BAIONA. Sean pequeños o grandes, los pueblos quieren poseer héroes y militares, en general, con la paradoja de que no son siempre héroes vencedores. En Galia, Roldán fue vencido y también Napoleón; Juana de Arco, quemada; Okendo huyó para terminar muriendo en La Coruña, y Matalás, degollado. Además, si se analiza la vida de los héroes, hay luces brillantes, pero cantidad de tinieblas que se quieren ignorar. Así, si el tirano Napoleón sacudió Europa y preparó sin quererlo la unidad alemana y la unidad italiana, hizo guerras para distribuir tronos a su familia y tanto él como el desdichado José Bonaparte saquearon y destruyeron tesoros españoles; el caso de Matalás, nuestro héroe suletino, merece una nueva evaluación. Por ello, para quitar un poco la leyenda y el carácter excepcional de la sublevación, se deben introducir algunos puntos de historia de la época, del siglo XVII.

Bernardo de Goyheneche era un sacerdote de una casa noble de Mintikile/Moncayolle que estudió en Burdeos, donde le pusieron el mote de Matalás. Durante sus estudios allí tuvo seguramente conocimiento de lo que había pasado en Limosin, Gascuña y Auvernia entre 1594 y 1637, en protesta contra los excesivos impuestos, peajes y mitas de los señores y del rey. Los croquants, campesinos que se habían sublevado contra la dura opresión de sus señores feudales, guiados por hombres piadosos, intentaron establecer una nueva sociedad. La cuestión de la pobreza evangélica opuso en el medioevo a los franciscanos y los dominicos. En toda Europa, en los siglos XVI y XVII tuvieron lugar unas protestas contra la riqueza de los señores y de la Iglesia, pero con frecuencia lideraban el movimiento unos religiosos como los fraticelli.

Estas sublevaciones llevaron nombres variados, matxinada y zamakolada, en euskara, y en francés se suelen calificar de revueltas de pastores o jacquerie. La más antigua jacquerie de campesinos de la historia de Francia tuvo lugar alrededor de París, el 28 de mayo de 1348, como consecuencia de la miseria padecida por las actividades bélicas de la nobleza, y fue reprimida muy duramente por los nobles.

una deuda fatal En el caso vasco, la sublevación tuvo por causa una deuda que Zuberoa tenía con dos marqueses católicos. La raíz del mal fue el préstamo que los suletinos habían pedido, que fue ocasionado por un estado jurídico nuevo para Zuberoa. A partir de la conquista francesa del siglo XV, y sobre todo con la anexión del siglo XVI, Zuberoa pertenecía directamente al rey y no al reino de Francia, de modo que el rey empezó a vender las tierras de posesión colectiva. Para recompensar al hijo de un comerciante bearnés, Peyre, capitán de los mosqueteros, le dio un titulo de Vizconde de Tresvillas o de Iruri, y tierras colectivas, pero este señor fue sospechoso de un intento de crear una soberanía suletina y el rey quitó a la familia tierras y nobleza. Así, recuperó las tierras que para su uso pastoril y sus bosques necesitaban los suletinos, y ellos tuvieron que comprar con un gran préstamo las tierras que antaño les pertenecían.

Como los suletinos no conseguían saldar la deuda, los esbirros de los dos señores feudales arrestaron y tomaron como rehenes a una decena de suletinos. Goyheneche, informado de la protesta del biltzar suletino, del Zinbideta, se puso a la cabeza de 600 hombres armados, se apoderó del castillo de Mauleón y actuó como señor de Zuberoa. En el caso de Matalás, la parte más interesante es su propuesta de que en adelante, como en la Iglesia primitiva, el clero viviría en la pobreza y daría ejemplo de virtudes. Estos sublevados eran muy puritanos y querían una aplicación estricta de la moral cristiana. Preconizaban la colectividad de los bienes y la desaparición de la burguesía. No se limitaban a luchar contra los nobles y a criticar a la Iglesia, sino que además tenían propuestas y proyectos. En Europa, estos proyectos de nueva sociedad recuerdan, en un plano más bélico, lo que hicieron los jesuitas pacíficamente con las Misiones.

