EL amor que aquel gudari del batallón Arana Goiri sentía por Euzkadi se lo envió en forma de pañuelo a su mujer. Lo remitía desde el frente el sargento Eduardo Bisbal Escrivá, de Arrigorriaga, y tenía como destinataria la bilbaina Esther Jauregi Larrazabal. Quizás lo hizo llegar al caserío Larreineko de Luiando (Araba) desde los escenarios bélicos de Lekeitio, desde el monte sangriento de Saibigain, desde la recién bombardeada Gernika o, tal vez, desde Burdeos, ciudad francesa a la que sus descendientes aún no conocen cómo llegó el soldado del lehendakari Aguirre en el año 1937.
Sea como fuere, la familia de Eduardo y Esther conserva ocho décadas después aquel pañuelo que muestra las seis provincias vascas en una fina seda de 41x41 centímetros que parece haber sido pintada a mano. El gudari se lo envió a su esposa y, con el temor de qué les podría deparar guardar aquel símbolo en el hogar si lo veían los franquistas, decidieron enterrarlo en la huerta. Fue años después, una vez acabada la guerra, cuando comprobaron que continuaba en perfectas condiciones.
“Lo habían metido en una lata por el miedo, ya que entonces te revisaban todo y si te lo encontraban...”, detalla María Esther Bisbal, hija del matrimonio, y aporta un ejemplo. “Un amigo de mi padre, muy nacionalista, salió un día a la calle con una corbata blanca, roja y verde. Un guardia civil se la quitó. Gallastegi, que era como se apellidaba el hombre, le respondió: me quitas la corbata, pero no lo que llevo dentro”.
El pañuelo es un bonito misterio para la familia, que se hace diferentes preguntas. “¿Se mandarían más? ¿Hay algún otro caso? ¿Lo compraría aquí o en Iparralde?”, cuestiona Josune Escota, nieta de los protagonistas.
Eduardo Bisbal Escrivá, de padres valencianos migrados a Arrigorriaga para trabajar en la empresa papelera, nació en esta localidad vizcaina el 7 de octubre de 1907. Con 28 años, al estallar la guerra tras el golpe de Estado de julio de 1936, se alistó al batallón Arana Goiri del PNV, considerado como el primero que salió al frente. Fue sargento de la compañía Kortabarria. “Tenemos unos informes políticos de aitite que detallan cómo ingresó en la Academia Militar de Euzkadi en Bilbao, y su ascenso a sargento gracias a las recomendaciones de sus comandantes”, agrega Josune.
Bisbal enviaba de la guerra fotografías del Arana Goiri -algunas en Lekeitio-, el pañuelo de Euzkadi u otras imágenes desde Burdeos. Después, fue detenido en Bilbao y enviado a la cárcel de Santoña. De allí, a la prisión de Burgos. Fue compañero de Pablo Beldarrain, histórico comandante del Ejército vasco con quien pudo coincidir en Gernika, en Santoña o Burdeos. “Mis padres contaban que Beldarrain pasó a nado el Bidasoa para llegar al otro lado. En una ocasión, se encontraron en un tren de los de Durango-Donostia y cuando aita se le acercó, Beldarrain le dijo, no me hables. Con eso quería trasmitirle que no se habían visto, por lo que pudiera pasar”, rememoran los familiares de Bisbal.
La pena de prisión del gudari fue conmutada gracias a la intermediación de un amigo. “Tenía un amigo derechista que logró que se le pusiera en libertad”, agregan. Al regresar, no hubo trabajo para él por sus ideas jeltzales en su municipio y le ofrecieron un empleo en Durango, en la firma de curtidos El Tigre. “Al acabar la guerra acabaron en la miseria. Todas las pertenencias de amama cabían en una caja, que siempre llevó con ella, en la que guardaba también el pañuelo y un recordatorio original de la muerte de Aguirre”, subraya la nieta quien pone en valor la solidaridad del momento. “Gracias a la solidaridad de otras personas, algo que hoy se ha perdido, salieron adelante. Gracias a quienes le dieron un trabajo, a quien cuando murió aitite y viendo que iban a desahuciar a amama de la casa de la fábrica, un tercero acabó mediando para que la realojaran, a ella, viuda con dos hijos. Jamás tuvo una casa, solo su caja de recuerdos, ni una silla. Gracias a la solidaridad nunca se sintió sola”, relata.
Ester falleció hace dos años, el 10 de mayo de 2017 en Durango. Sumaba 102 años de edad. “Aitite estuvo en los peores escenarios de la guerra. La vida no le sonrió porque acabada la guerra murió con solo 45 años, de cáncer, el 21 de noviembre de 1952. Si le sonrió algo fue por su mujer y lo buena persona que también era él”. La firma Amilibia y la Iglesia de Durango contrataron a su viuda para engarzar “los ganchitos en unas hebillas, con un alicate”, matizan.
Esther Jauregui Larrazabal había nacido en el barrio bilbaino de Atxuri y fue bautizada en la iglesia de San Antón. De niña fue a vivir junto a su madre Casilda a Balmaseda. De allí, a Luiando, pueblo alavés cercano a Laudio. En aquel enclave fue donde contrajo matrimonio con Bisbal. En un principio, tomaron residencia en el caserío Larraineko. Más adelante, afincarían su hogar en Durango, aunque también pasaron un tiempo en Gasteiz. “Le ofrecieron a aita un trabajo allí, en Gamarra, pero con el frío prefirieron volver a Durango”, sonríe la hija que vuelve a tomar el histórico pañuelo en sus manos. “Este pañuelo -concluye con cariño- lo guardaremos para los nietos, para que tengan presente su pasado”.