Si el subtitulo de Las grietas de América no fuese Bajo la piel de un país dividido, probablemente podría utilizar la pintada que lucía el icono de la canción protesta estadounidense Woody Guthrie en su guitarra: Esta máquina mata fascistas. Su música y la de otros cantautores antifascistas, de hecho, acompaña de fondo el relato del libro de Mikel Reparaz. Pero él, por ahora solo puede contar la historia de los fascistas que matan en Estados Unidos.

Su relato, muy limitado en el tiempo, es prácticamente atemporal.

-Es verdad que los linchamientos y asesinatos racistas, así como la violencia policial contra la minoría negra es una constante en la historia de EE.UU. Por eso, un libro con esta temática podía haberse escrito en cualquier otro momento. La única diferencia ahora es que, desde 2012, empezamos a verlo gracias a los móviles con cámara de vídeo. Por aquel entonces, muchos creímos que con el primer presidente negro terminarían los conflictos raciales, pero no fue así. Con las promesas no cumplidas de Barack Obama durante su segundo mandato surgió una oleada de conflictos raciales y las consiguientes protestas a favor de los derechos civiles. Bajo el lema Black Lives Matter, estas se extienden hasta Minneapolis o Kenosha, el epicentro del ultimo gran levantamiento negro en EE.UU.

¿Cómo decide acotarlo?

-Yo quería contar un momento muy concreto de la historia de EE.UU., la transición traumática de Obamaland a Trumpistán, como la llamo en el libro. Ese periodo ha cambiado mucho el devenir de la historia de EE.UU., porque ha profundizado en las grietas que hay entre las dos Américas, sobre todo en la del conflicto racial.

¿Se taparan esas grietas?

-No soy muy optimista. El del racismo es un conflicto político que hunde sus raíces en la misma esencia del país, desde su fundación con una economía basada en la mano de obra esclava. No hay que olvidar que los padres fundadores de la nación, como Tomas Jefferson o George Washington, eran hombres esclavistas. En diferentes momentos de la historia hemos visto cómo el conflicto se acentúa o se aminora. Ha habido conquistas sociales y políticas para la comunidad afroamericana en EE.UU., pero siempre que se ha dado un paso adelante, se ha dado otro hacia atrás. En eso consiste la metáfora del Gran Arácnido: cada vez que hay una conquista y se intenta destruir la supremacía blanca de EE.UU., este la rehace.

¿Cómo matar al Arácnido?

-Debería ocurrir lo que dice James Baldwin, escritor afroamericano neoyorquino con un gran papel como intelectual en la lucha por los derechos civiles en los años 60: los blancos se deben “convertir en negros” y compartir su experiencia. Ahora Ta-Nehisi Coates, otro intelectual seguidor de Bladwin y altavoz de Black Lives Matter, añade que debería haber un proceso de paz en EE.UU. con el que se admitiera que la minoría negra ha estado históricamente discriminada, incluso con compensaciones. Personalmente veo una solución en estos términos como algo muy lejano. Creo que el racismo va a continuar y que todavía no va a haber avances aunque gane Biden. De todos modos, nunca se sabe, porque EE.UU. ha demostrado a lo largo de su historia que es capaz de lo mejor y de lo peor.

¿Cómo es el movimiento antirracista en auge?

-Es un movimiento muy diverso. El lema Las vidas negras importan recoge la idea de Baldwin de que los blancos deben admitir que los negros han sufrido una opresión y siguen discriminados en EE.UU. Black Lives Matter es un movimiento millenial que bebe del progresismo estadounidense, una tradición muy rica con un recorrido desde los años 30 que ha pasado por los derechos civiles o la guerra de Vietnam, pero que también incorpora un montón de luchas, como la feminista o la LGTBI, que se han ido sumando a esa tradición integradas en el movimiento de resistencia contra Donald Trump mediante la unión de colectivos oprimidos por él.

¿De qué bebe Black Lives Matter?

-Las dos ramas que hay en la lucha por los derechos civiles, las de Malcom X y Martin Luther King, también se reflejan en este movimiento. Por una parte, el partido de los Panteras Negras reclama el derecho de autodeterminación de la población afroamericana como una nación independiente de EE.UU. Entrevisté para el libro a su líder, y definió a su formación como “nacionalista negra”. Esta es una herencia de Malcom X y de la lucha Black Power después de que fuera asesinado. Los derechos civiles como tal y Martin Luther King representan otra corriente, la cual sostiene que debe haber una igualdad total entre blancos y negros. Son dos conceptos y dos luchas diferentes. Yo creo que la herencia mayoritaria en la actualidad es la tradición de Martin Luther King.

El racismo en EE.UU. va desde el Ku Klux Klan hasta el censo racial.

