Jon Morcillo (Zornotza, 15-IX-1998), cerca de su mejor versión en la recta final del curso en la Liga Hypermotion, volvió a reivindicarse en El Plantío con un doblete que dio un punto al Amorebieta, capaz de reaccionar a un 2-0 en contra para no irse de vacío de un campo en el que ningún rival ha podido ganar esta temporada. Este domingo será el Eibar en Ipurua el contrincante de los azules, que asoman a cuatro puntos de la permanencia a pesar de haber perdido solo uno de sus siete últimos partidos. “Veo al equipo bien y con confianza”, advierte a DEIA el extremo vizcaino.

De cara a las cinco últimas jornadas, Morcillo espera “mantener el nivel” sin arrepentirse en ningún momento de la decisión que tomó en el verano de 2023 de salir cedido al Amorebieta desde el Athletic. Vinculado al club de Ibaigane hasta el próximo 30 de junio y con la opción de que la entidad bilbaina pueda prorrogar unilateralmente su contrato hasta el 15 de mayo en caso de estimarlo oportuno, el zornotzarra admite desconocer su futuro mientras trata de alcanzar la ansiada permanencia con el Amorebieta.

Otro partido de máxima trascendencia el domingo en Ipurua. No debe ser fácil afrontar algo parecido a una final cada fin de semana.

—Llevamos así mucho tiempo. Nos metimos en un agujero y cuando estás tan mal y ganas es muy bonito, pero es cierto que tener una final cada semana no es fácil, porque así tenemos que afrontar cada partido. Aun así, veo al equipo bien y con confianza. Antes nos metían un gol y nos hundíamos, pero ahora siempre damos guerra hasta el final. La pasada semana conseguimos empatar en Burgos y ahora viene otro partido difícil, pero lo vamos a pelear.

¿Cómo de importante es la preparación mental en una situación en la que la amenaza del descenso acecha y el final de temporada se acerca?

—Hay que guiarse por el día a día. Si estás continuamente pensando en que tienes que hacer un buen partido y ganar, al final te echas piedras a la mochila y es peor. Tienes que mentalizarte de que tienes que ganar, pero desde el trabajo del día a día. En ese sentido el equipo entrena a muerte a diario y tener buenas sensaciones entrenando hace que puedas ir más confiado al partido. Yo, al menos, tiro por ahí.

La labor del míster en el día a día estará siendo importante también para poder mantener esa activación a nivel colectivo.

—Sí, está claro. Debemos quitarnos presión a nosotros mismos. Todo el mundo sabe la situación en la que estamos y que los equipos de abajo están ganando, mientras que a los de arriba les está costando. En Segunda División siempre pasa lo mismo, porque nadie quiere perder la categoría y posiblemente tire más el no descender que entrar en un play-off.

Lo cierto es que, a la vista de los resultados de cada jornada, la permanencia se va a vender cara.

—Sí, el año que estuve en el Valladolid y que conseguimos a ascender a Primera División ya vi que las cinco o seis últimas jornadas eran vitales en esta categoría. Cuando perdonas tres puntos, prácticamente no tienes tiempo para recuperarlos y creo que esta temporada tanto el ascenso como el descenso se van a decidir en la última jornada.

A pesar de lo bien que lo han hecho en los dos últimos meses de competición, vuelven a tener la salvación a cuatro puntos de distancia. ¿Genera cierta impotencia estar de nuevo tan al límite?

—Yo veo a la gente bien, motivada. Mientras se pueda, vamos a confiar, porque hemos estado en situaciones peores. Hace dos jornadas estábamos fuera del descenso y está todo muy apretado. Hay que seguir y afrontar cada partido como una final. Vamos a ir a Eibar a morir.

Si algo han demostrado desde luego en los peores momentos del curso, cuando llegaron a estar a diez puntos de la permanencia, es que no están dispuestos a rendirse. Tirar la toalla no es una opción.

—Como dices llegamos a estar a diez puntos y peor que en esa situación no vamos a volver a estar. El equipo está más vivo que nunca y espero que nadie nos dé por muertos, porque vamos a dar guerra hasta el final.

¿Con qué sensaciones encaran la exigente visita al Eibar? Ya dice que van a ir a morir.

—Sabemos que vamos a casa de un equipo que hasta hace nada iba segundo empatado casi con el líder. Tienen grandísimos jugadores con mucha calidad y en Ipurua son muy fuertes, pero miedo ninguno. Sabemos a lo que vamos y lo que tenemos que hacer, así que intentaremos hacer todo lo posible para poder ganar con respeto hacia el rival, pero sin miedo.

