Donostia
En 1934, las calles de Irun fueron el escenario de la primera manifestación obrera en la ciudad. Las consecuencias del crack del 29 hacían mella en la economía mundial y Gipuzkoa no era una excepción, sumida en plena crisis, con un una tasa de paro del 20%. Ése fue el año en que el empresario irundarra Salvador Echeandia, propietario de Perfumerías Gal, decidió crear Porcelanas Bidasoa junto a José María Berasategui y los hermanos Pablo y Gabino Ochoteco, comerciantes y dueños de un almacén al por mayor de loza y porcelana.
Ninguno de ellos imaginó que la modesta compañía que fundaron llegaría a cumplir sus bodas de diamante ni que, en una irónica vuelta de tuerca de la historia, la factoría se cerraría en coincidencia con esa efeméride y en una época de plena crisis. Nació en 1934 y ha muerto en 2009, cuando hace escasas fechas el Departamento de Trabajo del Gobierno Vasco autorizó el Expediente de Regulación de Empleo (ERE), por el que los últimos 47 trabajadores de la fábrica quedan en el paro y la actividad cesa definitivamente. Finalizan, así, décadas de incertidumbre laboral, en las que Porcelanas ha demostrado una frágil salud de hierro.
La estocada final se ha fraguado en los últimos años con la feroz competencia de vajillas fabricadas en países asiáticos, unida a una paulatina obsolescencia de las herramientas de trabajo usadas en la factoría. Pese a ello, Porcelanas ha mantenido una inquebrantable línea en la calidad de sus piezas, cocidas a 1.200 grados, lo que fija el elemento decorativo en la loza de forma perenne.
Cuando la fábrica nació hace quince lustros, los fundadores aún estaban lejos de alcanzar la excelencia. Al principio producían tazas y platillos de hotel inspirados en piezas de Limoges, vendidas en su mayoría al por mayor a almacenistas.
El giro comenzó a producirse en 1948, cuando un grupo de industriales portugueses y valencianos, entre los que se encontraban los marqueses de Urquijo y de Turia, de los bancos Urquijo e Hispano Americano, crearon Luso Española de Porcelanas (Lepsa), que impulsó la firma con los últimos avances tecnológicos.
Los nuevos directivos orientaron la estrategia de mercado hacia las vajillas y piezas de arte en porcelana, así como a productos especiales para la hostelería para competir internacionalmente, en calidad y diseño. La firma irundarra fabricaba menajes con diseños y complementos, como compoteras, palilleros y hueveras.
Ya en los años 60, la industria irundarra obtiene premios internacionales, y famosos artistas y diseñadores como Picasso, Dalí, Gerardo Rueda, Benedito y Rafael Munoa deslizan sus pinceles por la loza de Porcelanas Bidasoa. Comienzan los años dorados para la firma guipuzcoana, cuyo frenético ritmo de trabajo alcanza su cénit en los años 70, cuando cerca de 500 empleados producían miles de piezas que se exportaban a medio mundo.
Prueba de ello es que sus vajillas y servicios de mesa se han utilizado en restaurantes como Arzak, Akelarre o Martín Berasategui, y en hoteles como el Alfonso XIII de Sevilla o el Ritz de Madrid, así como en los Paradores Nacionales, en el Palacio Real de Marivent y en todas las embajadas en el mundo de España, México y Siria.
Ya en los últimos años, Porcelanas Bidasoa ha fabricado piezas vanguardistas firmadas por artistas como Nágel, Mariscal, Oscar Tusquets y Ágata Ruiz de la Prada.
Pero este brillo artístico escondía un polvoriento y permanente conflicto laboral, en particular desde principios de los 80, cuando la firma irundarra evidenció los primeros síntomas de su hemorragia económica. En ese momento, aplicó un ERE que empujó a una parte de los trabajadores a llevar a cabo un encierro de protesta en la factoría, mientras que siete miembros del comité de empresa realizaron una huelga de hambre. En 1987, los empleados estuvieron cerca de tres meses inactivos en protesta por el convenio.
premios gastronómicos
Deuda
Una tenue luz se encendió cuando a finales de los 80 una nueva dirección asumió la cabeza de la empresa y trajo aires de modernidad, con maquinaria nueva y una novedosa dinámica de trabajo y comercial, según recuerda Ángel Amaro, quien trabaja en Porcelanas desde 1970.
