Arantxa Tapia está llamada a desempeñar un papel central en el próximo Gobierno vasco, en el núcleo duro y de la máxima confianza del lehendakari Urkullu. La consejera jeltzale ha protagonizado una trayectoria de ascenso sin interrupción desde que entrara en el Ejecutivo en 2012 como responsable de la reactivación con la cartera de Desarrollo Económico, y ya en la legislatura de 2016 sumó la responsabilidad sobre las Infraestructuras, lo que puso en sus manos un macrodepartamento determinante para la marcha de la economía, y además la convirtió en la interlocutora de Madrid y Europa para defender las obras del TAV, el acero vasco y una rebaja en la factura eléctrica de las empresas vascas. Ingeniera y doctorada cum laude por la Universidad de Navarra, quienes la conocen subrayan su dominio de los temas y su firmeza en las negociaciones. Una señal de su ascendencia en el gobierno se ha visto durante la crisis del coronavirus: en una situación tan extrema, el lehendakari ha vuelto a confiar en ella para que lidere el proceso de desescalada y vuelta a la nueva normalidad.Es complicado salir bien parado de una tarea como la desescalada, donde la situación es cambiante y las medidas de vuelta atrás generan frustración a la ciudadanía y desgaste a quien realiza el anuncio. Pero la otra cara de desempeñar esta labor radica en que ha dado margen a Tapia para hacer gala de su aplomo en las comparecencias públicas, donde ha ejercido de apoyo para la consejera de Salud, Nekane Murga, con un perfil poco político. Durante el confinamiento que comenzó en marzo, Tapia se bregó con el Gobierno español para convencerlo de que rectificara y diera marcha atrás en el cierre total de la industria. Su teléfono echaba humo con llamadas constantes de las principales empresas vascas, que buscaban alguna confirmación o certidumbre ante el atropellado anuncio de Pedro Sánchez de decretar el parón total de la economía. En una negociación donde también fue clave el papel del PNV en el Congreso de los Diputados, finalmente Sánchez rectificó. En la hemeroteca ha quedado la defensa por parte de Tapia de la posibilidad de conciliar actividad económica y salud, siempre que se preserven las medidas de seguridad. También ahora descarta un confinamiento generalizado, porque supondría caer en un coma económico. En los últimos días ha intervenido en la confección de la lista con 50 proyectos enviada a Pedro Sánchez para acogerse al fondo europeo.

Su voz ha sido una de las que con mayor claridad ha dejado la puerta abierta a repetir en el Gobierno vasco, e incluso ha dicho que ha trasladado al lehendakari que sería un honor mantenerse en el Ejecutivo, lo que puede proyectar la sensación de que está asegurada su continuidad. Además, su presencia garantiza una cuota guipuzcoana relevante en el gabinete. Tapia tiene todas las papeletas para formar parte del núcleo duro del Gobierno de Urkullu, e incluso podría suceder que, si cuajara la vicelehendakaritza para la socialista Idoia Mendia, la propia Tapia ocupara otra, en la medida en que la desescalada y la reactivación económica van a ser determinantes en los próximos cuatro años y, por esa cuestión de prioridades, no tendría demasiado sentido que quedara en un plano de menor rango, aunque este problema surge también con otros consejeros jeltzales de clara ascendencia en el gabinete, como el portavoz Josu Erkoreka. Esa vía supondría que hubiera vicelehendakaritzas del PNV y el PSE, en un esquema de equilibrio similar al del Gobierno español de Pedro Sánchez con Unidas Podemos. No obstante, estas no son cábalas oficiales de PNV ni PSE, que se mantienen herméticos sobre la figura de la vicelehendakaritza.