UN día recibí una llamada en mi despacho como director de Deia. Era el obispo Uriarte, entonces obispo de Donostia. “Me gustaría que nos viéramos discretamente”. Y nos vimos. Una casa convento en los alrededores de Donostia fue testigo de una comida frugal. “No sé si algún día tendrá solución esto. Por eso me interesa recibir opiniones. ¿Cuál es la tuya?”. “Esto” era la abominable violencia, la sangre derramada sobre las aceras de modo casi habitual. La aplicación del código penal era indispensable para hacer justicia ante los delitos, algunos ominosos y desgarradores, pero, ¿era suficiente para eliminar las raíces? Mantengo muy vivo en la memoria el final de la conversación, a modo de conclusión: si hay demasiada gente en los montes de la intolerancia, no hay otra manera que tratar de que bajen al valle del diálogo.

Fue una conversación tranquila y franca, entre cuatro paredes desnudas, con una mesa y un par de sillas rudimentarias.

Jamás fue publicada.

Más tarde comprobé que esa conversación, como tantas, era el prólogo de un trabajo discreto e incansable en busca del fin de la violencia de ETA y de la normalización de la convivencia. Esa discreción sólo tuvo un hito que acabó haciéndose público muy a su pesar: su mediación en Suiza entre el gobierno Aznar y ETA.

Eran tiempos también de otros desmanes protagonizados por la Iglesia. Imposible olvidar que tantos de sus representantes rompieron la vida de tantas niñas y niños, hoy adultos, a través de abusos sucios e ignominosos.

Más tarde, la vida nos proporcionó ocasiones para hablar del Athletic, él desde su inquebrantable fe cristiana (la Amatxu como colaboradora necesaria en aquellos títulos) y yo como analista laico, cada vez más radical, considerando que todo fue cuestión de la furia de Goiko, el compás de piernas de De Andrés o la seda de Sarabia… y a la capacidad de arrastre de Javier Clemente, en cuyo affaire que acabó con su cese, también intervino como mediador de la casa.

Ahora que te has ido a algún sitio, Juan Mari, busca un par de sillas y una mesa y espérame. No sea que nos encontremos. Hoy tengo nuevos motivos para hablar. Antes he explicado sobre qué. Esta vez preguntando yo. Eso sí, no tengas demasiada prisa para vernos. Seguro que me entiendes. Agur eta ongi izan.

Director General de Grupo Noticias