Bilbao. Alfonso Escámez era una de las figuras centrales e imprescindibles de aquellas reuniones de los siete grandes de la banca española. Citas que reunían a los presidentes de los bancos Central, Bilbao, Vizcaya, Santander, Popular, Hispanoamericano y Banesto y que dejaban aquellas imágenes de señores serios, mayores, preocupados por los cambios sociales, económicos y políticos de la España de los ochenta. Entre todos ellos, Alfonso Escámez, fallecido en Madrid el pasado 16 de mayo a los 94 años, destacaba por ser, literalmente, un hombre hecho a sí mismo, por ser un banquero que había llegado a la presidencia de una de las entidades más importantes de ese momento -el Banco Central- desde el puesto de botones. Vista en retrospectiva, la biografía de Escámez y sus 62 años de vida laboral configuran la crónica de toda una época que aglutinó cambios económicos decisivos; una época en la que el Estado español, partiendo de la autarquía, se abrió al exterior y adoptó los modos y formas de una economía más moderna. Uno de los logros de Alfonso Escámez fue saltar las estrechas fronteras del ámbito económico español al conseguir que en la década de los ochenta el Banco Central fuera la primera compañía financiera europea en cotizar en el primer mercado de la Bolsa neoyorquina. Otras empresas pudieron seguir luego ese camino que modernizaba las finanzas y la economía estatales, al tiempo que facilitaba la captación de unas inversiones fundamentales para el desarrollo. Desde su papel de banquero Alfonso Escámez contribuyó decisivamente a la industrialización del país y apoyó la consolidación de empresas como Dragados y Cepsa, petrolera de la que fue nombrado presidente en 1984. También facilitó la modernización y crecimiento de otras muchas compañías al impulsar el grupo industrial de su banco.

Alfonso Escámez López, nacido en la localidad murciana de Águilas en 1915, comenzó a trabajar a los doce años como botones en la sucursal de su pueblo del Banco Internacional de Industria y Comercio debido a que la muerte de su padre en un accidente de tráfico le obligó a contribuir al sostenimiento de su familia. Este banco -presidido por Ildefonso Fierro- fue absorbido en 1941 por el Central, donde Escámez desarrolló toda su carrera profesional que le llevó desde el último escalafón hasta la presidencia.

Tras estrenarse como botones, Alfonso Escámez pasó por otros muchos puestos (oficial, inspector de sucursales, subdirector, director gerente, etc.) y en noviembre de 1973 fue elegido presidente del Banco Central. Bajo su presidencia logró situar la entidad como primer grupo financiero de España al culminar la adquisición del Banco Ibérico. En la década de los sesenta fue el impulsor de la expansión internacional del grupo, con la adquisición de las primeras filiales hispanoamericanas y estadounidenses. Al frente del Central tuvo que acometer la reestructuración del sector bancario de mediados de los años ochenta y el fallido proceso de fusión con Banesto. Mantuvo un pulso con los Albertos (Alberto Cortina y su primo Alberto Alcocer), dueños de un 12 % del Central, que querían aumentar su control hasta un 30%. El 7 de mayo de 1990, después de que los Albertos se divorciaran de las hermanas Koplowitz, Alfonso Escámez firmó un acuerdo con estas empresarias para comprarles su participación.

Un año después, el 14 de mayo de 1991, firmó con José Mª Amusátegui, presidente del Banco Hispanoamericano, el protocolo de fusión de ambas entidades, que concluyó el 27 de diciembre de ese mismo año con la constitución del Banco Central Hispanoamericano, grupo del que fue presidente hasta octubre de 1992.