El espíritu popular que predomina en la carrera Las Arenas-Bilbao es sinónimo de pasión por el atletismo y ganas de disfrutar a través del deporte. Por eso se trata de una prueba que deja algunas estampas peculiares durante el recorrido de 11,9 kilómetros que une Las Arenas y Bilbao junto a la ría. En paralelo al suburbano, la espiral multicolor formada por un millar y medio de atletas acaparó ayer todas las miradas en torno a esta fiesta del atletismo. La salida fue un punto de encuentro entre amigos que quedaron poco antes del inicio para desayunar juntos en los aledaños de la salida, charlar y ponerse al día antes de echar a correr. Tampoco faltaron las clásifcas fotografías, selfies o directos en redes sociales. Una vez iniciada la carrera, era preferible guardar fuerzas para poder entrar en la capital vizcaina con la mejor sonrisa. Algunos lo hicieron acompañados de sus hijos e hijas, como fue el caso de Samantha Jiménez, que completó los últimos metros con sus pequeños en brazos, mientras que otros prefirieron fundirse en besos y abrazos nada más cruzar la meta. Era el momento de disfrutar del sufrimiento.

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La carrera Las Arenas-Bilbao, en imágenes Oskar González

Pero, sin duda, si hay alguien que se acordará toda su vida de esta XXVII edición de la prueba es la pareja formada por Aitor Morales e Inés Bac, naturales de Madrid. En menos de una semana se convertirán en marido y mujer, en una ceremonia que se celebrará en Bilbao, y a su cuadrilla de amigos no se le ocurrió una mejor idea que hacerles disputar la carrera como prueba de despedida. Aitor completó los 11,9 kilómetros disfrazado, después de una alegre e intensa noche, mientras que Inés se unió más tarde, a la altura del Guggenheim, y ambos corrieron unidos por un hula hoop los últimos metros. Y es que ya se sabe, lo que Las Arenas-Bilbao ha unido, que no lo separe el hombre... Eso sí, una vez sufrido, lo celebraron con unas rabas y un marianito, como Dios manda.