iruñea. Corría el año 1961 cuando, con 18 años, José Antonio Abaurrea preparaba la maleta en Artze. Había contactado con un amigo suyo que trabajaba en un rancho en Bakersfield, California, y que le había conseguido un trabajo en el rancho de su patrón, que le pagó el viaje y se lo fue descontando mes a mes de su sueldo.

¿Qué recuerda de su experiencia americana?

Allí estuve tres años y siete meses y me hubiera quedado más tiempo, pero la familia seguía en Navarra y mi madre nunca quiso que me fuera... así que volví. Si no, me hubiera quedado allí.

¿Entonces fue una experiencia positiva?

Hombre, pasamos tanto buenos como malos momentos.

¿Aprovechó para aprender inglés?

La verdad es que no. Lo que pasa es que casi todos los pastores de allí éramos vascos, porque estábamos muy bien valorados, y entre nosotros hablábamos en euskera o español. Lo que sí recuerdo es que, recién llegado, un matrimonio me invitaba todas las noches a cenar con ellos, pero yo no sabía inglés y ellos no hablaban castellano, por lo que nunca fui. Pero, aún así, me regalaron un libro para que aprendiera inglés. Se ve que me veían muy crío y se preocupaban.

¿Qué diferencias notó entre Navarra y Estados Unidos?

Yo noté mucha diferencia en la comida. No es que aquí se pasara hambre, pero allí había de todo. Además, yo tenía 18 años y estaba siempre con hambre. Recuerdo un compañero que me decía que de tanto comer me iba a fastidiar el estómago, porque estaba dispuesto a comer a cualquier hora. Y la verdad es que tenía razón. Un día normal, cenábamos en el campo, luego nos juntábamos con los campesinos y volvía a cenar. Y aún después íbamos al cuarto donde tenían las provisiones y cogíamos algo de fruta. En total, cenábamos tres veces.

¿Ha vuelto alguna vez a Bakersfield?

No he vuelto nunca, pero si a algún sitio iría a gusto sería ese. Todavía tengo compañeros allí y me gustaría visitarles. Conmigo fueron dos chicos más de mi quinta. Uno de Legasa y otro de Gaztelu. Pues el de Legasa todavía sigue allí y ahora lleva el negocio que tenía nuestro patrón.