Los vascos en la cartografía histórica
Los territorios vascos tienen presencia y protagonismo en las obras de dos de los autores más sobresalientes del inicio de la cartografía, Orthelius y Braun, en los siglos XVI y XVII
EN el estudio de la cartografía podemos observar la evolución de lo que hemos representado y cómo nos han interpretado en cada momento histórico. Los vascos hemos sido estudiados y observados casi siempre por académicos foráneos al servicio de las más importantes monarquías europeas, que eran quienes encargaban los estudios de cartografía como muestra de poder, casi siempre estratégico militar. En algunos casos los naturales o nativos actuaron como informadores o colaboradores que enviaban sus apuntes a la metrópoli.
Se considera el inicio de la cartografía moderna, aquella que se generó en la edad de oro flamenca, durante los siglos XVI y XVII, siendo las ciudades de Amberes y Ámsterdam los focos más importantes y Abraham Orthelius y Gerard Mercator los cartógrafos más sobresalientes. Dos son las obras que marcan de manera complementaria su inicio: el Theatrum Orbis Terrarum de Orthelius y el Civitates Orbis Terrarum de Braun. Ambas fueron reeditadas en varios idiomas entre 1570 y 1617 y en ambas tenemos protagonismo los vascos. En el Civitates, como ya describió en DEIA en esta misma sección Marian Álvarez, se publicaron una fabulosa vista de Bilbao, que es la primera estampa que se conoce de la villa; otra discreta vista de Donostia, compartida con otras ciudades; y una misteriosa -por inédita- estampa del túnel de San Adrián, acompañado de personajes típicos del país ataviados con trajes de época, lo que le confiere un indudable valor etnográfico.
En cuanto al Theatrum de Orthelius, Gipuzkoa tiene el privilegio de ser el primer territorio de la península representado en dicho mapa en 1588, Guipuscoae Regionis Typus, con una sorprendente definición para la época. El Theatrum calificaba a Gipuzkoa de lugar montañoso en cuyas entrañas abundaba el hierro, mencionaba sus industrias metalúrgicas y producción armamentística, y hacía referencia a la pesca de bacalaos y caza de ballenas, descripción en la que debió colaborar el cronista guipuzcoano Esteban de Garibay. Esta temprana aparición se debió a la pugna que Orthelius tuvo con su rival Gerard de Jode que ya había publicado un mapa de Gipuzkoa. En dicho mapa se calificaba al territorio guipuzcoano como perteneciente a Cantabria, al igual que el de Bizkaia (Biscaia), muy en consonancia con el vasco-cantabrismo imperante en la época.
El pintor ayalés Francisco de Mendieta recibió encargo del alcalde de Orduña para enviar a Amberes un plano de Bizkaia para el Theatrum del que, desgraciadamente, nunca más se supo. El tema no es baladí porque la aparición de nuevo del territorio vasco en un mapa flamenco de más amplia escala se retrasará hasta 1662 con el atlas de Maior de Jean Bleau Biscaia, Alava, et Guipuscoa Cantabriae Veteris Partes, en el que se aprecia distinto detalle entre los diferentes territorios, con una escasa y muy aproximada definición para Bizkaia y Araba.
Errores
En el siglo XVIII la hegemonía en la cartografía europea pasó a ser francesa, pero en lo que se refiere a nuestros territorios poca fue la aportación sobre los mapas flamencos existentes. Además, se mantuvieron la falta de definición y los errores anteriores que se repitieron una y otra vez, quedando la huella del Theatrum en lo que se refiere a Gipuzkoa. Una constante que se repite en mapas franceses del siglo XVIII es la de referirse a todo el territorio de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, además de parte de la actual Cantabria, como Biscaia, donde en todos Nafarroa aparece con definición propia, como se puede ver en los mapas de Nicolás de Fer (1707).
Con la nueva dinastía borbónica, la tendencia centralizadora, por un lado, y las reformas administrativas de implantación del catastro y la política de caminos y canales, por otro, exigían una buena base cartográfica de la península, inexistente en la época. En 1746, bajo el reinado de Fernando VI, el marqués de la Ensenada acometió las reformas; entre ellas, la elaboración de un mapa de la península, enviando a un grupo de geógrafos a París para formarse en las mejores academias. Entre estos geógrafos se encontraba Tomás López, que se planteó elaborar un mapa por cada territorio natural, en nuestro caso los territorios forales, y para ello envió un cuestionario, el Ynterrogatorio de Tómas López..., que constaba de quince puntos, a todas las parroquias, notarios y escribanos del reino. En esta encuesta, López solicitaba información sobre caminos, montes, ríos, iglesias, monumentos, historia y cualquier información relevante que ayudara a conocer el territorio al que cabía acompañar un pequeño plano o mapa de la zona. Las respuestas fueron muy numerosas y aplicadas, especialmente desde los territorios vascos.
Los documentos de respuesta se conservan en una carpeta de manuscritos de Tomás López referidos al País Vasco en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Son un total de 600 folios de un incalculable valor histórico, en los que se incluyen relatos históricos y mapas locales realizados por los naturales de cada zona. La historiadora vasca Clotilde Olaran ha ordenado y publicado una relación de estos manuscritos. La observación de estos pintorescos mapas evidencia la falta de método en el estudio del territorio en la época. Asimismo, es de destacar las escasez de respuestas conocidas del territorio navarro, lo que no impidió la edición del mapa del territorio. El geógrafo Eugenio Ruiz Urrestarazu tiene hecho un interesante estudio sobre los documentos referidos a Araba en el libro Doscientos años de Geografía en Álava.
