Las calles se sembraron de voces, de pancartas y de un clamor por la igualdad que resonó en todos los rincones del mundo. Las manifestaciones del 8M van más allá de las conmemoraciones; son una expresión contundente de la persistente lucha por los derechos de las mujeres, una demanda de justicia social y una llamada a la acción para erradicar la discriminación de género en todas sus formas.

No pocas mujeres se enfrentan hoy a la precariedad laboral, a la sobrecarga de trabajo no remunerado y al aumento de la violencia doméstica. Sin embargo, lejos de silenciarse semejante castigo, las mujeres han alzado aún más fuerte su voz, exigiendo un cambio estructural que garantice una sociedad más justa e inclusiva para cualquier ser humano.

Las manifestaciones del 8M recuerdan que la lucha por la igualdad de género está lejos de terminar. A pesar de los avances logrados en décadas pasadas, aún persisten barreras que limitan el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres en todas las esferas de la vida. La brecha salarial, la falta de representación política, la violencia de género y la inequidad en el acceso a la educación y la salud son solo algunas de las injusticias que continúan afectando a millones de mujeres en todo el mundo.

Es fundamental que esta jornada de movilización no se limite a un día al año, sino que se convierta en un compromiso constante por parte de la sociedad y de los gobiernos para promover la igualdad de género en todas las políticas y prácticas. Es necesario adoptar medidas concretas para garantizar la participación equitativa de las mujeres en todos los ámbitos, así como para erradicar la violencia machista y promover una cultura de respeto y diversidad. La igualdad no es un privilegio, es un derecho fundamental que debemos defender y promover cada día del año.