leioa - No era más que un niño cuando pisó Gernika por primera vez en un viaje familiar. De aquella visita nació en Ludger Mees (Essen, Alemania, 1957) un interés por Euskadi que le llevó a volcarse en profundizar su conocimiento de esta tierra y convertirse en un estudioso de su historia reciente. Su trayectoria profesional como historiador y académico ha estado vinculada en las últimas décadas a la Universidad del País Vasco, donde ejercer como académico e investigador. Ha escrito varios libros sobre la historia del nacionalismo vasco, dirigidos sobre todo al consumo interno. Sin embargo, su último trabajo lo ha escrito en inglés y pretende desmontar tópicos extendidos en el mundo anglosajón.

¿Qué le hace pensar que fuera de Euskadi y del Estado español puede interesar eso que llama ‘contencioso vasco?

-Por mi biografía personal y mis contactos profesionales y académicos tengo mucha relación con gente de diferentes países en Europa y Estados Unidos. Cuando me reúno con ellos o doy conferencias me he dado cuenta que hay un gran interés por este tema pero muy poco conocimiento de lo que ocurre aquí.

¿Los tópicos han deformado la imagen de Euskadi en el exterior?

-Hay una imagen que no se corresponde mínimamente con la realidad debido en primer lugar a la desinformación, incluso entre la gente cultivada y leída. Los medios de comunicación, de forma casual o deliberada, transmiten una imagen equivocada porque las noticias que llegan afuera siempre tienen que ver con ETA y la violencia. Y al final la gente acaba creyendo que la cuestión vasca se reduce a eso.

O sea, que no hemos sabido vendernos en el exterior.

-Los vascos en general pese a sus históricas relaciones comerciales con el exterior es gente bastante introvertida y a veces con problemas para explicar cosas hacia fuera. Pero es verdad que el terrorismo lo ha tapado todo y dificultado la visión de fondo de un problema complejo.

¿Se tiene un concepto equivocado de lo que ha pasado aquí?

-Mucha gente tiene dos ideas sobre esto que son erróneas al hablar del problema vasco. Por un lado, identifican el problema vasco con la violencia, piensan que esto empieza y acaba con ETA. En este sentido he procurado explicar que la violencia ha sido una dimensión de un conflicto que deviene de mucho antes. Pero además también hay extendida una visión simplista vinculada a la idea de pensar que el pueblo vasco quiere su soberanía y su Estado propio frente a un Estado español que no lo permite. Es verdad que existe un conflicto entre el País Vasco y el Estado español pero también es cierto que es un conflicto dentro del País Vasco porque hay muchos vascos que tienen opiniones muy diferentes y con identidades diferenciadas.

Si el problema es también entre los propios vascos, ¿cómo se resuelve esa ecuación?

-Los vascos tienen que llegar a un acuerdo sobre qué es lo que quieren, cuál es la relación que quieren con el Estado español.

Hasta ahora no se ha conseguido.

-Hay que tener en cuenta que aquí existe una idea simplista de que aquí hay una entidad que es el Pueblo Vasco, como si fuera algo monolítico y hay otra entidad, que es el Estado español, que abocan al conflicto. Es muy simplista decir que el Estado niega la soberanía a los vascos, los mismos vascos se tienen que poner de acuerdo sobre cuál es la relación que quieren tener con el Estado y dentro de Euskadi. Por ejemplo, la foralidad en Euskadi es un tema muy importante y ha creado mucho debate entre los vascos. Incluso en el propio PNV ha suscitado polémicas y escisiones.

¿Es la ponencia del Parlamento Vasco sobre el nuevo estatus la oportunidad de cerrar el problema?

-Esa es la vía correcta y no la que está siguiendo el independentismo catalán. No se puede construir un nuevo escenario político-administrativo apoyándose en la mitad o algo menos de la sociedad. Esa será una solución frágil que se presta a quiebras y problemas en el futuro. Hay que intentar negociar con ánimo de llegar a un consenso y eso presupone que las partes tienen que estar dispuestas a ciertas renuncias en su posiciones y programas. La ponencia sobre el nuevo estatus en Euskadi va en esa dirección.

Madrid, el Congreso, siempre se reserva la última palabra, decida lo que decida el Parlamento Vasco.

-No se puede admitir que cuando una ley no me gusta, decido no aceptarla. El marco jurídico vigente está para respetarlo, incluso aunque no nos gusten algunas o muchos de sus disposiciones. El marco legal en vigor ofrece opciones para diversas interpretaciones y dentro de ese marco hay que intentar obtener lo mejor para este país, pero respetando las normas y leyes o intentando cambiarlas.

