ENTRE tantas imágenes de horror del conflicto Israel-Palestina con niñas y niños calcinados y hombres y mujeres llorando sobre los cadáveres de familiares fallecidos, ha pasado prácticamente desapercibida otra agresión a una adolescente en Irán, Armita Geravand, de 16 años, que se encuentra en estado de muerte cerebral. Al parecer, un agente de la llamada policía de la moralidad la empujó contra una barra metálica en el metro de Teherán por el simple hecho de no llevar velo. En septiembre se cumplió un año desde que Mahsa Amini, de 22 años, fallecía mientras se encontraba detenida por llevar mal puesto el hiyab. El mundo se enteró de que algo grave estaba ocurriendo en Irán a través de las redes sociales, mujeres indignadas quemaron su hiyab y dejaron su pelo al descubierto en desafío al régimen teocrático tras la muerte de la joven kurdo-iraní, pero, parece que poco ha cambiado en el país. Todo lo contrario, el suceso ha acabado esta misma semana con la condena a 13 y 12 años de cárcel de las dos periodistas que revelaron el caso de Mahsa. Hace unos años viajé a Jordania y comprobé en algunas zonas remotas del país lo invisible que te sientes cuando ni siquiera te miran a la cara por el simple hecho de ser mujer o cuando entras a una tienda y te abuchean por no llevar velo. En muchas zonas del planeta las mujeres ni siquiera somos ciudadanas de segunda o tercera categoría, simplemente no existimos.
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