Soy una privilegiada!", sorprende en su declaración la socialista asturiana Ángeles Flórez Peón, conocida históricamente como Maricuela y posiblemente la última miliciana con vida de la Guerra Civil española. "Puede ser que quede alguna más", admite sin ánimo de protagonismo quien fue presa de Franco en la cárcel de Saturraran. Sorprende a sus 101 años porque, a renglón seguido, hace recuento de las muertes trágicas de sus cuatro hermanos, padre, y un cuñado de Barakaldo.

Lean: su padre tras separarse por solicitud de su madre muere atropellado por un coche. Ella tenía 9 años. A su hermano Antonio le asesinan junto a otros 23 hombres durante la represión de la huelga revolucionaria de octubre de 1934 en Carbayín. Por si fuera poco, su hermana Argentina con quien sufrió cárcel en Oviedo y Saturraran y que fue enviada sola a la de Durango encontró la muerte junto a su marido Andrés, vizcaino, viajando en un tren que descarriló. A Aurora se la llevó un cáncer y a su hermano Secundino un medicamento "le envenenó", lamenta Maricuela. "Yo soy una privilegiada", insiste quien debió salir adelante con ese bagaje emocional.

Su biografía es conocida, incluso, ella que vivió en el exilio 57 años sigue "luchando hasta mi último día por Facebook", red social a la que sumó hace cuatro años, con 97 otoños. Y viaja allí donde requieren su presencia. Esta semana mismo en un acto de homenaje en Oviedo y su persona es recordada también en la exposición Oroimenez, del fotógrafo bilbaino Mauro Saravia, que el alcalde de Forua, Mikel Magunazelaia, y los grupos Euskal Prospekzio Taldea y Gernikazarra inauguraron el pasado lunes en el Ayuntamiento local. Sin embargo, el capítulo de su vida junto a su hermana Argentina que residió y se casó en Barakaldo es desconocida. De hecho, ambas fueron milicianas del mismo batallón.

Ángeles nació solo 19 meses antes que Argentina. Ambas sufrieron consejo de guerra tras ser detenidas en noviembre de 1937. Tras ser encarceladas en Oviedo les destinaron a Saturraran (Gipuzkoa). "Era horrible", enfatiza Maricuela a DEIA, reclusa de las monjas de la Caridad durante cuatro años. "Nos daban dos mantas: una para poner en el suelo y otra para taparnos", relata. Ángeles evoca un infortunio. "En el comedor, me senté junto a un mujer a la que dejé la poca ropa que tenía porque estaba temblando. Nos obligaron a rezar y a cantar el Cara al sol y ella no levantó el brazo por como estaba. La monja que marcaba se confundió y pensó que yo no había levantado el brazo y me mandaron a un sótano castigada cinco días a pan y agua", detalla quien asegura que los últimos días no se tenía en pie en aquel lugar tan húmedo en noviembre y con los ratones como única compañía. "Me pasaban por encima, pero no me daban miedo. Lo de afuera era peor", sonríe.

Estando incomunicada, oyó a su hermana que se la llevaban de Saturraran no pudiendo ella hacer nada. Días después supo que la dispersaron a la prisión de Durango, narra Maricuela quien sufrió las vejaciones de aquellas monjas. "La peor era la superiora. Fea como un demonio y mira que yo no creo en esas cosas. La que me marcó fue una joven y muy guapa, pero malísima", apostilla quien recuerda que se hablaba de que había una presa famosa sin mano, en clara referencia a la histórica Rosario Sánchez Dinamitera. "Yo no la conocí directamente, pero sí sé que estuvo allí y que perdió la mano al tirar una granada. ¡Éramos tantas!", exclama.

Exilio en Francia Argentina, mientras tanto, recalaba en la cárcel de Durango. "Tuvo suerte. Cayó bien a una mujer de allí y le pusieron a trabajar en la cocina. Ella comía mientras yo me moría de hambre". Ángeles salió de Saturraran tras casi cuatro años de represalias diarias. Pidió un permiso para en el viaje de vuelta a Asturias poder visitar a su hermana que ya vivía en Barakaldo. Nos vimos. Ella se casó allí y tuvo un hijo que falleció el marzo pasado, así como dos nietas", agrega. Más adelante llegó su muerte junto a su marido en el descarrilamiento de tren en Oviedo. "Éramos uña y carne. Nos queríamos muchísimo. Fue curioso cómo se quedó en Barakaldo", matiza y va más allá: "Resulta que una presa que estuvo con ella era de allí y le mandó a donde su hija. Estaba encarcelada porque había matado sin querer a una niña con su camión echando hacia atrás".

A continuación llegó el exilio de Ángeles en Francia y el retorno medio siglo después con una familia rota y muerta por las desgracias. En su testimonio regresa a días de cárcel en Euskadi: "Nos obligaban a rezar. A mí, que siempre tuve una cosa clara: si dios existiese, no habría permitido que yo empezara a trabajar siendo solo una niña". En 2016, fue quien inauguró una placa que recuerda la resistencia de las mujeres en la Guerra Civil y franquismo en Elgeta. "Estuvo bonito aquel homenaje que nos hicieron a un montón de mujeres", agradece.

A día de hoy, centenaria, continúa con su lucha política pacifista. "Yo fui miliciana del Batallón Mártires de Carbayín, socialista, en honor a mi hermano Antonio al que mataron con bayoneta para no hacer ruido. Nunca cogí un fusil y ni hubiese querido porque era y soy revolucionaria, pero pacifista y sin rencores. No mataría a mi más firme enemigo, ahora bien estos del PP son iguales que Vox, no confundamos, todos son extrema derecha", enfatiza y lamenta que "la derecha aquí no sea como en Francia con la que podemos unirnos".

Ángeles, afiliada al PSOE desde joven, recibió su apodo por una obra de teatro que protagonizaba titulada Arriba los pobres del mundo. Al final de aquel estreno, los presentes avisaron de que había habido un golpe de Estado y que comenzaba la guerra. Los socialistas pidieron voluntarios para ir al frente y Ángeles ni se lo pensó junto a su hermana y otra amiga más. "Con solo 17 años ya era consciente de que nos estaban robando algo que era nuestro, y que nos correspondía defender la República". Hoy en su página de Facebook, la lucha sigue.