CUESTA dar con las razones de porqué pesa tanto el ancla, de porqué resulta una tortura izar las velas. Ahora, cuando el Gobierno vasco anuncia la próxima puesta en marcha del plan Emantzipa para jóvenes de entre 25 y 29 años, a cualquiera se le ocurre indagar en los porqués la juventud se encuentra con las barreras de la emancipación. No es fácil dar con una en concreto. Lo mismo resulta un imposible casar la compra o alquiler de un piso para vivir por cuenta propia, con unos sueldos que no alcanzan para el pago de la hipoteca o al alquiler y la supervivencia, que uno percibe que hay una parte de la juventud que, teniendo la posibilidad, lo que no tiene son ganas. En casa viven como Dios, rara vez aportan para los gastos y se encuentran con la comida hecha y la ropa planchada. Irse... ¿para qué?

Hubo un tiempo en que las tribus de Israel siguieron los pasos de Moisés para liberarse del yugo egipcio, para emanciparse y vivir acordes a su libertad. Hoy existe un porcentaje de la juventud que ve esos 300 euros mensuales que aporta el Gobierno vasco como un maná que alimenta su libertad. Pero hay otra parte que renuncia a esas alas para volar sueltos por la comodidad de las cadenas que no les aprietan ni un ápice. Hay un puñado de gente que quiere llegar sin hacer el camino. Sin esfuerzo ni pelea, sólo cambiando el timbre del ascensor.

Es la juventud de dos velocidades. De ella hablamos. El Gobierno vasco insiste en que cuanta más gente viva por su cuenta más gira el dinero. No, no es exactamente eso a lo que llamamos economía circular pero sí es una invitación a que el dinero pase de mano en mano sin detenerse en el semáforo. Si eso es posible y encajan los recursos con las necesidades es posible que hayamos subido un par de peldaños más en la escalera de la felicidad.

Hay que quitarle un punto de épica a todo esto y verlo con más claridad y menos dramatismo. En verdad, una persona libre (o que se va de casa y echa a volar por si solo...) no se pregunta ni qué puede hacer su país (o sus progenitores) por él, ni qué puede hacer él por su país (o por sus progenitores). Hay que mirarlo con sensatez y equilibrio. Los 300 euros del Gobierno vasco ayudan, de eso no cabe duda. Si uno tiene el plan de lanzarse a la aventura de vivir bien hará en cogerlos y darlos el mejor uso posible. No son para siempre pero siempre se recordará lo que ayudaron.