Va a tener en el banquillo rival a Joseba Etxeberria. Hizo diez goles con él en el Bilbao Athletic.

—Coincidí también con él en el Basconia, me dio cariño y confianza y le deseo lo mejor tanto en lo profesional, como a nivel personal. Menos este fin de semana, claro.

¿Cómo pueden hacer daño a este Eibar?

—Ganando duelos, ahí puede estar la clave. Después, intentar no encajar para tratar de generar ocasiones de gol a partir de ahí, porque si vas 0-0 hasta el último minuto puedes ganar, como nos ha pasado en varias ocasiones.

El que hizo daño al Burgos la pasada semana en El Plantío fue usted. Dos goles en apenas tres minutos y ambos de bella factura. El primero fue a portería vacía, pero desde una posición muy escorada y lejana.

—Fue tras un córner que defendimos y yo estuve atento para salir a la contra. Vi que Álvaro me vio y le dio mal al balón, pero según iba en el aire veía la rosca que llevaba, que tanto el campo como el balón estaban mojados y tenía el presentimiento de que el portero iba a fallar en la salida. Cuando falló, ya estaba. Disparé por instinto.

El segundo fue una magnífica vaselina.

—Según la dejó Unzueta de cara vi que si Erik me la daba de primeras me plantaba solo delante del portero. Me la dio, pero el lateral que tenía enfrente era muy rápido y con mi control no me dio tiempo como para meterme en su carrera. Me fui esquinando y cuando vi que el portero estaba ahí, pensé en picarla. Lo hice y la verdad es que me salió perfecta la vaselina.

¿Siente que volvió a reivindicarse?

—Bueno, la verdad es que no empecé muy bien la temporada. Llegaba de lesión y con dudas. La clavícula me molestaba todavía, estaba mal y me costó ponerme en forma, además de coger confianza en los duelos y en los choques. No tuve un buen comienzo y el equipo también perdía habiendo muchos cambios en cada jornada. Ahora, desde hace unas jornadas, parece que me he reencontrado. Estoy bien, con confianza, a gusto en el campo y creo que ahora se está viendo al Morcillo que quizás todos esperaban. Espero que en las cinco jornadas que quedan hasta el final pueda seguir al nivel que estoy ahora.

¿Acertó con la decisión de salir cedido del Athletic al Amorebieta?

—Sí, nunca te puedes arrepentir de una decisión que sientes. Pueden ir bien o mal las cosas, pero en el momento que tomé esa decisión tenía claro que quería venir aquí y no me arrepiento. Estoy defendiendo a mi pueblo y a la afición que quiero, porque al final son familiares y amigos. No hay nada que me genere más orgullo que intentar conseguir la salvación con el equipo de mi pueblo, así que para nada me arrepiento.

¿Qué mensaje transmite a los aficionados?

—No han dejado de confiar en ningún momento. Cuando las cosas han ido muy mal han seguido con nosotros, el otro día se trasladaron hasta Burgos, también a Alcorcón y los tenemos cerca siempre. Les pediría que sigan apoyándonos, porque todo puede pasar.

Respecto a su futuro, el Athletic tiene hasta el 15 de mayo para prolongar unilateralmente su contrato, que vence el 30 de junio. ¿Le han comunicado algo desde Bilbao?

—Ahora estoy bastante olvidado de ese tema. Lo que tengo que hacer seguir haciendo las cosas como las estoy haciendo, centrarme en mí y en intentar ganar al Eibar. Lo que tenga que venir, que venga. No sé lo que va a pasar con el Athletic. Ya dije que hasta hace poco no había hecho méritos para que me renovasen o para volver a estar allí y el Athletic está haciendo un grandísimo año, además de tener jugadores en banda que son unas bombas. Encima ha habido fichajes para el año que viene, por lo que obviamente sé lo que hay, pero tengo que seguir haciendo mi trabajo.

Llegará Álvaro Djaló, pero se liberarán fichas en ataque con las salidas de Iker Muniain y Raúl García. ¿Piensa que por ahí podría tener una oportunidad?

—Huecos se libran, pero no tengo que pensar en esas cosas. Que sea lo que sea.

Cedido en el Amorebieta, no pudo disfrutar de la gabarra subido en ella pese a pertenecer al Athletic. ¿Cómo vivió el histórico día de la celebración?

—Entrené por la mañana y cuando salí varios amigos que estaban ya en Bilbao me dijeron que era una locura y que no había sitio para nada. Entonces, hablé con el Athletic, porque sabía que había un barco con los familiares de los jugadores que iba a ir por detrás de la gabarra cerquita y me subí ahí. Pude por tanto recorrer la ría y ver la gabarra en primera línea. Fue algo.