-Hay dos tipos de racismo en EE.UU: el más folclórico, de capirotes, antorchas y nazarenos del Ku Klux Klan; y el estructural. Yo opino que esta clasificación racial, defendida incluso por progresistas, perpetúa el racismo de EE.UU. Este censo, que se lleva a cabo cada diez años, está basado en las clasificaciones de Carl Linneaus. El botánico y zoologo dividió al ser humano en subespecies. Este no es solo un sistema de clasificación racial, sino que intrínsecamente es racista. Personalmente fue muy violento tener que marcar mi raza al inscribir a mis hijos en una escuela pública de Nueva York, una de las razones por las que decidí escribir el libro. Pero algo tan chocante aquí está interiorizado. Ese racismo menos visible porque no hay cruces ardiendo se extiende a todos los estamentos, y la falta de oportunidades de la sociedad afroamericana es un hecho.

Algo que se extiende por el mundo.

-El nacionalpopulismo se está extendiendo por todo el mundo occidental de la mano de Stive Bannon, pero también más allá, como en la Rusia de Putin. Es una forma de cargar contra lo políticamente correcto y plantearlo como una postura contra la censura, cuando en realidad el mensaje es que no tiene que haber ningún tipo de empatía social. Así se consigue normalizar discursos abiertamente xenófobos. En la América de Trump hemos visto a un montón de supremacistas blancos salir a las calles y utilizar un lenguaje claramente racista en defensa de la libertad de expresión. Esto mismo ha llegado al Congreso de Madrid de la mano de Vox, que habla de “estercoleros multiculturales”. Además, el nacionalpopulismo está cambiando la manera de hacer política, con lenguaje guerracivilista, tanto en EE.UU. como en muchos otros lugares, especialmente en Europa. Hace muy poco, hubiera sido impensable que un partido nazi como Alternativa Para Alemania fuese la tercera fuerza en el Bundestag.

Pero en Grecia la cúpula de Amanecer Dorado ha sido condenada porque los atentados de extrema derecha seguían sus directrices.

-En EE.UU. sería impensable, a pesar de que muchos grupos supremacistas blancos se han inspirado en Donald Trump. Por ejemplo, el terrorista neozelandés que asesinó a 50 musulmanes o el de la sinagoga de Pittsburgh le citaban literalmente en los manifiestos para reivindicar sus atentados. Sin embargo, en EE.UU. ningún atentado supremacista, que son la gran mayoría, se juzgan bajo las leyes antiterroristas, reservadas exclusivamente para extranjeros. Está claro que todos estos atentados son más legítimos desde el punto de vista de la presidencia de Donald Trump, que desde cualquier otro presidente anterior, independientemente del partido. En la convención de Cleveland triunfó el trumpismo y su partido cambió. Si hubiera una reelección, la deriva sería ya irreversible. El Partido Demócrata mantiene un espectro amplio, desde la izquierda a la derecha, mientras que el Republicano, contrario a la segregación en la época de Lincoln, hoy es exclusivamente de extrema derecha.

¿Por qué?

-Porque en estos cuatro años, Trump se ha dedicado a controlar Partido Republicano hasta el punto de que hay neoconservadores de la administración Bush como John Bolton que no le van a votar. Trump ha purgado cualquier disidencia y creado, al estilo de los autócratas de toda la vida, un círculo de lealistas, incluida su propia familia. Ahí es donde entra el factor racial. Hay blancos pobres, como los obreros de la zona industrial conocida como Cinturón del Óxido. Pero la mayoría de ellos votó a Trump. Este fenómeno también se explica con la crisis económica. Consiste, como dijo el republicano Lincey Graham, en movilizar al electorado de “blancos cabreados”. No lo consiguieron en 2012 pero sí en 2016.

¿Y esta vez?

-Es una cuestión de apuestas. Trump tiene un electorado de hormigón armado pero su voto no es nada popular. O lo amas, o lo odias. En mi entorno seguro que hay muchos blancos acomodados de cierto nivel cultural que no dicen abiertamente que votarán al Partido Republicano, pero lo harán. Las elecciones están en manos del votante oculto de Trump: ¿marcará su papeleta con la nariz tapada?

Un viaje simbólico. Para ir de la tumba de Freddie Gray, joven negro asesinado por un policía blanco en Baltimore al final de la era Obama; a la de Heather Heyer, fallecida en un atentado supremacista en Charlottesville con Trump ya de presidente, hay que pasar por Washington. Reparaz plantea ese trayecto de carretera como “hilo conductor” del racismo en EE.UU.

“El racismo es un conflicto político que hunde sus raíces en la fundación esclavista de Estados Unidos, su esencia”

“Criticar la corrección política como si fuera censura es una manera de normalizar discursos xenófobos”

“El conflicto racial menos visible porque no hay cruces ardiendo se extiende a todos los estamentos de EE.UU.”