"Hay miedo y el trabajo de tu vida pasa a ser un infierno"
Iker Galbarriatu, capitán del "Alakrana", rompe su silencio en el juicio contra los dos piratas
Era una de las voces que quedaba por escuchar. Después de la liberación del Alakrana, Iker Galbarriatu, el joven capitán del atunero vasco, mantuvo una postura de absoluta discreción acerca de todo lo sucedido aquellos 47 días de secuestro. Faltaba su testimonio. Ayer se celebró una nueva sesión del juicio que sienta en el banquillo de los acusados a los dos presuntos piratas que fueron detenidos por la fragata Canarias. Y Galbarriatu puso voz a aquella terrible experiencia.
Sereno y conciso en sus respuestas, el capitán del buque resumió en una frase la mella que aquel secuestro ha dejado entre la tripulación y en su propia persona. Y es que hay que tener en cuenta que después del secuestro, Galbarriatu volvió a la mar e incluso al mismo barco: "Hemos recibido todos los compañeros ayuda psicológica. ¿Las secuelas? Pues miedo. Miedo constante. Lo que es el trabajo de tu vida pasa a ser un infierno", explicó. "Y ya no trabajas igual, siempre tienes miedo en el cuerpo, por ti, por tu familia y por la responsabilidad que tienes con la gente del barco", añadió Galbarriatu.
Durante su declaración narró algunos de los episodios más duros del secuestro, como el día del asalto, en el que, tal y como ya expusieron otros arrantzales del buque, no faltaron las amenazas a través de gestos ni los malos tratos físicos. El propio Galbarriatu aseguró que recibió muchos golpes. "Menos en la cara, en todo el cuerpo: patadas en las piernas, codazos en las costillas, en el pecho, en el estómago...", aseguró.
Al igual que narraron sus compañeros en sus respectivas testificaciones, el capitán explicó que cuando los piratas supieron de la detención de los dos acusados, empeoró la actitud de estos hacia la tripulación y se intensificaron los golpes y las amenazas. "La situación se hizo insostenible", afirmó Galbarriatu. La imposibilidad de los arrantzales a acceder al agua y a los aseos también fue todo un tormento. "Estuvimos 18 o 20 días sin tocar una ducha e íbamos al baño cuando les daba a ellos la gana", explicó. "A veces no nos dejaban y había que hacérselo encima", añadió. La situación era tan extrema que Galbarriatu definió como "una fiesta" y "un regalo", el hecho de que los piratas les permitieran lavarse la boca o ducharse.
el negociador El capitán del atunero también se refirió a la existencia de un jefe que hacía las veces de negociador de los piratas, un tal Jamma, del que ya hablaron otros arrantzales. Galbarriatu narró cómo él hizo las veces de intérprete entre Jamma y el patrón, cuando éste último hablaba directamente con el armador. El capitán aseguró que en ningún momento supo cómo iba la marcha de la negociación. "Yo siempre le preguntaba pero a mí siempre me daba largas", afirmó refiriéndose a Jamma.
Galbarriatu, que permaneció todo el secuestro en el puente del barco junto al patrón y los piratas, apartado del resto de la tripulación, narró cómo una vez que los piratas estuvieron en el barco, quisieron hacerse con las cosas de valor que había en el buque. Así, lo primero que hicieron fue ir a por el dinero de la caja del atunero, que ascendía a 45.000 euros y 10.000 dólares aproximadamente. Después comenzaron a apoderarse de las cosas de valor de los camarotes. Galbarriatu tuvo que llevar a cabo el ingrato cometido de ir abriendo y cerrando las habitaciones de sus compañeros para que entraran los piratas y registraran su interior.
Por otra parte, el capitán del buque contestó con un rotundo "no" cuando el abogado de la defensa le preguntó si había presenciado el pago de algún rescate. Así mismo, afirmó que no vio ninguna avioneta llegar el día de la liberación.
El capitán pasó de puntillas por el oscuro episodio del Ariana, aunque sí destacó que los piratas del Alakrana "se reían y se mofaban" de los tripulantes del buque ucraniano.
Galbarriatu no flaqueó en su testificación, pero sí lo hizo otro de los marinos que declaró ayer, Pablo Costa, espibotero del Alakrana, quien no pudo seguir hablando cuando se refirió al terrible episodio del buque ucraniano Ariana, uno de los momentos que más ha afectado a la tripulación del atunero vasco. La jueza, Ángela Murillo, estableció un descanso de unos minutos para que Costa se repusiera. Este marino narró que tuvo que hacer viajes a la costa en tres ocasiones para llevar y traer a algunos de los piratas y que en uno de esos viajes le pegaron en la playa.
Ayer también declaró el engrasador José Carlos Meira, que con el del Alakrana, ya es el segundo secuestro que sufre, ya que también fue apresado el Albacora 4, buque en el que él navegaba hace unos diez años
Este marino también se refirió al cambio de actitud de los piratas el día que se enteraron de que los dos acusados habían sido detenidos. "Esa noche pienso que había alguien rezando por nosotros", afirmó con voz temblorosa. "Fue una noche muy dura", añadió, explicando cómo les apuntaron con las armas. El engrasador sigue faenando en el mismo barco y en el Índico. "Tengo una edad y no tengo estudios para empezar un trabajo nuevo en tierra. Me tengo que buscar la vida. A mi casa el que lleva las alubias soy yo", dijo.
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