Tomás López publicó Señorío de Vizcaya en 1769, Provincia de Álava, y Provincia de Guipúzcoa en 1770 y Reino de Navarra en 1772, y son los primeros mapas académicos de nuestros territorios. Publicó también en 1785 un mapa del partido, obispado y ciudad de Tudela; y en 1793 otro del País de Labour y Navarra baja. Estos mapas, a pesar de su valor por ser los primeros y de su detalle, fueron muy criticados por sus errores.
En el siglo XIX, durante las guerras carlistas, las necesidades militares produjeron una revolución cartográfica. De nuevo fueron cartógrafos foráneos los que marcaron la pauta. En esa época abundan los mapas sobre el teatro de la guerra, en los que, en la mayoría, aparecen los cuatro territorios vascos del sur nominados en la cartela y, en algunos casos, el territorio de Iparralde cartografiado aunque sin nominar, como es el caso del mapa del general alemán Guillermo Von Rahden de 1851. La cartografía de la época carlista abunda en la componente territorial vasca, un ingrediente muy importante de la contienda, y en la hermandad de los territorios forales, donde se incluían los cuatro territorios vascos peninsulares.
Diccionario y atlas
Terminada la primera guerra carlista, el Gobierno liberal acometió la obra más ambiciosa en cuanto a la elaboración de un diccionario geográfico y un atlas que superase los anteriores. La convulsa y cambiante situación política existente hasta entonces había impedido habitualmente finalizar los proyectos emprendidos y que los concluidos quedaran ya obsoletos para el momento de su publicación. El último publicado era de 1829, hecho por el geógrafo Sebastián Miñano. El proyecto lo asumió el político liberal iruñarra Pascual Madoz con el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España, complementado con el trabajo cartográfico de Francisco de Coello El Atlas de España y sus posesiones de Ultramar. El Diccionario constituye la fuente de datos más completa de la que disponemos para la época. En cuanto al Atlas de Coello, marcó un antes y un después en la cartografía de nuestros territorios.
Coello, aparte de su propia formación académica y militar, contó para la elaboración de sus mapas con la colaboración de los principales cartógrafos vascos. No llegó a completar todos los territorios de la península pero nuestros territorios fueron de los primeros en ser representados. Los de Álava y Guipúzcoa se publicaron en 1848 y contaron con la colaboración de Martín Saracibar y José Olazabal respectivamente. En el de Vizcaya, publicado en 1857, colaboró Víctor de Munibe, y el de Navarra apareció en 1861. Los mapas de cada territorio, además de toda la información cartográfica adornada con una espectacular y gráfica simbología, incluyen textos de Madoz sobre aspectos políticos y socioeconómicos, además de planos de las capitales, pueblos y villas más importantes. A esa época corresponde el mapa de Bizkaia de Timoteo de Loizaga, considerado como el primer mapa de un territorio vasco realizado íntegramente por un cartógrafo vasco.
La inclusión de los cuatro territorios vascos peninsulares juntos en la cartografía no solo no fue conflictiva, sino que era lo natural, incluso para la propia cartografía militar española, como lo prueba la existencia de un mapa de la Capitanía General de las Provincias Vascongadas y Navarra de 1872, del propio Coello. El primer mapa donde se representaron, explícitamente citados, los siete territorios en la propia cartela, Cartes des Sept Provinces Basques, lo editó en 1863 Louis Lucien Bonaparte en un estudio sobre los dialectos vascos. Posteriormente, con la formulación de Sabino Arana, Euzkadi es la patria de los vascos, la inclusión de los siete territorios vascos, se extiende y generaliza, excepto en el ámbito oficial donde en pleno siglo XXI la inclusión de un mapa territorial de Euskal Herria está vetada hasta límites grotescos y ahistóricos.
Un estudio sobre la evolución de la cartografía vasca basada en fondos propios lo publicó el Euskal Herria Museoa en edición de la Diputación Foral de Bizkaia con textos de Ramón Oleaga, sin duda uno de nuestros maestros en cartografía histórica. Otro excelente estudio, muy minucioso y muy extenso con un enfoque histórico, lo editó Txalaparta en Mapas para una Nación, de José Mari Esparza.
En cuanto a los fondos cartográficos vascos, los más importantes se encuentran en el Euskal Herria Museoa de Gernika y el Museo Naval de Donostia como fondos públicos. Entre los de titularidad privada destacan los de la Sociedad Bilbaína, que dispone, sin lugar a dudas, de la cartoteca mas valiosa y completa que existe en Euskal Herria, con documentos cartográficos desde el siglo XV y que recientemente los ha dado a conocer en una publicación: Cartografía, Cosmografía y Navegación, de José Antonio Larrinaga y Ana Villacorta. Fuera de nuestro territorio, pero con fondos inéditos y referidos a ellos, muy poco investigados y divulgados entre nosotros, mencionar al Archivo General de Simancas donde abundan los mapas y planos vinculados a zonas costeras; y al del Archivo de la Chancillería de Valladolid, con mapas más vinculados a deslindes y litigios, la mayoría de ellos del siglo XVIII.
En la actual era digital la creación de una cartoteca digital vasca es una asignatura pendiente en la que las instituciones públicas debieran invertir, ya que es evidente la laguna, cuando no retraso, existente en dicho ámbito, si comparamos con otros territorios de rango similar al nuestro.
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