juliette Greco, la época de las cuevas de Saint Germain-des-Prés con su ambiente bohemio... Hay que entender que tenía 21 años cuando llegué a París. Me gustaba esa vida muchísimo. Aunque hay que dejar claro que estudié mucho (risas).

Volvió a Baiona para casarse.

El matrimonio no fue bien. Me casé en 1960 y me divorcié en 1965 (vuelve a reírse). Durante ese tiempo tuve cuatro hijos, de los que solo me sobrevivió uno.

Es a partir de ese momento en que se topa con el derecho tradicional, del que, en aquella época desconocía todo. "En aquel tiempo mi padre me decía que debía hacer la tesis doctoral. Él jugaba al bridge con el padre de un profesor en la universidad de Burdeos, que era el único catedrático vasco de Derecho. Me dijo que había mucho que hacer en el derecho vasco. En los libros que me dio a leer vi que la característica principal en el País Vasco era las capitulaciones matrimoniales del heredero. Así que hice la tesis sobre las capitulaciones matrimoniales en Lapurdi durante el reinado de Luis XVI y basé mis investigaciones en las actas notariales conservadas en los archivos de Pau. Ahí están los volúmenes de la tesis, casi 1.500 páginas (señala unos tomos en el despacho de su hogar, en Angelu). Me sorprendió y me interesó tanto que me propuse estudiar el derecho tradicional de los vascos, que se fue al traste con la Revolución. Descubrí un derecho único que no parece en nada al derecho francés o al derecho español. Estos procedentes del romano, que se basa en la propiedad individual.

¿Como calificaría ese derecho consuetudinario vasco?

Era estupendo, no era individualista, era propio, original. En el derecho vasco todo gira alrededor del caserío, que se transmite indiviso de generación en generación y que hereda siempre el primogénito de la familia sin distinción de sexo. Así que la heredad podía acabar en manos de la hija mayor. En el caserío convivían dos generaciones o más, con una pareja, que eran los señores viejos, y la pareja heredera, los señores nuevos. A esta figura se le denominó aquí coseñorío.

¿Qué pasaba con el resto de hijos?

El primogénito tenía la responsabilidad de asegurar una situación económica a cada uno de ellos: les daba trabajo o les pagaba la formación.

Unas condiciones que chocaban con el derecho general francés.

Claro, eran muy distintos. Aquí prevalecía el derecho tradicional hasta la Revolución. Y ahora lo sigue haciendo en cierta forma. Los notarios siguen buscando los recovecos de la ley para que la propiedad del caserío se transmita indivisa. Normalmente todos los hermanos aceptan esta estrategia porque saben muy bien la importancia de mantener el caserío. Hay quienes critican el derecho tradicional, porque dicen que al heredar solo uno de los hijos no es igualitario. No, no... No solo heredaba derechos, también la responsabilidad de mantener la propiedad y de mantener la familia. No había individualismo. Es eso por lo que me gusta y es la diferencia más importante con la situación actual.

¿Qué es lo que aprecia más del derecho tradicional?

Que el respeto que se muestra a la unidad del caserío es el respeto que se tiene al país en su totalidad. Por eso el resto de hermanos aceptaban estas condiciones con normalidad. Su amor por la casa, por el caserío, era reflejo de su amor por el país.

¿Ha influido en la forma de pensar de los vascos en la actualidad?

Queda algo sin duda, porque los vascos no han sido nunca individualistas. Se ve en su amor por la casa, por la familia, por la comunidad. Eso se encuentra a día de hoy en la proliferación de una fórmula singular de trabajar, como son las cooperativas, que es todo lo contrario al individualismo. Es una característica muy importante de los vascos, que debe perdurar.