PLENO mes de enero y tras la resaca de las fiestas navideñas, las rebajas asaltan las tarjetas de crédito. Pero este fenómeno social que marcaba hace unos años el inicio del año está de capa caída. La ley ya no marca un periodo de tiempo cerrado para la reducción de precios como antaño con lo que los descuentos agresivos se pueden plantar en el escaparate en cualquier época del año. A ello se unen los outlets especializados y los perennes saldos del gran bazar que protagonizan las plataformas de venta en internet. Quizás si pasearon el pasado sábado por la Gran Vía bilbaina les parezca que no es así. No se equivoquen. El negocio del periodo de saldos para las grandes cadenas se mide por el conjunto de las fechas, no solo por los fines de semanas que aquí se reducen además a la mitad. Es en los días laborables con ventas cuando se nota si una campaña va por buen camino o no. Bien lo saben los pequeños comercios que afrontan este periodo siempre con incertidumbre en función del clima, la carestía económica y el talante del consumidor. Estos autónomos no pueden ponerse a la altura de los descuentos agresivos que implantan los colosos de la distribución porque lo que venden ya está comprado a sus proveedores meses antes y las saldos no pueden superar el 30%. ¿Donde iría si no su margen? En su mano tienen la cercanía, el conocer a su cliente y ofrecerle una atención que le haga volver incluso cuando acaben las rebajas. Ese es el ánimo que deben tener para seguir adelante.