A tan sólo unas semanas de dejar Buenos Aires para regresar a Bilbo, y superado ya el ánimo jovial y conciliador de las navidades, el Año Nuevo y el día de los Reyes Magos, me veo en la necesidad de suspender, momentáneamente, las columnas de tinte sensiblero y positivo acerca de los vascos. Hoy quisiera reflexionar acerca de la práctica del "piropo" o, más bien, acerca de la virtual ausencia de la misma entre la población masculina, y femenina, del País Vasco.
Recién arribada a Buenos Aires el subte línea D me regaló el piropo del día, del mes, del año: "Disculpe. Tengo 86 años y me bajo en la próxima estación, pero antes quería decirle que he estado observándola detenidamente durante el trayecto y es usted admirable... Educada, simpática, bonita, prolija. Admirable. Como las chicas de antaño". Me sonrojé, claro, pero atiné a sonreír y a agradecer muy amablemente la cortesía antes de que las puertas del subte se abrieran en la estación Callao. Pensé, luego: ¡Qué lindo que es estar de vuelta en Argentina! Y, también, que esa situación jamás podría darse en Bilbao.
La falta de afición de los vascos y las vascas por la práctica del piropo ha quedado magistralmente retratada en un sketch del programa Vaya Semanita titulado El matriarcado vasco. En él, un "fiero argentino (alguien tan malo como uno de Madrid, pero encima más pesado)" seduce a la "vasquita presumida" con la siguiente línea: "Che, preciosa, ¿alguien te dijo alguna vez que parecés un ángel caído del cielo?" La vasquita, sorprendida, emocionada, responde: "Desde luego que no, lo más bonito que se puede oír en Euskadi es una rueda de prensa..."
Todavía recuerdo la primera vez que cené en Iñakiren Taberna, allá por noviembre de 2009, con una joven sindicalista vasca y un veterano sindicalista uruguayo. Hablábamos de las diferencias culturales que existían entre nuestros países, y como no podía ser de otra forma, tocamos el tema de la seducción, el romanticismo, y el halago. Desde una férrea postura feminista la joven vasca afirmaba que si un hombre (¿un vasco?) se te acerca y te dice cosas lindas, hay que tomarlo como una ofensa, como un claro indicador de que está "buscando algo". El uruguayo y yo respondimos, riendo y casi al unísono: "No necesariamente... Pero si así fuera, ¿qué tiene de malo?".
En su libro Usted es demasiado amable. Una breve historia del halago, el periodista y escritor Richard Stengel refunda los "estudios del piropo" y los inserta en un árbol genealógico darwiniano. Su libro comienza con un análisis de los chimpancés, quienes adulan para obtener sexo y para sobrevivir, pero también para aumentar su estatus. Stengel describe la práctica del lisonjeo como un comportamiento adaptativo, y analiza también sus manifestaciones entre primates "más altos": Tocqueville, Lord Chesterfield, Maquiavelo... Distingue, asimismo, entre la epidemia del "halago público" y una preciada especie en vías de extinción: el "piropo privado". Stengel concluye su obra afirmando que el halago es inevitable, inofensivo y, lamentablemente, raras veces inspirado.
La dificultad de los vascos y las vascas para piropear es, sin duda, una noticia que ha cruzado el charco. Lo confirma Loreak, el manual de piropos en euskera que repartiera hace unos años la Federación de Entidades Vasco Argentinas (FEVA) en la Semana Nacional Vasca de Necochea. Como Stengel, el manual parte de la idea de que el halago es un "crimen sin víctima" que funciona: engrasa las ruedas de nuestra vida cotidiana y hace sentir mejor a quien lo recibe, y a quien lo otorga. El manual pretende que los vascos y las vascas puedan expresar en euskera aquello que no logran decir en castellano. La intención es buena, a pesar de que en el listado de piropos figuren algunos tan poco talentosos como éste: Zu zara aldaketa klimatikoaren arrazoia (Tú eres la razón del cambio climático).
* Socióloga