Andaba uno, de regreso a la cruda normalidad tras la visita al paraíso de Sevilla, dándole vueltas al terrible asesinato de San Francisco y el tremendo mea culpa del acusado confeso (de nada sirve el arrepentimiento postrero...) que desvela una de tantas historias sobrecogedoras que se viven, de puertas adentro, en esta sociedad de la apariencia en la que vivimos, y a la huelga indefinida de Bilbobus que entorpece, cuando no paraliza, el tránsito de una parte reseñable de la sociedad, por elegir una de las dos cuestiones sobre las que opinar cuando llegó la noticia del fallecimiento de José Antonio Ardanza, viejo lehendakari que tantos pasos dio en los últimos años del siglo XX. Y así, sumando las tres tristezas, se te queda cara de pasmo. Dolor de los dolores, este del alma.

Tiempo habrá, me temo, de hablar sobre las tres historias. Supongo, eso sí, que el juicio al tipejo que volcó sus excesos sobre el cuerpo de una mujer hasta quitarle la vida, será breve y con una sentencia contundente. Debiera serlo. No fue el arrebato de la primera vez (tanto daría, como comprenderán...) sino una cadena perpetua para esa mujer, que acabó con el ajusticiamiento final.

La huelga del autobús que tanto afecta a tanta gente, como les dije, lleva el paso de cronificarse. Como tantas veces ocurre las protestas de unos, sean justas o no, afectan a muchos más. Se diría les guían a los protestantes (no a estos solo, a muchos otros, como si el pueblo fuese un arma de presión...) una pancarta de Solidarízate a la fuerza. Es el signo de los tiempos. Parece que el asunto va para largo. Llegará un día en que la gente estalle.

Y mientras tanto, la pena por Ardanza. Se va uno de los hombres que tanto le ha dado al pueblo. Tanta entrega, tanta lucha, tantas ideas, tanto amor. Se va y Euskadi le va a echar de menos. Goian bego!