NO siempre se cumple el plan, no siempre la vida encaja con las ideas previstas. El arquitecto neerlandés Rem Koolhaas lo dijo tiempo atrás: Un edificio tiene dos vidas. La que imagina su creador y la propia vida que tiene. Y no siempre son iguales. Esa posibilidad planea sobre la última torre de Garellano que acaba de tocar el cielo. Este rascacielos se corona ya como la torre residencial más alta de Euskadi pero su historia se concentra en las tres planta bajas, cuya utilidad aún está por decidir: un centro comercial o unos apartamentos turísticos, usos, estos últimos, muy demandados. Al tratarse de una cooperativa serán los vecinos quienes tomen la decisión, más allá de las previsiones iniciales.

Sin saber muy bien porqué, al enfrentarse a esta noticia aparece en mi horizonte una escena de la película Philadelphia, a mi juicio el mejor momento que ha dejado Tom Hanks para la historia del cine. Habla con su abogado sobre su pasión por la ópera mientras se mete el medicamento. Mientras baila con el gotero suena la aria La Mamma Morta, perteneciente a la ópera Andrea Chénier de Umberto Giordano y el actor va describiéndole la letra a su interlocutor. Y es entonces cuando llega.

Es entonces, cuando la banda sonora adquiere una fuerza creciente, cuando Tom, que va desentrañando cada estrofa, llega hasta el cenit, a la cúspide del rascacielos y, con la voz de María Callas de fondo, recita “Yo soy el dios que desciende del cielo a la tierra para hacer de la tierra un cielo. Yo soy el amor” mientras el frío abogado se derrite. Y desde entonces, desde el día en que la vi por primera vez, en la década de los años noventa del pasado siglo, cada vez que me encuentro con una historia tocante a las alturas aparece en mi memoria. Me he atrevido a confesárselo aunque son ustedes bien libres de pensar que esto no es sino una boutade, pura tontería ñoña del cronista. Disculpen si les molesto.

Volvamos a la tierra. La quinta torre de Garellano, que no guarda relación alguna, válgame Dios, con aquellas quintas columnas que guardaban fidelidad al enemigo en tiempos de guerra, ya ha tocado el cielo. La llevan esperando tiempo. Y resulta que ahora, cuando ha llegado a su cumbre, el debate se libra en los bajos fondos, si me lo permiten decir así. Son tiempos distintos a aquellos en lo que todo se planificó y el edificio puede tener una vida no prevista.