A todos nos gustaría vivir en un constante puente. O directamente en el metaverso, con una semana laboral idílica de cuatro días. Pero para el ensayo general que anunció Mendia, no veo mucha disposición entre los empresarios. No creo que la patronal esté por la labor de estos experimentos. Además, si de cinco, bajamos a cuatro y no se incrementan las horas de trabajo ni se baja el sueldo, algo no cuadra. Es evidente que sobra el 20% de la plantilla. En un país de servicios, con predominio de pymes, con un sector turístico y de ocio aplastante, me temo que trabajar cuatro días a la semana, con vacaciones y festivos, será para privilegiados. A lo mejor, el truco reside en que no es necesario tener abiertos comercios y bares 24/7, pero entonces se nos va a pique la cultura de la juerga. Y además, mientras los salarios sean los actuales, ¿para qué quieres un día más de asueto? ¡Igual hay que buscarse otro curro las tres jornadas restantes! Este planteamiento puede servir para que los trabajadores de la administración pública mejoren sus condiciones, pero no para la empresa privada. Muchísimos empleados están sujetos a horarios que no se pueden acortar por mucha productividad que demuestren: sanitarios, bomberos, policías, hosteleros... Tampoco veo al sector primario en esta historia. Así que no conviene generalizar algo que beneficiaría solo a unos pocos, mientras al resto de curritos se nos calienta la cabeza con falsas expectativas.

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