bilbao. Con cautela y sin excesivas dosis de optimismo. Así percibe Fabián Laespada los movimientos de ETA y de la izquierda abertzale ilegalizada. Un "mundo" al que le exige más pasos.

¿Ve factible que el año que viene Gesto por la Paz no tenga que convocar otra marcha contra ETA porque la banda lo haya dejado?

Más que factible, es deseable. El último comunicado de ETA no cubre las esperanzas ni de la propia izquierda abertzale, por mucho que hiciera encaje de bolillos verbales. Da la impresión de que ETA no está todavía por un futuro absolutamente en paz, sin condiciones.

¿Qué esperan de la marcha de hoy?

Es una oportunidad para que la ciudadanía pueda sentirse cómoda. Una marcha silenciosa que apunta hacia el ejecutor de la violencia.

En Gesto no han recibido de forma positiva el comunicado del día 10.

Las expectativas eran otras.

¿Qué le falta al alto el fuego permanente, general y verificable?

Dos adjetivos: indefinido e incondicional. La sociedad vasca ya no se conforma con un alto el fuego. La tregua de 2006 nos demostró que ETA es insaciable.

¿El peligro puede ser que la sociedad asuma a ETA como una carga que está ahí?

Creo que está asumido desde hace tiempo. La sociedad vasca tiene necesidad de mirar hacia adelante.

¿Qué tiene que cambiar para que los ciudadanos vean con optimismo el nuevo escenario?

No nos podemos arrogar esa esperanza, porque ni ETA da el paso, ni la izquierda abertzale, que ha estado absolutamente apegada a la estrategia violenta, nos da esperanza alguna.

¿Y qué le toca hacer a la antigua Batasuna para ganar credibilidad?

Dar más pasos, no llegamos a la botella medio llena. Y por eso, siendo un hecho tremendamente preocupante que haya una fuerza política que no pueda presentarse, la sociedad no se moviliza porque entiende que es el mundo de Batasuna el que tiene que dar más pasos.

¿Cómo asumirían los ciudadanos la posible continuación de la ilegalidad de la izquierda abertzale?

La sociedad vasca, en general, es bastante sabia y percibe que la Justicia va a hincar el diente al tema de la violencia y la vinculación con Batasuna. Aunque hay una serie de portavoces oficiales que hacen unas declaraciones impecables, hay hechos y formas que muestran que ese mundo todavía sigue percibiendo la violencia como algo suyo.

¿El rechazo al grupo armado tiene que ser con luz y taquígrafos?

No es que haya que hacer un conjuro contra ETA, pero sí una declaración de reconocimiento del daño que ha causado.

Pero implícitamente, al rechazar todo tipo de violencia, ya están rechazando a ETA.

Lo tienen que hacer públicamente. La izquierda abertzale ha despegado de una pista en la que se sentía totalmente adherida a la violencia como justificación para conseguir objetivos políticos. Está despegando y no ha dado los pasos suficientes, porque no hay un rechazo expreso a ETA.

Pero pasos sí que ha dado.

Sí, está claro. Y van por el buen camino.

¿Ayudaría que Arnaldo Otegi, uno de los supuestos posibilistas, estuviese en libertad?

Lo que ayudaría es que Arnaldo Otegi hiciese una declaración ante la sociedad vasca enfrentándose de forma clara a ETA.

¿Qué opina de la imagen de Txelui Moreno alentando a su hijo tras ser detenido? Algunos, como Antonio Basagoiti, vieron la "trampa" de la estrategia de la antigua Batasuna.

De los asuntos familiares es muy difícil hablar. Cuando uno habla de su hijo no lo hace con criterios políticos, sino afectivos. Por lo tanto, la actitud de Txelui Moreno me parece absolutamente normal.

¿Si no son legalizados pueden cargar de razones a los que apuestan por mantener la violencia?

Esperemos que no vaya por allí el asunto, pero es cierto que la izquierda abertzale siempre ha sabido utilizar el argumento victimista.

¿Qué le pasa por la cabeza cuando ve que ETA emite un comunicado y a la vez roba coches en Francia?

La sensación es que no hay un verdadero convencimiento de dejar las armas. El escepticismo, la falta de ilusión de la sociedad vasca es normal, no solo venimos de varios fraudes, sino que no vemos que existan pasos decididos.

¿Madrid debe mover ficha?

No tiene que moverse especialmente hasta que no se dé un definitivo final de la violencia. A partir de ahí, el Gobierno debería hablar con ETA de dónde se depositan las armas y qué se hace con los presos.

¿La sociedad vasca sabrá convivir sin mirar al pasado en un escenario normalizado?

¿No cree que, para lo que ha ocurrido, vivimos con bastante sentido común y sentido de la convivencia?

¿Usted lo piensa?

Sí. Todo ese dolor que está ahí, todos esos mil y pico muertos por ese trasfondo político, llevamos conviviendo con él mucho tiempo. Esto no es Irlanda, aquí no hay muros de la vergüenza.

¿Por qué lo dice?

La convivencia, aún habiéndose resentido, no se ha agrietado, porque hemos sabido entendernos. ¿Qué es lo que puede pasar a partir del final de ETA? Que todo va a ser mucho más fácil, aunque es cierto también que las víctimas van a alzar la voz pidiendo justicia, reconocimiento y futuro con memoria.

Lo que parece comprensible es que una madre a la que le han matado a su hijo no quiera perdonar.

Las víctimas no tienen que reconciliarse con nadie.

¿Que las víctimas cuenten su experiencia en las aulas va a ayudar?

Es fundamental, porque nunca se ha hablado de esto en este país.

¿Se equivocan los que mantienen que hay que aplicar una política de vencedores y vencidos?

Las grandes vencidas y derrotadas han sido las víctimas, de un signo y de otro.

¿Es partidario de la política penitenciaria de Interior de premiar a los presos de ETA que renuncian a la violencia?

El tema de la reinserción es fundamental. Hay que poner una pista de aterrizaje a todos los presos de ETA que quieran reinsertarse.