Dios, en el más allá, te verá sin boina. El alma es muy difícil de explicar, pero te imagino pintando nubes con Caperucitas sin lobos, duendes y hadas. Tu mundo de colores se difundirá en rayos de luz verde. Esos rayos que no ven más que los locos con fantasía de fiebre. Tu mirada de hombre humilde llenaba de luz pálida tu entorno, porque tú, de pocas palabras, solo eras voz en los labios de tu mujer, Mari Luz, Argitxu, como le llamaba Jorge Oteiza. Me gusta pensar que ya no necesitas intérprete. Siempre has sido fuerte, como los robles que rodean tu caserío.

Dentro de tus cuadros nos has dejado el silencio doloroso de la libertad. Esta noche he roto todas las cadenas que unían a los obreros de la huelga de Bandas. He abierto las rejas de tus cuadros para que respiren la libertad que sientes en el aire de tu espíritu. Agustín, el ser periodista tiene el inconveniente de que quiero hacer un articulo redondo y lo importante eres tú. Rompiste los barrotes de la cárcel y, para olvidar que estabas prisionero, hacías esculturas con migas de pan. Y no tienes rejas.

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La capilla ardiente de Agustín Ibarrola en Bilbao, en imágenes Oskar M. Bernal

Intento buscar en los numerosos artículos que he escrito de ti, unas líneas coherentes y bellas, pero son como renglones torcidos que ahora no consigo ponerlos derechos, porque escribo con los ojos de lágrimas. Las letras van donde quieren y soy incapaz de ser un buen pastor, para que sepan decirte lo que yo no sé.

Te has ido con las miles de hojas que han caído en torno al Bosque de Oma. El otoño, la estación más bonita del año, te ha llevado con el susurro del viento del amanecer. Tú, un leñador del bosque, te has transformado en los colores ocres y siena, amarillos y rojos que se hacen dorados al atardecer. ¡Por qué se morirán los artistas!, pienso mientras la orfandad me hace daño.

Quisiera tener una castaña mágica que cumple todos los deseos, como el mago de Aladino. Mi petición es inmensa y pequeña. Que seas feliz, que disfrutes encontrando a tus amigos, pintores y escultores, para que juntos hagáis una exposición, tan grande como el firmamento entero. Una muestra única en el más allá. Tagore y Wagner pondrán versos y música; Liszt y Chopin, en un teclado de nubes, recogerán el sonido del otoño, exclusivamente para ti.

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Agustín, decimos los que sentimos cuando no hay tiempo, aunque es misterioso pensar que ahora me oyes. He conseguido dibujar una sonrisa acompañada de los espíritus luminosos que nos esperan. Escucho a lo lejos a Mari Luz : “Agustín, te olvidaste la txapela”. Algún angelote la ha cogido de sus manos para ponértela. Hasta en el otro mundo quieres esconderte bajo el tejado de una boina.

Hasta siempre, amigo.