Josep Lluís Núñez, que estuvo al frente del FC Barcelona 22 años (1978-2000), llegó a comparar la presidencia del club culé con la Generalitat. Núñez, constructor, plañidero en los títulos o la zozobra azulgrana, soportó en su época dorada los embates de José María García. Bajito como él, este pope de la crítica deportiva se mostraba enorme e implacable con todo aquel que no le rendía pleitesía. García motejó a Núñez como el Napoleón de Las Ramblas, y al final, la decadencia de ambos acabó confundiéndoles en una franca amistad.
Núñez sufrió el acoso y derribo de otro personaje. Más cercano. Un soci. Insurgente, jovial, descarado, inteligente. Joan Laporta, al frente de la plataforma Elefant Blau (Elefante azul), promovió en 1998 una moción de censura contra Núñez que, aunque no prosperó, le sirvió para darse a conocer entre los culés como ese hombre nuevo, capaz de desafiar al esclerótico y poderoso nuñismo.
Apoyado por un equipo de jóvenes aunque destacados empresarios y bendecido por el mismísimo Joan Cruyff, Joan Laporta, abogado, de 47 años, ganó contra pronóstico las elecciones a la presidencia del Barça el 15 de junio de 2003. Con él al frente, el Barça acaba de alcanzar su cénit deportivo: Liga, Copa y Copa de Europa en una sola temporada.
el oportunismo El Barça se ha convertido en un conjunto deslumbrante, que devora rivales y títulos con pasmosa facilidad. Probablemente sea el mejor equipo del mundo, pero el mejor equipo del mundo es, ante todo, más que un club. Y eso sólo tiene una traducción: está forjado bajo el fuego identitario del catalanismo.
Por eso y aprovechando el clímax social que brinda el éxito más absoluto del Barça, Joan Laporta ha decidido dar definitivamente el paso: se mete en política, y lo hace como adalid del independentismo catalán.
Los escarceos del presidente blaugrana con este mundo no son nuevos, pues colaboró a mediados de los años noventa con Pilar Rahola y Àngel Colom en la creación del Partit per la Independència (PI), que acabó por disolverse a causa de a los malos resultados electorales.
Sin embargo, dos factores han coincidido para dar forma y contenido al oportunismo político de Laporta.
El próximo año habrá elecciones autonómicas en Catalunya. Y el próximo año, también, acaba su gestión al frente del Barça, ya que los actuales estatutos del club no permiten más de dos mandatos.
Lo hace además con credenciales, ungido como el presidente que ha pilotado la historia más brillante de la entidad blaugrana, amén de protagonizar decisiones de alto valor social, como el acuerdo de asociación con Unicef, potenciar la Masía, el símbolo de la cantera, o combatir sin cuartel a los boixos nois, el sector violento de la hinchada culé, hasta el punto de poner en riesgo su integridad física y la de su familia. Con este denso bagaje, Laporta se ha convertido en un potencial Messi para el mercado del nacionalismo catalán, cuya desunión ha permitido que dos socialistas, Pasqual Maragall y José Montilla, presidan el gobierno de la Generalitat desde 2003.
La entrada en el campo de juego político de Joan Laporta sucede además cuando el Estatuto de autonomía de Catalunya está pendiente del fallo del Tribunal Constitucional, que puede desencadenar un cataclismo político.
Ahora bien. Laporta se define independentista radical, y con ese pedigrí ya ha jugado dos partidos de exhibición con equipos diferentes, manteniendo el enigma de su fichaje.
En el primero se alineó con el magma de organizaciones secesionistas que desfilaron juntas en la última Diada, el pasado 11 de septiembre. Laporta apareció en primera fila, agarrando la pancarta con el lema Som una nació i volem un Estat lliure (somos una nación y queremos un Estado libre). Joan Carretero, ex conseller de Governació, ex militante de ERC y líder de Reagrupament, partido recién creado, ya ha ofrecido a Laporta encabezar los próximos comicios para beneficiarse de su gran valor social y mediático,
Pero resulta que el presidente del Barça jugó después otro partido con ERC, bando con parecido mensaje y territorio electoral, participando por invitación expresa en la tradicional marcha de las antorchas que cada 15 de octubre organiza en el castillo de Montjuïc para recordar a Lluís Companys, el ex presidente de la Generalitat fusilado hace 69 años.
Laporta acompañó a Joan Puigcercós, candidato a la presidencia de la Generalitat por ERC. Es decir, que si el ambicioso dirigente azulgrana opta por el partido republicano no podrá ser el primero del cartel.
Ese día Laporta llamó a "levantarse" contra "quienes cada año tratan a Catalunya con intransigencia".
Mientras tanto, Artur Mas, líder de CiU, se limita a esperar acontecimientos lamentando que el presidente del Barça "maree la perdiz" con su salto a la política.
Por las ondas radiofónicas otro pope del periodismo deportivo, José Ramón de la Morena, clama contra Laporta por su deriva independentista, argumentando que el Barça tiene muchos seguidores por todo el Estado español que no se merecen semejante desaire. Por los campos de fútbol ya truena el himno "Laporta cabrón, España es tu nación"; presidentes autonómicos, como Miguel Ángel Revilla, le acusan de "radical separatista" y Laporta está encantado. Lleva dos meses entre mítines y soflamas en los que denuncia una "conjura" contra él por su vocación catalanista, consciente de que el martirologio vende mucho en política.