BILBAO - La crisis institucional española viene ya de largo y se comenzó a intuir con el movimiento 15-M y la irrupción de Podemos, así como con el movimiento soberanista en Catalunya. Pero donde se hizo latente la inestabilidad fue a partir de 2015, cuando tras las elecciones generales de diciembre tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez fueron incapaces de sumar los apoyos necesarios para gobernar. El entonces líder del PP siguió ejerciendo como presidente en funciones y se vio obligado a convocar una repetición de comicios por primera vez en democracia.

Tras la convocatoria de junio de 2016 -con los populares reforzados- los sobresaltos siguieron produciéndose y el bloqueo a Rajoy terminó con el PSOE implosionando, con Sánchez fuera de la secretaría general y con la abstención final de los socialistas. El presidente popular había pasado la friolera de 316 días en funciones. El PP lograba revalidar el Ejecutivo en otoño, pero sustentado en un apoyo parlamentario insuficiente.

Para colmo, 2017 estuvo marcado por la crisis en Catalunya, que acentuó todavía más la sensación de precariedad política e institucional en el Estado. El año culminó con el referéndum del 1-O, la aplicación del 155 y la convocatoria de elecciones catalanas, en las que el independentismo volvió a alzarse con la mayoría absoluta.

Pero la puntilla a Rajoy llegó medio año más tarde, con la exitosa moción de censura de Pedro Sánchez tras publicarse la sentencia de la Gürtel. La llegada del PSOE al poder, con el respaldo puntual de los soberanistas catalanes y vascos, no trajo más estabilidad institucional, sino todo lo contrario. Sánchez constató en diez meses que era imposible gobernar con únicamente 85 diputados y tras ver rechazados sus Presupuestos procedió a convocar las terceras elecciones generales en tres años y medio.

Tras la victoria electoral del 28-A, el líder socialista veía garantizada su reelección al sumar con Unidas Podemos más escaños que el bloque de las tres derechas. Sin embargo, Sánchez ya ha descubierto que su investidura no va a ser tan sencilla como parecía y la política española vuelve a asomarse al abismo de las segundas elecciones. - M. Aizpuru