Bilbao. El 8 de abril es una fecha marcada a fuego en el corazón de la comunidad gitana. Representa la historia, el carácter y los valores tradicionales de un pueblo que, en pleno siglo XXI, continúa con su eterno combate contra la discriminación y la exclusión social. El Día Internacional del Pueblo Gitano es un homenaje, casi sagrado, que se celebra en familia, al calor de los seres queridos y que conmemora las costumbres y la cultura de un pueblo que eleva a la máxima expresión el concepto de celebración.

El de ayer no fue un día cualquiera para los más de 25.000 gitanos que viven en Euskadi. Desde hace 38 años, coincidiendo con el primer congreso gitano de la historia celebrado en Londres, el 8 de abril es un día en el que las penurias y los problemas no tienen cabida en la comunidad gitana, que se acicala con sus mejores galas para dar la bienvenida a una de las fiestas más importantes que se recuerdan. La ladera del monte de Artxanda fue ayer testigo de la celebración de tan señalada fecha para la comunidad gitana de Bizkaia.

Desde bien entrada la mañana, los fogones del restaurante León no dan abasto. Allí, pertrechado con su impoluto traje oscuro y su brillante y señorial gorro gris, Valentín Jiménez es un manojo de nervios. "Hoy es uno de los días más importantes del año. Llevamos toda la mañana trabajando duro para que todo salga perfecto", explica el presidente de Iniciativa Gitana. En el comedor, cerca de 500 personas aguardan impacientes. "Como siga viniendo más gente tocamos a menos de un muslo por persona", bromean los más canallas. La espera merece la pena. Al arroz con gallina condimentado con hinojo, plato típico gitano por excelencia, le faltan unos pocos minutos.

A Antonio, sin embargo, la espera no le molesta en absoluto: lleva años esperando por un trabajo. "La cosa está muy mal, el trabajo falta y nosotros nos encontramos con muchas trabas en el camino. Yo tengo tres hijos y estoy en paro. Ahora mismo trabajaría de lo que fuera, de cualquier cosa que me ofrecieran", se lamenta. Como él, Israel e Ismael, dos jóvenes gitanos que no quisieron perderse un día tan especial, dan buena fe de la discriminación latente que sufre el colectivo. "La semana pasada fuimos a una discoteca a Barakaldo y cuando íbamos a entrar el portero nos dijo: "No podéis pasar". "¿Por qué?", le contesté; "Porque sois gitanos". En ese momento le dijimos: "Pues nosotros, orgullosos de ser gitanos". Le pusimos la denuncia y nos fuimos para casa", explican. Sin embargo, por un día, los problemas se han quedado hoy en casa. Es un día de celebración y de alegría. No es para menos.

Respeto y tradición El respeto que los jóvenes gitanos muestran por sus mayores quedaba también de manifiesto cuando las enormes bandejas de comida llegan a la mesa. En señal de respeto, los más jóvenes, antes de iniciar el banquete, aguardan a que sus mayores tomen asiento tal y como mandan los cánones. El concepto de persona sabia o patriarca de una familia nada tiene que ver con lo que muchos se afanan en dibujar. Esta denominación es un tributo que la comunidad le brinda a una persona que ha alcanzado la vejez con una conducta intachable y que goza del respeto y la admiración de los que le rodean.

"No existe el patriarca de Bilbao, por decirlo de alguna manera. La distinción de patriarca se va ganando con los años. Para nosotros es una especie de juez, una persona que media entre los conflictos que puedan surgir y al que todo el mundo pide consejo y respeta profundamente", explican varios jóvenes.

Una de ellas, Tamara, lleva toda la mañana trabajando para que todo salga a pedir de boca. Ella, al igual que muchas de sus compañeras, son un ejemplo para las generaciones venideras de jóvenes gitanas. Con 25 años, compagina sus estudios de integración social con el trabajo en la asociación de Iniciativa Gitana. Tamara defiende a capa y espada la integración social como fórmula para acabar con los estereotipos que rodean a la comunidad más numerosa de toda Europa. "Días como éste demuestran que un nuevo horizonte se abre para nosotros, aunque todavía quedan muchos escalones por superar", afirma.

Como ella, Mari Carmen, la presidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi, también considera importante la celebración, en familia, de un día tan significativo para la comunidad gitana. "Las mujeres tenemos muchos más problemas para acceder a cosas tan fundamentales como una vivienda o un trabajo. A nosotras, además de por ser mujer, nos discriminan por el hecho de ser gitanas. Es una barrera más con la que nos encontramos en nuestra vida diaria", lamenta.

Para terminar, flamenco Como no puede ser de otra manera en un día tan señalado para el pueblo gitano, tras el gran banquete llega el turno de celebrarlo en el tablao, al compás del ruido de las gargantas rasgadas y de las guitarras roncas. Lo que hasta hacía unos minutos era un comedor repleto de comensales, se convierte en un visto y no visto en una espectacular zona de baile donde el arte flamenco de unos pocos elegidos pone el colofón a una velada que, sin embargo, no ha hecho más que empezar. "Esto es lo más grande que hay", gritan.

Las más atrevidas, engalanadas con sus largas melenas azabache y sus relucientes anillos, se animan a bailar en el tablao. Valentín, con los nervios mucho más calmados, observa orgulloso la estampa. Todo ha salido a pedir de boca. "Ha venido muchísima gente a celebrar este día tan bonito. Ser gitano es un orgullo todos los días del año, pero en ocasiones como ésta mucho más". A pesar de ello, todavía le queda un difícil reto por superar: los más pequeños se preparan para celebrar el campeonato de dardos.