Bilbao. Días atrás, Jesús Larrinoa se reconoció en una foto publicada en DEIA. Su mente retornaba 75 años atrás en un pasar de página, entre tinta de rotativa y sorpresa inesperada. "¡Ese soy yo!", enfatizó orgulloso a su familia. Era él: uno de los gudaris del batallón Arbolagaña de Deusto en una imagen que complementaba un laborioso texto de Guillermo Tabernilla y Julen Lezamiz, de la asociación Sancho de Beurko. El reportaje llegaba a sus manos publicado en la sección Historia de los vascos, que coordina y mima científicamente la Fundación Sabino Arana, sede que Larrinoa solía gustar visitar.
Aquel de la foto, Jesús Larrinoa Herrán, falleció el pasado lunes a los 95 años de edad en Axpe (Busturia). Había nacido el 9 de abril de 1917 en la calle Hernani del casco viejo bilbaino. Años más tarde, su familia se trasladó a la calle Ugazko de Deusto, a una casona ubicada en la parte trasera de la universidad de los jesuitas. La razón de la mudanza se debió a que el padre de Jesús, de nombre Isidro, obtuvo empleo en este centro académico.
Jesús fue el segundo de cuatro hermanos. Estudió Artes y Oficios en Atxuri. Según su familia, "por el artículo 33 le llevaron al frente a los 18 años". Formó parte del batallón Arbolagaña de Deusto. "Fue toda la vida un hombre muy nacionalista", subraya la familia.
Afiliado al PNV, fue trabajador de los laboratorios FAES Farma. Al casarse con Rosa Ruiz, nacida en Bilbao, en la Quinta Parroquia, optó por emigrar a Palencia donde el abuelo de su mujer tenía una sociedad de minas de carbón. En tierras castellanas vivieron hasta que Rosa falleció en 1972.
A raíz de ello, Jesús regresa a Bilbao, villa en la que compró casa. Más adelante, tendría gran vinculación con el municipio vizcaino de Busturia. "Aita fue un hombre muy amigo de sus amigos, afable, muy conversador… muy dado a la tertulia", detalla María Jesús Larrinoa Ruiz. Esta cercanía a Urdaibai y el mar le llevó al padre a ser un apasionado de ello: pescar, nadar… eran sus pasiones. "Le gustaba tanto que a pesar de tener una pierna amputada, iba hasta Txatxarramendi, desmontaba la pierna ortopédica y con muletas entraba al agua para nadar. Hasta con 80 años anduvo así".
Durante su vida en Palencia no habló mucho de sus avatares en la Guerra Civil. A su retorno a Euskadi. Narró anécdotas a los suyos. En una ocasión, solía contar, que al bajar del tren en las siete calles de Bilbao se despidió de un amigo al grito de "Agur!", por ello "recibió semejante paliza, debió ser por el año 48".
Tras ser apresado, estuvo como esclavo del régimen franquista en un batallón de trabajadores en Teruel. "Lo pasamos muy mal, más que pegar tiros lo que hacíamos era llorar. ¡Aquello era deplorable!", transmitió a su familia quien cuando tenía ocasión, no dudaba en entonar el Euzko Gudariak. Tras su despedida religiosa en la parroquia de El Salvador de Bilbao, sus cenizas reposarán junto a su mujer Rosa Ruiz, en un panteón de Derio. La misa de salida por quien días atrás se reconoció en una fotografía del periódico con su txapela de gudari será mañana sábado en la capilla de la Residencia Arrotegi de Axpe (Busturia) a las seis de la tarde.