La parte más negativa de Goyheneche Matalás, que la literatura vasca quiere ignorar, fue el desviar esta sublevación, que se inició contra dos marqueses católicos, hacia una persecución de los protestantes de Zuberoa. A partir de 1662, Matalás quemó lugares de culto de los reformados, lanzó al río al pastor suletino Buztanobi, aterrorizó los pueblos protestantes obligando a la gente a ir a misa y ahogó a los que no querían abandonar la Nueva Religión Reformada.

En Francia, normalmente, se observaba, desde 1598 y desde el Edicto Real de Nantes, una paz religiosa, pero poco a poco se reanudaron las persecuciones contra los hugonotes. El rey Luis XIV organizó, impulsado por su confesor jesuita, lo que se calificó de Dragonnades, mandando soldados que actuaban con violencia en las comarcas protestantes, con expulsión de gente, violaciones, robos, etc. Pero si el rey autorizaba estos actos, no le gustó que un sacerdote hiciera lo mismo sin su permiso y, seguramente, en secreto, fueron los burgueses y algunos nobles suletinos los que llamaron para una intervención militar en Zuberoa.

Fue derrotado Matalás. Capturado, fue decapitado en el lugar donde ahora se alza la cruz blanca, Kurutxe Xuria, cerca del palacio Andurain. Dicen que expusieron la cabeza del rebelde a la puerta del castillo, y que esta fue enterrada según unos en la iglesia gótica de abajo, opero según otros en la iglesia barroca de Mauleón el Alto (Maule Gainea).

la revolución La sublevación cesó, pero la deuda, no. Al tiempo que la Revolución francesa felizmente interrumpió el reembolso de la deuda, quitó a las mujeres suletinas los pocos derechos políticos que tenían y suprimió definitivamente los fueros. Quizá con el recuerdo de las antiguas desdichas, los suletinos quedaron muy tranquilos durante aquella Revolución de 1789, pero quedó sin resolver jurídicamente el problema de las tierras colectivas prohibidas como privilegios monárquicos. Solo en 1848 se restableció el uso colectivo de los bosques y pastos de la alta montaña suletina, que hasta nuestros días se mantiene con el nombre de Sindicat, para uso de pastos y bosques de 43 pueblos suletinos.

Quizá, Matalás pensó organizar un principado suletino al estilo del vizcondado pasado, pero su patriotismo no tiene nada que ver con nuestros nacionalismos. Estas sublevaciones populares, estos motines de duración variable, se distinguen de las revoluciones ulteriores organizadas por una élite. Las rebeldías populares se caracterizan por su fracaso, tal vez por el carácter excesivo de sus proyectos frente a sociedades bien organizadas en su explotación de la plebe.

De muchos héroes nacionales españoles, franceses, alemanes o suizos se han realizado unos estudios críticos como acabo de hacerlo con Matalás, estudios permanentes y poco conocidos. De la leyenda de Goyheneche Matalás la literatura suletina ha sacado un héroe, y en varias obras se hacen alusiones a su carácter "nacionalista" y una pastoral entera trata del tema. Un análisis histórico del desarrollo de los sentimientos nacionales estadistas pide más cautela. El sentimiento nacional estadista francés apenas se dibuja en el siglo XVI, el español más tarde (¿con las guerras napoleónicas?) y el italiano, en el siglo XIX. Ni qué pensar de un sentimiento estadista de Matalás sin analizar lo que significaba el concepto de nación en la época; era lo que ahora llamamos pueblo o etnía. En este sentido, los suletinos sabían que eran de nación distinta, ya que si eran súbditos del rey de Francia, su patria era Zuberoa sin más.