STOS días teníamos un debate sobre la pertinencia del confinamiento total y de suprimir todas las actividades no esenciales en Euskadi. A mi juicio plantear este asunto como un dilema plano entre dos bienes en conflicto, salud pública versus actividad económica, era falso e inútil. Así planteado todos nos inclinamos por el valor de salud y la vida. Fin de la discusión. Primum vivere et deinde lo que sea.

Pero el dilema real ante el que nos encontramos es más complejo. Se trata de cómo garantizar el máximo de salud pública, presente y futura, al tiempo que mantenemos en lo posible una actividad económica compatible con esa prioridad, salvaguardando la seguridad en cada sector y puesto de trabajo. Este dilema no se puede resolver con un eslogan simple.

Ayer por la tarde el presidente Sánchez resolvió parte de este debate, en términos macro y a nivel estatal acorde con la situación y necesidades del conjunto de España, con la orden de que "los trabajadores de actividades no esenciales deberán quedarse en casa". Pero aún así el debate sigue teniendo sentido.

En Euskadi se han presentado estos días más de 15.000 expedientes de regulación de empleo que afectan a más de 110.000 personas. La actividad de las empresas podría haber caído un 50%. Si aumentamos estas cifras, si perdemos más empresas y empleos, si nos empobrecemos más, ¿quién va a pagar la sanidad pública y las prestaciones a desempleados, dependientes y mayores en un futuro con necesidades sociales que van a crecer? Mantener la máxima actividad posible es un requisito necesario para proteger el gasto público social, incluida la sanidad pública del presente y del futuro. Ningún boletín, por muy inteligente que sea su redacción, puede saltarse esa realidad.

Por supuesto que la salud pública es la prioridad, eso lo sabemos todos. Pero estamos ante un dilema de complejidad endiablada que hay que resolver día a día, según la información nueva nos obliga a adaptar o rectificar nuestras decisiones previas, a reforzar esta medida concreta y aflojar aquella otra tras específico estudio. A algunos les gustaría que la realidad fuera lineal como una ecuación de secundaria, pero la realidad compleja se nos resiste a la simplificación.

¿Tenemos que paralizar totalmente la economía? Sánchez ha dado una respuesta para las dos próximas semanas que debemos con lealtad y responsabilidad cumplir con absoluto rigor y disciplina. Pero sospecho que, dentro del marco de las medidas que se aprueban hoy domingo, habrá margen para, según cada caso, cada sector, cada puesto concreto, según la evolución de la pandemia, el comportamiento social general, las condiciones más diversas y las variables más impredecibles, internas y externas, seguir tomando las decisiones que permitan mantener todo el pulso vital posible de nuestra economía productiva.

No sabemos cómo evolucionará la pandemia entre nosotros. No parece que estemos aún aplanando la curva en Euskadi todo lo necesario, pero sí tal vez haya algunos datos que permiten lecturas esperanzadoras. Tal vez, no lo sé, sea el momento de parafrasear a Churchill y decir que esto no es el fin, ni siquiera el principio del fin, pero quizá sí el fin del principio de la lucha contra el coronavirus en Euskadi.

Yo camino por el pasillo y doy vueltas a la mesa como buey en película de egipcios, pero este verano confío en poder correr dos o tres medias maratones. A la economía vasca le tocará muy pronto correr muchas maratones enteras, o incluso dobles o triples, si queremos mantener el empleo y no recortar demasiado la sanidad pública y las prestaciones sociales. Sólo lo podremos hacer si acertamos cada día, en cada decisión, a encarar este dilema con visión de futuro y con conciencia de complejidad, responsabilidad, disciplina y lealtad.