LA validez de las palabras está supeditada a los hechos. Antes y ahora. ¿Ahora? Está visto que en la actualidad las palabras salen gratis, no comprometen, se las lleva el viento o, sencillamente, se cambian por otras y listo. Así de fácil. La pérdida de credibilidad ya no es problema para conciliar el sueño porque puede que haya dejado de ser un problema. Enmarañar la realidad, lanzar mensajes que confunden o generan dudas, recurrir a silencios interesados, dejar que el tiempo corra y los temas se pudran, son solo algunos de los recursos en boga que se combinan de forma calculada cuando no hay intención de hacer lo sugerido previamente. El amparo de ese formidable aliado llamado eufemísticamente redes sociales permite, dicen que sin excesivo riesgo, influir decisivamente en la opinión pública.

La llegada del primero de enero de 2023 viene a certificar el nulo interés de la directiva del Athletic en promover o favorecer la permanencia en el equipo de Iñigo Martínez, quien finaliza contrato en junio como todo el mundo sabe. Así expuesto, suena fuerte, pero para comprobarlo basta con remitirse a los hechos, que en este caso son exactamente lo opuesto: pura omisión de hechos. Que no de palabras.

La campaña electoral queda muy lejos, pero también entonces la plancha ganadora difundió que atar al central era asunto “prioritario”. Claro, cómo no, si objetivamente se trata del futbolista más relevante de la plantilla, nadie ha brindado un rendimiento superior en las cuatro temporadas anteriores. Más recientemente, el presidente subrayó la valía de Iñigo, le adjudicó un peso específico capital en “la consecución de los objetivos deportivos” y remató así su intervención: “Ojalá tengamos un proyecto ilusionante para contar con él más años”. No es el único posicionamiento en este sentido salido de su boca: expresó literalmente su deseo de que “siga aquí muchos años”.

Lo cierto es que, a día de hoy, ningún responsable del Athletic se ha dignado a dirigirse a Iñigo Martínez, siquiera para conocer sus inquietudes, sondearle, saber cómo respira. Huelga añadir que el insólito ejercicio de incomunicación que abarca los seis meses de mandato de los dirigentes, implica que el jugador no ha recibido propuesta alguna orientada a prolongar su vínculo con la entidad.

Conclusión: si Iñigo no tiene constancia de que el Athletic quiere que continúe en su seno, resulta obvio que es porque no quiere. Por lo que Iñigo, no solo alberga poderosas razones para solucionar su futuro lejos de Bilbao sino que, a efectos prácticos, se le está empujando a que lo haga.

¿Será eso lo que busca la directiva, el anuncio de Iñigo de que en verano vestirá otra camiseta? Bueno, aunque esto sucediese, que a este paso se antoja inevitable dado que pretendientes no le faltan, la directiva en absoluto queda eximida de su responsabilidad. Su obligación era y es intentar convencer a Iñigo de que no se mueva, de que su sitio está en el Athletic, de que se le necesita. Cuestión diferente es que el jugador prefiera cambiar de aires o que no le satisfaga la oferta de Ibaigane, pero aún así esta hipótesis no justificaría la inacción de la directiva, que ni siquiera está en condiciones de asegurar tales cosas porque ni se ha dignado a pulsar al jugador.

Mientras, van ya muchas semanas de bombardeo de mensajes tendentes a minimizar el valor deportivo de Iñigo –con Vivian y Yeray el equipo tiene cubierta la posición–, se desliza asimismo que el costo de su nuevo contrato gravaría en exceso la economía del club y, en el colmo de la ridiculez, se apunta que su marcha facilita la renovación de Sancet y Nico Williams, que concluyen contrato en 2024. A esto cabría replicar que acaso las cuentas cuadrarían de no haberse acometido el fichaje encubierto de Herrera, publicitado como cesión. ¿Qué interés puede tener el PSG en repescar el próximo verano un descarte de 34 años que percibe ocho millones anuales? ¿Cuál es el costo de esta operación para el Athletic?

En fin, que todo vale para depreciar una pieza diferencial y restar importancia a su adiós. En un contexto donde la institución pretende vender un porvenir de ilusión, la optimización del rendimiento y sitúa la meta en Europa, ¿cómo encaja la renuncia a contar con el mejor futbolista? Uno creía que reunir a los futbolistas vascos más valiosos era, aparte de un afán legítimo, el primer mandamiento de los gestores del Athletic. Los hechos revelan que no deja de ser una pose. Y lo más triste, dejando a un lado el trato dispensado al jugador: deducir que la directiva se ha pillado los dedos y ante la imposibilidad de generar ingresos opta por compensarlo a costa del potencial del equipo.

PD: “Parece que los y las socias del Athletic somos tontos, pero no es así. Aquí la gente sabe mucho de fútbol” (Jon Uriarte, en campaña).