El pasado 6 de abril un grupo de amigos fuimos a San Mamés a ver la final de la Copa, al igual que miles y miles de personas.

Nuestra sorpresa fue encontrarnos con que las supuestas pantallas gigantes eran enanas en comparación con el tamaño del estadio. Me imagino que las localidades que estuvieran en la parte baja, lograrían ver algo, pero lo cierto es que, de la mitad hacia arriba, no se distinguía ni la pelota. Nos íbamos enterando del devenir del encuentro gracias a los pocos que tenían vista de lince o seguían el partido por el móvil. Porque, para más inri, desde nuestra posición tampoco se oía correctamente la retransmisión.

En resumen, un auténtico desastre por el que pagamos, no lo olvidemos, 10 euros por persona. Creo que se trataba de un día para disfrutar y no para hacer caja y decepcionar a la afición, la verdad.

Para rematar el día, el Ayuntamiento no consideró oportuno reforzar los servicios de Bilbobus, con lo que tardamos casi dos horas en llegar a casa, viviendo en el mismo Bilbao. En resumen, que menos mal que ganó el Athletic...