Se cumple el 40 aniversario del Estatuto de Gernika. ¿Ha sido una herramienta de prosperidad?

-Desde un punto de vista del análisis histórico, sin ninguna duda ha sido un factor de progreso. A modo de ejemplo podría citar lo que ha pasado con el euskera. El euskera era un idioma que en el franquismo estaba condenado a desaparecer, nadie daba un duro por su futuro. Con el Estatuto y la transferencia de Educación al Gobierno vasco las cosas han cambiado. La mayoría de nuestros jóvenes son capaces por lo menos de entender y muchos de hablar. El Estatuto junto con el Concierto Económico ha sido un gran acierto y ha favorecido en gran medida el bienestar de los vascos y el desarrollo de Euskadi. Cualquier solución debería superar el nivel de bienestar que ha generado el Estatuto de Gernika.

El Concierto Económico ofrece una relación de bilateralidad con el Estado en pie de igualdad. ¿Podría ser la referencia para una relación bilateral también en lo político?

-En teoría sí, por qué no. En un Estado que asume con naturalidad su carácter plurinacional, eso debería ser posible. En lo político, histórico, económico? Euskadi es muy diferente a cualquier otra comunidad que la rodea. Por tanto, el Concierto Político podría ser un camino para profundizar en el autogobierno, aunque alguien debería explicar cómo se materializa esto en política. El lehendakari habla mucho de esto pero no le he oído ni a él ni a nadie como se plasma esto.

En su libro califica el final de ETA como un “suicidio autoinducido”. ¿A qué se refiere?

-Es cierto que la decisión última de disolverse fue de ETA pero lo hizo porque, como un suicida, no vio otra posibilidad. En esto tiene mucho que ver la presión policial, la colaboración de Francia, los jueces, los movimientos por la paz en Euskadi que fueron ganando espacios en la calle a la izquierda abertzale? pero también la izquierda abertzale que sabía que no tenía futuro político si ETA seguía matando. Arnaldo Otegi tuvo un papel muy relevante, fue valiente ya que amenazó a ETA con lo único que él podía amenazarla: “O terminais o llevo las bases conmigo, y vosotros termináis marginados como la Baader Meinhoff, sin apoyo popular”. Otegi se la jugó mucho.

Entonces, ¿no fue por un convencimiento ético, sino por estrategia?

-Quizás algunos de ese mundo se hayan dado cuenta con el tiempo que la lucha armada tenía problemas desde el punto de vista ético y moral, pero vemos que a pesar de que han dado pasos todavía no son capaces de decir que estuvo mal. En eso Urkullu lleva razón cuando les apremia a reconocer que matar estuvo mal.

Quizá no lo hace porque el Estado no se ha arrepentido por los GAL, las torturas o las víctimas por violencia policial.

-Nadie ha perdido perdón por los GAL pese a que ha habido condenas de tribunales e incluso algunos dirigentes políticos han sido encarcelados por ello. Pero un partido que se siente de izquierda, que dice defender a los débiles y que está comprometido con los derechos humanos, no debería buscar excusas fuera. Una vez hecha la autocrítica si puede exigir a los demás que también la hagan.

¿Pero deberían el Estado y el Gobierno y los partidos tener para sí el mismo nivel de exigencia que para la izquierda abertzale?

-El Gobierno vasco, por ejemplo, ha admitido que no ha estado con las víctimas, ha habido ponencias e iniciativas para el reconocimiento y la reparación de abusos policiales y torturas. Ni el lehendakari actual ni ningún otro ha tenido problema en criticar y reconocer que ha estado mal cuando se han probado actuaciones así.

¿Debería el Estado pedir perdón por el bombardeo de Gernika?

-Es un tema complejo y lo mismo se podría aplicar para Alemania. El presidente alemán en su día asumió la culpabilidad y pidió perdón a todas las víctimas del bombardeo, pese a que el Estado alemán actual no tiene nada que ver con el Estado nacionalsocialista que cometió aquel crimen. El Estado español actual puede decir que no es responsable de lo que ocurrió entonces en Gernika. Eso en España sería más fácil si, como en Alemania, hubiera un presidente sin poderes ejecutivos.

Exhumar a Franco y sacar sus restos del Valle de los Caídos ¿supone volver a las dos Españas?

-Ni mucho menos. Es corregir algo insportable en una democracia. En una democracia un dictador no puede descansar en un lugar público para veneración de sus seguidores. Es inadmisible. No pasa ni en Alemania, ni en Italia, ni en Francia con Petain.