Ander Pacheco (Aramaio, 6 de diciembre de 1995) se ha reinventado en el Barakaldo, al que llegó el pasado verano procedente del Bergantiños, y el sábado regresa a Urbieta para enfrentarse en el derbi al Gernika, “donde he vivido hasta la fecha los tres mejores años de mi carrera”, subraya este extremo licenciado en Magisterio que ejerce “como refuerzo en euskera” en Primaria.

Restan diez jornadas para el cierre de la liga regular y mantienen el pulso con el Bilbao Athletic por el liderato. ¿Creen que pueden alcanzar al filial rojiblanco?

—Sí, por supuesto que sí. Todo el vestuario cree que somos capaces de alcanzarles. Está claro que ellos fallan poco, pero sabemos qué tenemos que hacer. Mientras que podamos alcanzarles, toca seguir mordiendo desde abajo y esperar a que pinchen y que nosotros no lo hagamos, claro.

¿Les vale con mantener esa desventaja de seis puntos antes del partido directo en Lasesarre?

—No, ojalá lleguemos con los menos posibles, con la mínima ventaja. Y si es posible con tres, que sea una final y que nos las juguemos aquí, aunque luego queden más partidos, algunos muy jodidos.

¿Cuál es la fórmula de este Barakaldo?

—Tengo dos cosas claras. El buen ambiente que hay en el vestuario, sin ninguna duda, hace que sea una de las claves de que el equipo esté ahí arriba. Y luego, la competencia sana que hay en cada posición. Somos dos por puesto más o menos y a la mínima que uno afloja, viene el otro con todas las ganas del mundo y eso hace que haya un nivel brutal.

O sea, les aprietan las gomas.

—Sí, así es. Creo que eso es bueno para el equipo, para estar ahí arriba.

Hemos hecho mención del encuentro frente al Bilbao Athletic en Lasesarre, pero en medio les llegan otros exámenes, el primero el del sábado en el derbi de Urbieta, que será muy especial para usted porque ejerció tres temporadas en el Gernika.

—Sí, sí. Para empezar, es un partido muy difícil, porque en Urbieta, bueno en todos los campos, suele ser complicado ganar. Es muy especial para mí porque de mi carrera los tres mejores años han sido en el Gernika, tanto en lo personal como en lo colectivo. Conseguimos ascender, mantenernos, debutar en Copa... cosas que son para el recuerdo.

¿Qué huella le ha dejado?

—Muchos amigos, no solo gente de vestuario, sino de Gernika, del pueblo mismo. Me acuerdo que era una familia también, un vestuario muy acogedor, que esos vestuarios siempre triunfan.

¿Y si marca?

—No lo celebraré, seguro.

¿Por qué?

—Porque le tengo mucho cariño. Fueron los tres mejores años de mi carrera por ahora como futbolista y lo tengo clarísimo.

¿Aunque sea el 0-1 y de penalti en el último minuto?

—Da igual, no lo celebraría.

¿Dónde cree que estará la clave del derbi?

—Va a ser un partido difícil, rocoso... el mítico en hierba artificial. El que mejor compita tendrá más papeletas para llevarse el partido.

El pasado domingo ante la Real Sociedad C volvió a marcar. ¿Está en su mejor versión del curso?

—Diría que sí. Es verdad que al principio me costó, estuve un mes también parado por una pequeña lesión que me limitaba y tuve que parar. Y creo que ahora estoy cogiendo la confianza que necesito para ser el Pacheco, por ejemplo, del Gernika.

¿Le obsesiona al gol?

—No. Creo que es importante y es necesario para mi confianza, pero no es algo que me obsesione en estos momentos de mi carrera. Igual al principio sí me obsesionaba más, pero ahora lo llevo mejor.

¿Y cuando falla una ocasión de esas clamorosas?

—Le doy muchas vueltas, aunque juegue bien también. Yo voy a la cama y el partido está en la cabeza. Se duerme, pero no desconectas.

¿Cómo se define?

—Como un jugador rápido que le gusta buscar los espacios y esos desmarques de ruptura. Me definiría algo así.

No es un fijo para Imanol de la Sota, su entrenador, y se lo tiene que currar. ¿Cómo lo gestiona?

—Con los años hace que esa situación la lleves mejor. Yo, en mi caso, sé aportar desde el banquillo sin estar convocado y cuando toque jugar… Cuando tenía 20 años, siempre querías jugar y había algún enfado cuando no jugabas. Es verdad que hasta ahora he tenido la suerte de poder jugar en casi todos los equipos medio fijo, medio titular. (Endika) Buján está a un nivel también brutal y es una gozada verle. Le intento ayudar desde fuera y él igualmente cuando a mí me toca jugar.

En el Gernika sacó su mejor versión y no fue así el año pasado en el Bergantiños ¿A qué se debió?

—El fútbol da mil vueltas, un año estás abajo, otro estás arriba. Fui a probar esa experiencia y personalmente viví muy a gusto. Futbolísticamente fue un desastre. Cuando el equipo no funciona, entras en ese bucle de que no sale nada y no había manera de ganar. El grupo me pareció duro, de mucho nivel, diría que parecido a este.

Ha jugado en el Eibar juvenil, en el Aretxabaleta, Beasain, Amorebieta, Sestao River, Gernika y actualmente en el Barakaldo. ¿A sus 28 años tiene alguna espina clavada?

—Quizá en el Amorebieta pude hacer las cosas mejor y poder tener algunos minutos más en Segunda B. Pero no me arrepiento de nada.

¿Hace autocrítica?

—Intento mejorar en lo que más fallo. Quizá antes era un jugador que de espaldas me costaba más y perdía balones, intento mejorar eso, que creo lo he hecho.

¿Ha dado un salto adelante?

—Sí, pero no solo aquí, sino que también en el Gernika creo que esas cosas iban mejorando.

Se lo pregunto por estar en un club donde la exigencia es mayor, el objetivo es el ascenso.

—Tienes esa pequeña presión de hacer las cosas bien porque vienen aquí dos mil personas a verte y es un reto motivante.

Ha vivido dos ascensos, con el Aretxabaleta y el Gernika, y dicen que no hay dos sin tres. ¿Se ve en Primera RFEF?

—Sí, por supuesto, viendo el vestuario que hay, la afición que tenemos y cómo vienen aquí a animar todos los domingos, sí lo veo.