Superados esos difíciles momentos, la empresa, que mantenía alrededor de 400 trabajadores, continuó su reconocida actividad y las exportaciones llegaban a países como EEUU, Arabia Saudí o Cuba.
El prestigio de las vajillas guipuzcoanas impulsó que en 1996 la marca promoviese unos premios anuales orientados al mundo gastronómico, entre cuyos ganadores se encuentran cocineros como Andoni Luis Aduriz, Enrique Dacosta o Juan Mari Arzak. El galardón que distinguía a los cocineros más prometedores consistía en una vajilla, diseñada ex profeso y de acuerdo con el premiado, por valor de 250.000 euros.
Pero la entrada en el nuevo siglo resquebrajó la producción de la histórica compañía guipuzcoana. La competencia asiática y de Europa unido al dumping de una empresa navarra y otra gallega provocaron que la empresa acumulase en 2003 una deuda cercana a los 17 millones de euros ante la Seguridad Social, Hacienda y otras instituciones.
La debilidad económica entró en una situación preocupante cuando en abril de ese año el juzgado declaró a Porcelanas Bidasoa en situación de "quiebra con continuidad". La falta de liquidez provocó que durante algunos meses parte del salario de los empleados se completase a través del Fondo de Garantía Salarial (Fogasa) y, durante otro periodo, incluso, no percibiesen sueldo alguno.
En 2004, los acreedores de la firma colocaron como administrador único a Baltasar Marín, ex director general de la Ertzaintza y ex gerente de EITB, que adquirió la empresa por la simbólica cantidad de un euro. En aquel momento, se mantenían en plantilla unos 200 trabajadores. Dos años más tarde, la empresa salió del proceso concursal gracias al convenio firmado con el Ayuntamiento de Irun: la compañía continuaría con la actividad y en los terrenos actuales se construirían cerca de 400 viviendas.
La venta del solar a la Inmobiliaria Elizatxo le reportaría cerca de 44 millones, cantidad necesaria para hacer frente a su deuda y proyectos.
En concreto, Porcelanas Bidasoa preveía invertir 23 millones de euros en la construcción de una nueva planta productiva en el polígono Araso de Irun, liquidar su deuda de 17 millones, así como abonar las cantidades debidas al excedente de personal de otro ajuste de plantilla llevado a cabo en 2005, cuando se suprimieron 53 puestos de trabajo.
Los responsables de la compañía confiaban en iniciar las obras de construcción de la nueva fábrica en el último trimestre de 2007 y comenzar la actividad en mayo de este año.
La empresa disponía en ese momento de una red de doce tiendas propias repartidas en el cuadrante noroeste de la península, fabricaba alrededor de cuatro millones de piezas anuales de platos, tazas y piezas de porcelana y facturaba por encima de los nueve millones de euros al año.
La dirección pretendía iniciar una nueva etapa con la que buscaba "reforzar su posición en el segmento medio y alto y fortalecer su imagen de marca de prestigio", según anunciaron sus responsables, quienes recordaron que disponían de los hornos de fibra refractaria más avanzados del mundo, "logrando reducir el tiempo de cocción de la porcelana de 27 a 4 horas".
Entre las condiciones para la recalificación figuraba el compromiso de mantener los 116 puestos de trabajo que quedaban ese año 2006. Pero en junio de 2007 presentó otro expediente que eliminó más de la mitad de esos puestos laborales.
El ocaso de la firma fundada hace 75 años era evidente. La materialización de la estocada final era cuestión de meses, según denotaba el ERE temporal aplicado en febrero a 43 de los 47 últimos empleados y que se ha prolongado hasta septiembre. Ahora, además, la constructora ha rebajado los 44 millones previstos por la compra del solar a 30,2 millones, bajo el argumento del desplome inmobiliario, con lo que la compañía liquidaría sus deudas, pero no podría hacer frente a la construcción de un nuevo pabellón.
La firma echa la persiana dentro de una coyuntura económica global complicada. Aquellas manifestaciones de tiempos republicanos, cuando nació Porcelanas, se han proyectado ahora, aunque ya nadie puede detener una vajilla que cae y se rompe en mil pedazos.