“No sabíamos dónde estaba a ciencia cierta, pero ahora sí que estamos seguros”. Así contaba el domingo una sobrina, y aún a falta de cotejar los datos de ADN con la familia de forma fehaciente, que su tío Aniceto Agirrebeitia Lazpita, natural de Berriz, combatiente del Batallón Esteban Salsamendi del Partido Comunista durante la Guerra Civil, y que tenía 26 años cuando murió, estuviese en la fosa que Gogora abrió en Amorebieta. “Si nos dicen que está aquí, así es. Osaba -por su tío- puede por fin descansar. Y descansará”, agregó.

La consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco, Beatriz Artolazabal, que ayudó a la familia durante los trabajos para exhumar los restos, resaltó que “es un deber institucional” recuperar a los desaparecidos en la guerra del 1936 y “devolverles la dignidad que les arrebataron”.

La misma determinación tiene la familia del excombatiente de la Guerra Civil, ya que han esperado muchos años hasta saber dónde estaba. “No sabemos si está aquí, dónde puede estar, si en Bizkaia, si en Gipuzkoa o si en Nafarroa.. Solo queremos recuperarlo”, decían sus allegados. Ayer fue el ultimo capítulo de una búsqueda que ha tardado demasiado. Demasiado para una familia que quería saber qué pasó con Agirrebeitia.

Un número, el 58.331 -que podría ser un identificativo de Euzko Gudarostea, pero hay dudas-, habría sido clave para saber donde está Agirrebeitia. Mayor de cinco hermanos, en todo caso, fue un hombre al que la guerra llevó. “La documentación histórica, concretamente las nóminas del Euzkadiko Gudarostea, ha permitido determinar que el número de placa 58.331 pertenece a Aniceto Aguirrebeitia Lazpita, del batallón nº44 Esteban Salsamendi del Partido Comunista. A su vez, el registro de Fallecidos en Campaña recoge que Aniceto murió en combate el 16 de mayo de 1937”. señala Gogora.

“Eskerrik asko. Eskerrik asko porque osaba ya puede ser enterrado donde quería”. Seguramente, será en un pueblo de Gipuzkoa, aunque Agirrebeitia fuera natural de Berriz, en Durangaldea, según señalaba su sobrina. “Hemos tardado en encontrarle. Más de lo que pensábamos, y de lo que habríamos querido. Pero, pese a las dificultades, ya está con nosotros”, aseguraban sus allegados.

Aniceto Agirrebeitia podrá estar en casa ya, ahora resta que lleguen unos cuantos gudaris más que, a consecuencia de la guerra, siguen olvidados y enterrados en fosas anónimas y en cunetas.