El público vasco es espléndido. Vi la victoria en Luz Ardiden de Laiseka. Ese fervor de la afición vasca es único. Es un gran orgullo para nosotros estar aquí. El ciclismo es un vector de emociones. Vamos a estar aquí en el 120 aniversario del Tour”, aseguró Christian Prudhomme, director del Tour de Francia, en la presentación de la Grand Départ de Euskadi.

A Prudhomme le gusta decir que para que la carrera francesa elija una ciudad como salida del Tour no solo cuenta el dinero, que son muchos los factores que se precisan para acoger a la Grande Boucle y que el dinero no suele ser el que manda.

“Estaremos ante uno de los mejores públicos del mundo”, dijo. Prudhomme antepone el romanticismo, la pasión, la afición, la historia de la propia carrera, los héroes, mitos y leyendas. En ese discurso entiende que el público, la afición entusiasta que se asoma a ver el paso de los ciclistas, es un asunto capital que determina, en buena medida, que el Tour se decante por una u otra candidatura.

El poder del dinero

El Tour de Francia, al igual que la Vuelta, pertenece a ASO (Amaury Sport Organisation), una empresa que también es propietaria del Rally Dakar, además de que la matriz, Amaury, sostiene al diario L’Equipe, la Biblia francesa del deporte.

ASO busca la expansión de su negocio más allá de las competiciones con gran tradición ciclista como la París-Niza, el Dauphiné o clásicas como la París-Roubaix y la Lieja-Bastoña-Lieja, entre otras carreras que organiza.

No hay desierto que frene a la empresa francesa. De hecho, la Titant Desert, una carrera con bicis de montaña, también es una de sus apuestas. La compañía gala está presente en el Saudi Tour, que se corre estos días en el desierto. El público no le importa demasiado. Manda el dinero. El ciclismo es un acto contracultural, un movimiento surrealista en esos paisajes.

En medio de la nada

En medio de uno de los ecosistemas más hostiles que se conocen, el ciclismo desembarca sobre el mar de petróleo, que es el único señuelo que valida una aventura sin sentido. Solo el dinero le otorga lógica a un viaje lisérgico, fuera de cualquier cauce racional. El ciclismo hace tiempo que hizo su reverencia.

La genuflexión al lujo y al capricho árabe para subsistir y abrir mercados. El alegato de Prudhomme es papel mojado en el Saudi Tour. No tiene vigencia ni validez. No hay público, así que no interesa su entusiasmo, su energía, su pasión y esos lugares comunes que sirven para enardecer a las masas. En el Saudi Tour hay algo más importante, cantidades ingentes de dinero.

Derroche y lujo

La ceremonia inaugural de la prueba, en la que se presentaron los equipos que compiten, minimizó cualquier puesta en escena de las mejores carreras del mundo. El pedigrí no alcanza. Ni el Tour, ni el Giro, ni la Vuelta invierten tanto. Todo palidece ante el poder del dinero, el derroche y la ostentación. El domingo, adormecido ya el sol, con la complicidad de la noche, se iluminó el Saudi Tour.

Los juegos de luces, las actuaciones artísticas, acrobáticas y musicales o las proyecciones luminosas con el fondo de la Roca del Elefante, –un capricho de la naturaleza como fondo sobre un escenario levantado de la nada en la arena del desierto– evidenciaron el poder financiero de la carrera. En realidad todo responde al capricho de los jeques y al blanqueo del anfitrión. El ciclismo es la excusa. La competición, una anécdota ante la nula respuesta del público.

Imagen de la fuga del día, donde estuvo Peio Goikoetxea, del Euskaltel-Euskadi. Saudi Tour / Charly López

Escapada de Peio Goikoetxea

Cuando Dylan Groenewegen venció al esprint la jornada inaugural se contaban más personas en el propio pelotón que entre el público, apenas visible algunos despistados que se asomaron ante esa rareza. La etapa comenzó al lado del aeropuerto AlUla. La caravana la abrieron los ciclistas de la selección de Arabia Saudí. Qué menos que un detalle con los señores del dinero. Después se generó una fuga donde estuvo presente Peio Goikoetxea, del Euskaltel-Euskadi.

Una llegada vacía

El de Ermua completó su tarea sin mácula a pesar de rodar por carreteras en malas condiciones. Extinguida la escapada, se arremolinó el esprint, en el que Groenewegen demostró su punta de velocidad. Lo celebró con los suyos ante la nimia presencia de aficionados. “Esta es una carrera muy importante para nosotros, con AlUla en el maillot, así que hemos hecho que nuestro patrocinador se sienta orgulloso”, expresó el vencedor. En Arabia Saudí el público es lo de menos. Se festeja la riqueza. Enséñame el dinero.