atxondo. El religioso pasionista Andrés Arginzoniz falleció el pasado día 18, en la comunidad de Euba, a la edad de 85 años. Andrés Severiano Arginzoniz Miota nació el 7 de junio de 1927 en Martzaa, Axpe, hoy barrio perteneciente a Atxondo. Ofició su profesión el 26 de mayo de 1946 y la denominada perpetua el 27 de abril de 1951. Su ordenación sacerdotal data del 29 de marzo de 1952. Fue misionero en Perú y Puerto Rico, así como capellán de los hospitales de Galdakao-Usansolo y Basurto.
A lo largo de su vida religiosa labró amistades y trabajó en diferentes destinos. Comenzó en la comunidad de los pasionistas de Angosto en 1946. Un año más tarde, fue a Melide y dos después recaló en Deusto. En 1953 inició su labor misionera en la localidad peruana de Yurimaguas. Volvió a Gabiria, donde fue vicario y ecónomo local, además de educador. Regresó al enclave peruano en 1964 como ecónomo vicarial. En 1986 solicitó un año sabático para un año más tarde unirse a otro proyecto misionero en la ciudad portorriqueña de San Sebastián.
En 1990 retornó a Euskal Herria, donde comenzó su labor pastoral como capellán del hospital de Galdakao-Usansolo. Tras cuatro años realizando esa entrega religiosa desde Deusto, la continuó desde la comunidad de Euba. Entre 2004 y 2008 fue capellán del hospital de Basurto y en 2008 regresó al de Galdakao-Usansolo.
"Gran humanidad" El superior de la comunidad pasionista de Euba, en Amorebieta-Etxano, Jabi Jaio, ensalza la "gran humanidad y dedicación a las personas" de Arginzoniz y su dedicación durante los últimos 22 años a los enfermos y ancianos, para los que buscaba la "reivindicación de su bienestar, sus derechos. Se preocupaba por mejorar las relaciones entre los diferentes estamentos del hospital". A juicio de Jaio, su compañero de comunidad era un hombre "querido y respetuoso, también muy cercano".
El religioso era una persona puesta al día, de reciclarse en conocimientos como, por ejemplo, en la materia de dependencia o en teología y salud. "Era un buscador de Dios en la humanidad", analiza Jaio.
Su compañero de comunidad, aita Martzel, enfatizó el "saber valorar, más de lo que la Iglesia suele hacer, lo humano, lo natural, lo sencillo. Incluso exageraba un poco en ocasiones, como cuando, después de la comida, solíamos jugar al mus y él lo denominaba participar en el sacramento del mus, porque caía en la cuenta de la presencia de Dios en lo más sencillo, como vehículo de fraternidad y de amistad, de pasarlo bien".
Martzel Andrinua describe a Arginzoniz como un amigo con "capacidad de sufrimiento, pero pacífico". Ahonda en que trabajaba la paz, de la que hacía gala "con una bondad natural, sin nerviosismos ni exageraciones. Nunca llegaba a una postura última o difícil. Sabía relativizar, de ahí su bondad", analiza el pasionista y pone un ejemplo: "La portera de San Felicísimo me solía decir que Andrés llegaba a su lugar, tomaba una silla y se sentaba y le contaba su vida con extrema sencillez", ensalza.
El hospital de Galdakao-Usansolo y el de Basurto le conocieron como capellán. En el primero hay un grupo de cinco personas que trabajan la pastoral en el centro de salud. La coordinadora es Junkal Otadui, que descubre la admiración que Arginzoniz profesaba por los profesionales de la medicina. "Su talante era cercano, muy tranquilo, abierto, con admiración por los profesionales de la medicina, a los que les concedía mucha importancia. Ha trabajado desde el respeto, por lo que era un hombre querido por creyentes y por quienes no lo eran porque era muy respetuoso, abierto, y teológicamente aperturista", valora esta berriztarra.
A los 85 años, Arginzoniz dio el paso a la eternidad en la que cree el cristianismo. Vivió desde "una dimensión humanista" y era de "talante relacional", apostilla Otadui. Aita Martzel agrega otros detalles como capellán de hospital. "En momentos difíciles, como la extremaunción, relativizaba mucho el misterio triste de la muerte. Ayudaba a saber relativizar, y era muy próximo a las personas".
Junkal rememora cómo Arginzoniz explicaba el misterio: "el aceite, sana", decía y "el agua, es vida". "Era muy inclusivo, explicaba lo que hacía", él, un hombre "grandón, pero con gestos no propios de una persona así, muy de los pequeños detalles".
Junkal subraya que Arginzoniz celebraba misa en el hospital de Galdakao-Usansolo cada día a dos personas que no eran del centro, pero que se acercaban a él "porque sabían que les hacía caso y lo necesitaban. Para Andrés esa eucaristía era el acontecimiento del día".