Qué queda cuando despojas a una canción de lo accesible y la reduces a lo elemental? En el caso de U2 el resultado es Songs of Surrender (Universal), un disco doble en el que el veterano cuarteto irlandés “reimagina” 40 de sus temas, entre ellos clásicos como With or Without You, Where The Streets Have no Name o Beautiful Day, en grabaciones totalmente nuevas y en un formato lírico e íntimo, semi acústico, con pianos y teclados victoriosos en su duelo con la electricidad de las guitarras. Esa nueva visión de los clásicos, en un tono domesticado y sin la urgencia original, coincide con el trabajo de varios artistas visuales sobre la obra del cuarteto y con un documental compartido con David Letterman.

¿Cuándo dejó de molar U2? ¿Y cuándo se secó la capacidad creativa de Bono y The Edge? En el primer caso, la mayoría defiende que cuando el vocalista, ya al frente de la banda de rock más grande del planeta, quiso arreglar el mundo y alternó los escenarios con los despachos de presidentes y primeros ministros; en el segundo, después de grabar su obra maestra, Atchung Baby, y si me apuras, los posteriores Zooropa y All That You Can´t Leave Behind. Alejados de la inspiración juvenil que evidencian sus últimos discos y siguiendo el modelo de otros artistas como Costello y Echo and The Bunnymen, han optado por echar la vista atrás y revisar su obra en este rescate ‘desenchufado’ de hasta 40 de sus canciones en el formato de lujo, 16 en el de doble CD.

El tratamiento de shock se inició con la pandemia y aunque cada uno de los miembros del grupo rescata diez canciones, es The Edge su máximo instigador. “La mayor parte de nuestro trabajo fue escrito y grabado cuando éramos jóvenes. Pensamos que sería divertido una aproximación desde la intimidad, que podríamos considerar como el nuevo punk rock”, justificaba The Edge en una carta enviada a los fans.

El “experimento”, rápidamente convertido en “una obsesión personal” del guitarrista, le facilitó el viaje en el tiempo. “Teníamos curiosidad por saber cómo sería traer nuestras primeras canciones a la actualidad, y darles el beneficio, o no, de una reimaginación propia del siglo XXI”, apostilló.

De entrada, este tipo de operaciones no suelen salir bien porque todos solemos asociar los himnos de nuestros músicos favoritos a situaciones vividas con una intensidad emocional irrefrenable en momentos personales clave. Y no nos gustan que no las cambien. Cuesta disfrutar de una velada con un amigo o pareja que no ves hace décadas; ya no somos los mismos, ni ellos, ni nosotros, ni interna, ni externamente. Pues eso, que cuesta disfrutar —en la mayoría ni se logra— de canciones que nos acompañaron en nuestra juventud y ahora, en la madurez, la nuestra y la de irlandeses, se presentan con nuevos ropajes.

Desenchufado

Publicado este viernes pasado, en el que el mundo celebra el Día de San Patricio, la fiesta nacional irlandesa, cuesta rendirse a Songs of Surrender, hasta 40 canciones, según el formato, que suenan, en general, desangeladas, domesticadas, sin la urgencia y la electricidad post–punk de su primera época y los experimentos postmodernos y bailables posteriores. En lo que sí han acertado es uniformizar —para mal—el sonido de varias etapas creativas del grupo.

En general, la electricidad de las guitarras dejan paso a pianos y teclados, lo que nos hace añorar la urgencia de temas adolescentes como Out of Control o Stories for Boys, aquellas joyas que Bono asocia en su autobiografía como “el fin de la inocencia”. No hay ni rastro de la experimentación y distorsión de The Fly o los riffs de Beautiful Day o ese Where The Streets Have no Name que tocaron en Live Aid en un “momento clave”, según escribe el vocalista, al pensar que “el pop puede ser una ayuda práctica para el mundo”.

El repertorio, que obvia su segundo disco, October, y rescata rarezas como Dirty Day (Zooropa) y If God Will Send His Angels, del denostado Pop, suena desangelado, con profusión de baladas, su faceta rock desactivada y excesiva presencia de temas recientes, como The Miracle (of Joey Ramone), sin rastro alguno de aquel arrebato melódico y pop de la original, ahora sustentado en un ritmo que se escora hacia el hip hop. En este y otros casos, el dolor de la escucha se mitiga leyendo a Bono, que cuerda su pasión por Ramones, con aquella “sencillez” que hacía que “hasta yo pudiera interpretar sus canciones sin saber tocar la guitarra”.

Songs of Surrender, que se sustenta en su tono calmo y baladístico y en la voz de Bono, a veces demasiado autoindulgente, tiene algunos aciertos como el tono rockero de Vertigo, a pesar de sus guitarras acústicas y los arreglos de violín, el mantenimiento del tono gospel de One —“el amor es un templo”— o la épica de Pride (in the Name of Love)… En algunos casos, algunas letras llegan a aparecer renovadas, como en Walk On, ahora con un clarísimo guiño a la invasión rusa de Ucrania: “esto no es un telón, es el mayor acto de todos, levántate por la libertad, camina, lo que tienes no te lo pueden robar”, canta Bono. A no ser que te robes a ti mismo, claro. Songs of Surrender no es un atentado artístico como el reciente del Ecce Homo… pero a veces se le acerca.