Cada 11 de febrero celebramos el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha que pone el foco y toda la atención en la importancia de la presencia femenina en un ámbito que, a lo largo de la historia, ha estado marcado mayoritariamente por figuras masculinas. Hoy, al mirar hacia el futuro de la ciencia, es imperativo que todas y todos reflexionemos acerca de los desafíos que debemos enfrentar para asegurar la promoción de vocaciones científicas entre las más jóvenes.

Indudablemente, estamos inmersos en una era definida por avances tecnológicos y el creciente valor de la innovación. En este contexto, resulta fundamental abordar la persistente disparidad de género en el ámbito científico. Esto nos obliga a reconocer la importancia vital de motivar a las niñas desde una edad temprana para cultivar su interés en la ciencia. Una labor esencial.

Los datos actuales revelan una realidad desafiante. Según estadísticas recientes publicadas por Ikerbasque en su Informe sobre la Ciencia en Euskadi, el personal empleado en equivalencia a dedicación plena en actividades de I+D que son mujeres apenas llega al 35%, cifra que no difiere significativamente en el contexto del Estado. Además, el informe arroja otros datos significativos como que esta cifra no ha variado apenas un 1% en la última década, que hay menos mujeres cuanto más se asciende en la escala de reconocimiento académico y profesional, o que casi el 75% de las cátedras de los cursos pasados están ocupadas por hombres. 

Es innegable que la igualdad de género es y ha sido un tema central en la agenda social y académica durante años, pero las cifras presentadas dejan patente la necesidad de abordar esta realidad con una mayor urgencia, una prioridad claramente reflejada en los diversos planes estratégicos de todos los actores involucrados.

Nos enfrentamos a barreras sistémicas que restringen la participación femenina en campos y carreras científicas y no tengo duda de que una de las razones detrás de esta disparidad radica en la falta de visibilidad de modelos femeninos a seguir en la ciencia. 

Las niñas necesitan ver ejemplos tangibles de mujeres con carreras en campos científicos para imaginar un futuro similar para ellas mismas. Es primordial destacar y celebrar los logros, pero también la dedicación, la pasión, los esfuerzos y la resiliencia de nuestras científicas. De todas, desde pioneras en la investigación a innovadoras tecnológicas, para inspirar a las generaciones futuras, para plantar cara y desafiar estereotipos arraigados y para, juntas y juntos, construir puentes de posibilidades y de oportunidades que beneficien a las generaciones que nos siguen. Para enviar un mensaje poderoso y para decirles alto y claro a las niñas y a las jóvenes que no solo son bienvenidas en el mundo de la ciencia, sino que también pueden sobresalir y liderar en él. Que pueden romper techos de cristal porque solo ellas deberían ser las que decidan hasta dónde llegar.

Obviamente, la educación juega un papel crucial en este proceso. Porque, a pesar de que las mujeres representan una mayoría en las aulas universitarias, su presencia disminuye significativamente en las carreras de los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas)

En Euskadi, muchos agentes llevamos tiempo trabajando en ello con tenacidad y tenemos iniciativas diversas que buscan con esfuerzo y con mucho cariño cambiar esta narrativa: programas educativos que fomentan la participación activa de las niñas en experimentos científicos, mentorías específicas para mujeres en ciencia, y, por supuesto, promoción de políticas inclusivas. Ahora, por ejemplo, está en marcha Emakumeak Zientzian, iniciativa en la que 32 instituciones y organismos nos damos la mano para buscar visibilizar la actividad de las mujeres en ciencia, divulgar, romper con los roles típicamente masculinos atribuidos a las actividades científico-técnicas, y fomentar la elección de carreras científicas entre niñas y adolescentes. Todos son pasos imprescindibles y todos son pasos significativos. 

Y es que, al motivar a las niñas a interesarse por la ciencia, no solo estamos abriendo oportunidades individuales, sino también contribuyendo a un futuro más equitativo y enriquecedor para todas y todos, uno en el que la igualdad de género no sea solo una aspiración, sino una realidad. Porque la ciencia no tiene género, y es nuestro deber, el de todas y todos, asegurar que cada niña sepa que las puertas de la exploración científica están abiertas para ella.