De 'la movida' al pintxo
El mítico local madrileño La mandrágora se ha transformado en una taberna vasca Dos vizcainos regentan el Lamiak, que conserva el mismo escenario de aquella época
Si las paredes hablaran, las de este lugar tendrían mucho que contar. Muchísimo. Ubicado en la calle Cava Baja, este local albergó el mítico bar La mandrágora, uno de los centros neurálgicos de la movida madrileña. La mandrágoracerró sus puertas hace tiempo, y los caprichos del destino y el devenir de los años han querido que este mismo local haya acabado convirtiéndose en una taberna llamada Lamiak, que está regentada por dos jóvenes vizcainos que trabajan para hacer de este negocio algo más que un bar. Así, su pasado con solera, y su actual barra de pintxos, son dos interesantes motivos para visitar este rincón de la capital del Estado situado en el bohemio barrio de La Latina.
Allá por los 80, se apostaron en su barra personajes de la noche madrileña como Pedro Almodovar y actuaron artistas como un jovencísimo Juan Tamariz. Y por supuesto, en su sótano, en el 81, se grabó el legendario disco La mandrágora, de Joaquín Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez. "El escenario está igual que entonces", explica Iván Martín, uno de los dos responsables del Lamiak.
Iván es de Portugalete. Estuvo durante años en El Marítimo de Las Arenas y acabó por recalar en Madrid para trabajar en un bar de la calle Claudio Coelho con el que hoy es su socio, Juan Ramón Arrue, un getxotarra forjado profesionalmente en el mundo de la hostelería. Decidieron buscar un local para arrancar un negocio, y después de mucho patear, se enteraron de que estaba disponible éste de la Cava Baja. En aquel entonces aquí había un bar llamado El viejo Bruselas, especializado en cervezas belgas y mejillones. Tras ocho meses de negociaciones, Iván y Juan Ramón, se hicieron con la explotación del local y nació el Lamiak, que lleva ya en marcha nueve años.
Mucho ha cambiado este rincón desde los tiempos de La mandrágora. Las obras y adaptaciones que han ido haciendo sus actuales responsables lo han transformado, pero sus paredes conservan ese sabor de taberna con alma. El escenario del sótano está prácticamente igual, pero la barra de abajo ha cambiado de sitio y el que entonces era el camerino de los artistas, hoy es la pequeña oficina desde la que Iván y Juan Ramón llevan la administración del negocio.
Iván cuenta cómo hoy día son muchos los nostálgicos que se acercan al Lamiak recordando a La mandrágora. "Viene gente de cierta edad y preguntan al camarero. Otros se lo saben de sobra y te los encuentras abajo explicando a los amigos sus experiencias de la noche, también nos cuentan anécdotas...", asegura. Pero el curioso pasado de este local se remonta a épocas mucho anteriores a la movida, e Iván afirma que el sótano fue un refugio para los vecinos durante la Guerra Civil e incluso llegó a albergar un taller de ataúdes. Hoy día, el Lamiak cuenta también con un pequeño almacén anexo que antaño fue la cámara refrigeradora de una carnicería de carne de caballo. Es lo que tiene estar en La Latina, en uno de los puntos del Madrid más antiguo y castizo: que está lleno de recuerdos.
Fusión en los pintxos Hoy, los responsables del Lamiak trabajan para escribir más líneas de la historia de este barrio y de este local. Además de sus raciones y sus ensaladas, los pintxos llenan la barra del bar los fines de semana. Al principio, estos pintxos se inspiraban únicamente en los productos y la cocina vasca, pero poco a poco, se ha impuesto "la fusión", como explica Iván. La responsable en buena parte de ese cambio es Flora, una chica ecuatoriana que es la cocinera del Lamiak. "Flora lleva con nosotros diez años, desde que trabajábamos en el establecimiento de Claudio Coelho. Le doy toda mi confianza y le permito que si ella tiene invenciones, introduzca cosas de su cocina", explica.
El saber hacer de este local le llevó incluso a ganar el tercer premio de la primera edición de la Feria de Tapas de Madrid en 2005, gracias a su pintxo de queso de cabra con tomate y cebolla caramelizada, un bocado que aún puede degustarse en el Lamiak. Además Iván se muestra muy satisfecho de que este sea uno de los pocos lugares de Madrid en el que se puede disfrutar de un combinado en vaso ancho, tipo sidrero, que es como se acostumbra en Euskadi a servir las copas, mientras que en la capital del Estado se impone el vaso tubo. "Y los preparamos bien, con su limoncito exprimido, con su angostura...", afirma. "Es una de las cosas por las que es conocido el Lamiak, aparte de por la simpatía de sus camareros", ríe.
Esta taberna ha organizado a lo largo del tiempo talleres diversos, entre ellos cursos de euskera, y otras iniciativas culturales como concursos de cortometrajes, pero Iván reconoce que la gestión del local les absorbe hasta tal punto que no han podido dar continuidad a estos proyectos. "Las actividades solidarias y culturales son un sueño que tenemos muy constante y que acabaremos desarrollando", dice. No obstante, la taberna cuenta habitualmente con exposiciones de fotografía y pintura. Algunas son iniciativas personales de artistas y otras las organizan junto con ONG.
Y así es este curioso rincón de Madrid, donde las lamias guapas miran de reojo al pasado, preguntándose qué tal cuajarían en la movida las chicas con pies de pato.
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