Bilbao. El pasado sábado falleció, a los 87 años, el acuarelista Ángel Badillo. El artista vizcaino nació el 23 de abril de 1926 en Bilbao. Fue un autor que firmó obras de arte para el Festival de Cine de Donostia, la Vuelta Ciclista a España, las corridas de toros de Bilbao, trabajos para la BBK, los Conciertos de Zenarruza-Ziortzako Kontzertuak o la serie sobre la Coronación de la Virgen de Begoña.
El mundo de la cultura lamenta la pérdida de Badillo. "Vamos a echarle en falta porque supo retratar una época que él sí conoció", valora Koldo Narbaiza, gestor cultural que trabajó en los departamentos de Cultura del Gobierno vasco y en el de la Diputación Foral de Bizkaia. A su juicio, el finado fue "una persona 10" y un acuarelista con una utilización del color "blanco que otros camuflan más por su dificultad. El suyo era limpio, aportaba claridad y mostraba la seguridad de Badillo".
Siempre en palabras de Narbaiza, el vizcaino retrató una sociedad en la que fue "un eslabón entre los pintores de guerra y posguerra y unas escenas de suma dificultad en la acuarela. Transmitió no solo el momento, sino todo lo que rodeaba a aquel periodo histórico", agrega el gestor a DEIA.
Los primeros trabajos de Ángel Badillo vieron la luz tras asistir a cursos de dibujo en el Museo de Reproducciones de Bilbao. Trabajó junto a Nicolás Martínez Ortiz en la empresa Grijelmo. Su legado artístico queda impreso en las hemerotecas en libros, revistas y publicaciones. Ilustró el libro Paz en la guerra, del literato Miguel Unamuno.
El bilbaino fue miembro de la Asociación de Acuarelistas Vascos. Participó en exposiciones colectivas. En 1984 estuvo presente en la Exposición Nacional de Acuarela de Bilbao. Ilustró la portada del catálogo de aquella muestra. También participó en muestras de la Agrupación de Dibujantes de Bilbao.
Irun, Bilbao y la Galería Echeberria de Donostia fueron los primeros locales donde se exhibieron sus obras de forma individual. Era el año 1986. Aportó materiales propios a colectivas como Antología de la Acuarela Vasca en la Sala entonces del BBV en Bilbao en 1988 y expuso de forma periódica en la Galería Caledonia de la capital vizcaina.
Grandes colegas de profesión y especialistas en la materia como Llano Gorostiza o José María Arenaza Urrutia ensalzaron el pincel del fallecido. Este último le calificó de "hombre de artesanos saberes y profunda cultura que aprendió pronto que la buena pintura empieza en el dibujo. Y el dibujo acabado, minucioso, magistral y verdadero viene a constituir un recreo de sus manos cada vez que decanta una línea, apura la fragilidad de una vegetación o puebla sus caseríos de mujeres delicadas e irreales, vistas desde una especie de ensueño vasco y vasquizante, subjetivo y metafísico".
Un mundo que se pierde
En estimaciones de Arenaza Urrutia, el artista vasco fue uno de los últimos románticos bilbainos y subraya su mirada sobre las calles, fiestas, tradiciones y paisajes... El sabía que "esto va perdiéndose lentamente. Más bien pronto que tarde, el entorno en el que nos movemos ya no será el mismo. Quizá sea mejor, pero distinto. Las ferias, las romerías, las verbenas han perdido el perfume a naturalidad que poseían y ha sido sustituido por un revival a pie forzado".
Koldo Narbaiza apunta impresiones en este mismo sentido. Subraya los trabajos de Badillo sobre los txakolis de Begoña o de Santutxu. "Pintaba escenas que quedaron grabadas en su mente", valora antes de agregar que "retrató una sociedad rural en el sentido positivo de la palabra".
Como persona, el gestor cultural le retrata como un "humanista enternecedor". A su juicio, creó "escuela sin ocultar nada. Yo le encargué un cartel para el concierto de Zenarruza... y tuve magia con él. Tenía un saber estar..., valoraba el tiempo de las conversaciones. Vamos a echarle en falta", concluye Narbaiza.