Inauguramos el año de los entrecomillados con las previsibles loas fúnebres a Benedicto XVI. Nada que objetar, salvo que a algunos de los amanuenses se les va la mano con el azúcar y que no son pocos los que aprovechan la necrológica para hablar de sus obsesiones.
"Ratzinger era la continuación de la lucha de Wojtila contra la línea pro-comunista que se impuso en la Iglesia desde que Arrupe y los jesuitas se pasaron al bloque soviético"
El primero de todos, Federico Jiménez Losantos, que dedica una larga sábana en Libertad Digital a glosar al papa recién difunto. ¿Su mayor virtud? Que, como su santísimo predecesor polaco, mantenía a raya a los rojos: “Ratzinger era la continuación de la lucha de Wojtila contra la línea pro-comunista que se impuso en la Iglesia desde que Arrupe y los jesuitas se pasaron al bloque soviético. Bergoglio, que no por casualidad es jesuita, representa todo lo contrario: la vuelta a aquella iglesia de izquierdas que, tras el Vaticano II, liquidó muchas de las certezas indiscutidas entre los católicos”.
"Su papel no era complacer a los ateos, los agnósticos o a aquellos que quieren destruir a la Iglesia"
Francisco Marhuenda detiene la elegía un peldaño más abajo, pero no puede evitar nombrar a los ateos. Por supuesto, con mención al antecesor: “Una trayectoria ejemplar, un corazón enorme, un teólogo extraordinario y un sacerdote sin pretensiones populistas que Dios le llevó a suceder a San Pedro. Era la figura perfecta para suceder a un Papa tan carismático como San Juan Pablo II. Elegante en las formas, su magisterio estuvo marcado por su elevada altura intelectual. Su papel no era complacer a los ateos, los agnósticos o a aquellos que quieren destruir a la Iglesia, sino situarla en el nivel que le corresponde como faro que ilumine a la Humanidad en tiempos tan convulsos”.
Varias páginas antes, Alfredo Semprún rechinaba los dientes en el diario azulón porque el alemán, según él, estaba muy por encima de los descreídos mortales: “Y, claro, una sociedad maltrecha, sorda y ciega bajo las fanfarrias del progresismo laicista, tiende a encerrarse en lo individual o sustituye a Dios por las viejas deidades panteístas en las que el hombre, sobre todo el que era pobre y vivía subyugado, sólo contaba como juguete del Olimpo. Benedicto XVI, ya les digo, un hombre sabio que había conseguido hacer la síntesis de la fe con la filosofía griega y el pensamiento jurídico romano, tenía demasiada luz, demasiado conocimiento en su mente”.
En ABC, el editorialista derrama jabón a discreción: “Tras el impulso arrollador de Wojtyla, Ratzinger tardó poco en acallar el baldón de intransigente e inquisidor con el que fue recibido por sectores de la opinión pública, dominados por prejuicios injustos. Pero pronto salió a la luz la exquisita sensibilidad teológica de quien, como catedrático, ya había forjado una fértil doctrina en la que se formaron decenas de miles de sacerdotes, religiosos y laicos”.
Unas páginas más allá, el raro beato Juan Manuel de Prada comienza así su ditirambo: “El papado de Benedicto XVI fue percibido por muchos católicos –entre quienes me cuento– como un regalo precioso. Era –salvando las distancias– como si John Henry Newman hubiese accedido al ministerio petrino. No sólo por tratarse Ratzinger de un hombre de alta categoría intelectual –aunque no rayase a la altura inalcanzable de Newman–, sino también porque desde un 'pasado' proclive a la sombra había abrazado la luz”. Pagaría un céntimo por saber cuántos de los lectores tienen alguna idea de quién fue el citado Newman.
En El Mundo es Raúl del Pozo quien rinde los honores al alemán: “Benedicto XVI, que tenía cara de ángel según Fidel Castro, fue el primer Papa que dimitió en 600 años. Aunque había sido recibido como un inquisidor, él no era un integrista sino sabio razonador, un políglota que daba la bendición urbi et orbi en 65 idiomas. Fue Pontífice desde 2005 hasta ese año de 2013. La banda de pequeños Borgia conspiró contra él y ganó”.
Naturalmente, el diario ultracatólico El Debate tira la casa opinativa por la ventana con motivo del deceso. Por supuesto sin reparar en gastos a la hora de la lisonja: “Benedicto XVI ha sido un papa extraordinario que ha exhibido la humildad del verdadero sabio. Uno de los más grandes pensadores de nuestro tiempo no podía dejar de ser uno de los grandes pontífices de la historia de la Iglesia”.
"Leer a Ratzinger es un ejercicio de tolerancia, en la misma medida que escuchar a Sánchez o a Díaz otro de intransigencia"
Para no aburrirles, cierro la selección con un pellizco del panegírico de Antonio R. Naranjo, que no puede evitar traer a colación a dos de sus pimpampunes de cabecera: “En un momento donde se levantan muros artificiales y se excavan trincheras innecesarias entre ciudadanos que, de no ser por ese mensaje político frentista, se sentirían hermanos; leer a Ratzinger es un ejercicio de tolerancia, en la misma medida que escuchar a Sánchez o a Díaz otro de intransigencia trufada de mentiras obscenas”. Y se queda tan ancho.