bilbao. El glamour puede que dependa solo del dinero, pero cuando se quiere que este permee en solidaridad, hace falta tener un espíritu suficientemente filantrópico como el que Cristina Macaya pone de manifiesto de modo continuado. Tener dinero y manifestarse glamurosamente puede perfectamente tener como es este caso una acción continuada de solidaridad que permite irradiar hacia los demás una parte de lo propio.

Cristina Mancisidor, conocida en la jet set internacional como Cristina Macaya, es mucho más que la dueña de una mansión en Canyar, Palma de Mallorca, donde han descansado desde Bill Clinton y su hija Chelsea, hasta Mariano Rubio o Felipe González, pasando por artistas, princesas, financieros y escritores como Carlos Fuentes y su esposa Silva Lemus, íntimos de Macaya.

Entre sus invitados habituales se encuentran los Cisneros, que son también sus consuegros; magnates, financieros, artistas y cineastas. Sus amigos le suelen mandar aviones para que acuda a una fiesta a California o a realizar un safari en Kenia. Su envergadura no cabe en pocas líneas, y dicen que merecería varios capítulos del Ghota para ella sola. "Lo de anfitriona y embajadora de Palma de Mallorca es algo que se inventaron los medios, tengo que convivir. Ya pocas cosas me molestan. Será cuestión de la edad", dice sonriente con una belleza madura que deja entrever su gran personalidad.

Esta generosa filántropa, que vive a caballo entre Madrid, Mallorca Suiza y Nueva York, aterrizó el lunes por la noche en Bilbao donde ayer recogió el premio Goxua, el más dulce, que cada año otorga la Asociación Mujer Siglo XXI. Y le ha sido concedido por su trabajo filantrópico al crear una unidad penitenciaria del Estado especializada en madres, con capacidad para una veintena de reclusas con hijos menores de tres años de edad, "en un intento de sacar a los niños de la cárcel con el fin de que puedan crecer en las mejores condiciones posibles". Su trabajo es silencioso, pero cuando habla de este proyecto se le ilumina el rostro. "Siempre me ha interesado apoyar a estas mujeres", añade.

Cristina Macaya conoce bien la capital vizcaina y Hondarribia, donde pasaba los veranos de niña. "Me encanta el País Vasco. Bilbao siempre me ha parecido una ciudad muy elegante. He venido a menudo, pero últimamente cuando me acercaba no había tenido tiempo de recorrer tranquilamente la ciudad. El Guggenheim y el Bellas Artes son maravillosos", dice con entusiasmo.

de la soledad Viuda desde los 28 años, de esto hace más de treinta, aprecia tanto la libertad que, para ella, "la pareja es lo perfecto, pero estar sola no es la soledad, es la libertad". Tiene 16 nietos de cuatro hijos emparentados al casarse con las familias Cisneros, Rodés o Ballvé.

"En mi casa, mis amigos, mis invitados, se sienten libres, nadie agobia a nadie. A mí, me divierte cenar con desconocidos al lado y me encanta escuchar. No es que no me gusta hablar de mí, es que me interesa más la vida de otros que explicar la mía. Soy muy fiestera", asegura.

Macaya, sencilla a la vez que elegante, no alardea de sus amistades. Resta importancia al referirse a Michael (Douglas), a Claudia (Schiffer), o al hablar del actor Jack Nicholson y de Carolina de Mónaco y Hannover , "una pareja cultísima y deliciosa". Y es que por su mansión en Mallorca "llena de agujeros", sonríe, pasan Peter Einseman, el músico Van Morrison, Almodóvar, Elena Benarroch... "Una casa abierta en un paisaje calmo", dice ella.

Macaya se siente orgullosa de haber sido durante once años presidenta de la Cruz Roja española. "Lo hice obligada por Enrique de la Mata, que tras hacerle la campaña presidió la entidad a nivel internacional. De estos años aprendí mucho de la vida, de las personas. Me involucré al máximo y puse en marcha el sorteo del oro", dice con visible satisfacción.

Esta filántropa internacional que huye de cualquier protagonismo, vuelca todo su entusiasmo desbordante en Proyecto Hombre: "Realizan un trabajo extraordinario. Este mundo siempre me ha interesado". En una de sus exclusivas celebraciones consiguió reunir, entre otras personalidades, al premio Pulitzer Jim Hoagland, editorialista de The Washington Post, y a la entrevistadora de la cadena ABC Barbara Walters, junto con el magnate británico Evelyn Rothschild. En una sola noche, los 620 invitados sufragaron un centro de jóvenes para Proyecto Hombre. "Me muero de ganas de hacer muchas cosas y también de preocuparme por los demás", reconoce. Su afán solidario le ha valido el que Mujer Siglo XXI la haya distinguido. Y es que tras muchos años de pelea y muchas llamadas a Mercedes Gallizo, logró una entidad independiente para mujeres que están en la cárcel con sus hijos. "Al fin y al cabo, los niños no están condenados y queremos que salgan adelante, que se eduquen con normalidad".

Cristina Macaya habla con humor al señalar que también preside la Asociación de Fatiga Crónica. "Me lo pidieron y no supe negarme".