EN una sociedad cada vez más global en el modo en que percibe la realidad, adquiere una importancia cada vez mayor atender a sus mensajes por las implicaciones que pueden tener para la estabilidad de las instituciones democráticas. Más allá de los mensajes más obvios sobre el posicionamiento de la ciudadanía vasca ante momentos socioeconómicos y políticos o la valoración de los representantes públicos, los datos que arroja el último Sociómetro permiten lecturas que deben ser tenidas en cuenta. La sociedad vasca sigue sintiéndose centrada y progresista, huye de extremismos y valora la estabilidad. Tiene un grado de confianza superior en sus propias instituciones –entre el 72 y el 78%–, las que de un modo más cercano evalúa en su quehacer diario, y desconfía de la banca y los partidos políticos, atendiendo a las corrientes de opinión que se construyen y distribuyen con más insistencia. Sin embargo, cuestionados sobre la situación personal y la del conjunto del país, los vascos las valoran con un 6,9 y un 6, respectivamente, sobre diez. Es decir, la sociedad vasca tiene una percepción positiva de bienestar en su experiencia personal incluso superior a la que marca la corriente de opinión pública dominante. Curiosamente, los actores principales que configuran este escenario en democracia son los gestores y los partidos políticos y la desconfianza o desafección sobre ellos es alta, con casi dos de cada tres personas encuestadas que manifiestan poco o ningún interés por la política. La única posición sólida al respecto es la del lehendakari Urkullu, que repite con la nota más alta de los políticos vascos (5,7) desde el conocimiento masivo de un 96% de la población y una aprobación del 70%; tras él, solo aprueba Maddalen Iriarte (5,5) aupada por los más afines pero con la mitad de conocimiento (46%) y aprobada por solo un 33%. Este distanciamiento de la política y los políticos, pese a que se valora tan positivamente –notables altos– a sus instituciones y el escenario que genera su gestión, incide en la necesidad de medir los mensajes del debate público, su intención y efectos. La polarización, la generación de estados de ánimo en beneficio partidista, son factores que instrumentalizan el modelo democrático y alejan de él a la ciudadanía. La desafección que alimenta esa estrategia puede ser muy peligrosa. l