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La razón subyacente no es el fraude electoral, ya que después de haber examinado once millones de papeletas de voto en el estado de la estrella solitaria tan sóolo se detectó una papeleta falsa. La verdadera razón es la ulceración del Partido Republicano, cuyos líderes consideran que en un sistema democrático les será cada vez más difícil ganar elecciones y acceder al poder por lo que han decidido implementar las estrategias de los Dixiecratas de los estados del Sur durante la era del segregacionismo: Usurpar el derecho al voto de quienes nunca les votarían.

El grupo de politólogos que ha hecho público el Alegato razonan que el fundamento de un sistema democrático efectivo son unas elecciones libres y justas. La mentira de Trump sobre fraude electoral ha sido sólo el prólogo del problema, afirman. "En futuras elecciones, estas leyes que politizan la administración y certificación de las elecciones podrían permitir que las cámaras legislativas estatales -o incluso los funcionarios electorales- hagan lo que no pudieron hacer en 2020: revertir el resultado de unas elecciones libres y justas". Y ello pone en jaque el pilar del sistema democrático.

La mayor parte de los líderes republicanos mienten al afirmar que los cambios en la legislación electoral se deben a un interés por controlar el fraude electoral. Otros obran de forma más sincera -y también más inquietante- al afirmar que la democracia no es el mejor de los sistemas de gobierno. Tal como escribe Jonathan Chait para Intelligencer, muchos conservadores influyentes no creen en la democracia porque en democracia no son capaces de ganar elecciones: toda una filosofía del poder. Es el caso de los senadores republicanos de Utah Mike Lee y de Kentucky Rand Paul. Este último afirmó el pasado 14 de junio al New York Times que "la idea de democracia y gobierno de la mayoría realmente va en contra de nuestra historia y de lo que representa el país. Las leyes de Jim Crow surgieron en democracia. Eso es lo que se obtiene cuando la mayoría ignora los derechos de los demás". Paul afirma retóricamente que la aprobación de leyes segregacionistas dentro de un sistema democrático es una prueba irrefutable de que el gobierno de la mayoría no es un sistema óptimo de gobierno. En efecto, no es un sistema perfecto, pero resulta del todo ilógico defender con este argumento la restricción de los derechos electorales de la minoría, y de la mayoría.

Desde estos sectores del Partido Republicano se hace referencia asimismo a la "tradición política" de la república. Los fundadores rechazaron la democracia directa al implantar un sistema de gobierno representativo, un sistema que no era plenamente democrático porque muchos sectores sociales no tuvieron acceso al derecho de voto hasta bien entrado el siglo XX. En virtud del "compromiso de las tres quintas partes" aprobado en la Convención Constitucional de 1787, cada afroamericano esclavizado era contado como "tres quintas partes de una persona" a efectos fiscales y de representación, y naturalmente era totalmente desposeído de derechos políticos y sociales. En suma, los estados esclavistas podrían computar a la población afroamericana a efectos fiscales y políticos (a fin de lograr mayor representación en la cámara de representantes) pero negando a esta población su carta de ciudadanía a todos los efectos.

Desde su fundación, el sistema republicano se ha ido democratizando pero, obviando este hecho, los intelectuales conservadores han comenzado a articular el llamado a la "tradición" con la intención de obtener réditos políticos. Estas ideas no se defienden sólo desde el sector trumpista del partido, sino también desde algunos de los más enérgicos oponentes de este grupo. Desde la National Review, un medio conservador por excelencia, se ha defendido esta cosmovisión desde su fundación, cuando utilizó este argumento para oponerse a las primeras medidas sobre derechos civiles, y persiste en utilizar este llamado a la "tradición" para defender la restricción del derecho al voto. El reportero de National Review Kevin Williamson se hizo eco de Winston Churchill cuando afirmó que el mejor argumento contra la democracia es mantener una conversación de cinco minutos con un votante promedio. En un ataque a la política segregacionista del Partido Demócrata en los estados del Sur, Williamson expresó que "si hubiéramos tenido un plebiscito nacional sobre la esclavitud el 6 de diciembre de 1865, el voto en favor del sistema esclavista habría ganado por amplia mayoría". En efecto, el problema entonces, como hoy, es que la minoría afroamericana no tenía pleno acceso al voto. Una conversación de dos minutos con Williamson muestra lo importante que es el acceso universal al voto.

Según los autores del Alegato, se necesitan años o décadas para revertir la espiral descendente. Cuando se corrompe la democracia, afloran la violencia y la corrupción, y el talento y la riqueza huyen a lugares más estables, lo que socava la prosperidad y la capacidad de progreso de la sociedad durante décadas. Es el legado de los totalitarismos, y el corolario de un mundo sin acceso al derecho al voto.

Los autores afirman que el remedio más eficaz para para proteger el acceso equitativo de la ciudadanía a las urnas y garantizar elecciones libres y justas es la acción legal a nivel federal. Así ocurrió cuando el presidente Lyndon B. Jonhson firmó la ley que prohibió la discriminación en lugares públicos en julio de 1964, y la ley de no discriminación en abril de 1968. Yo disiento. El gobierno central no es la panacea. De hecho, el gobierno federal no sólo no ha hecho nada durante la era trumpiana, sino que ha empeorado las cosas considerablemente.

El problema real es la decadencia del Partido Republicano dentro de un sistema político bipartidista. Como dicen los autores del Alegato, a fin de dar al cambio la mayor legitimidad posible, las reformas deben ser bipartidistas. Sin embargo, en el actual contexto político, hiperpolarizado, esto no es posible. Los líderes republicanos electos no han repudiado a Trump y su campaña Stop the Steal, que condujo al asalto del Capitolio el 6 de enero. El problema es que este partido ha eludido la verdad y ha extendido una peligrosa mentira a un importante sector de la sociedad: Un sistema bipartidista necesita de dos partidos políticos sanos o se corromperá.

Tampoco estoy de acuerdo con el último párrafo: "La historia juzgará lo que hagamos en este momento". La historia es dinámica, fluida, una ininterrumpida e imparable cascada de eventos. El momento presente es producto de muchos factores del pasado y no existe una única acción que cicatrice el pasado y cure el futuro. Pero tenemos que esforzarnos por confeccionar recetas políticas que hagan de los nuestros sistemas democráticos más sanos, fuertes y estables, o sufrir las consecuencias.