Uno de los principios en los que se basa la hoja de ruta para gestionar los residuos de aquí a 2030 es el de autosuficiencia. Es decir, Bizkaia tiene que ser capaz de tratar la totalidad de sus basuras de competencia local. Para ello, y aunque actualmente el territorio dispone de las infraestructuras suficientes para ello, las diferentes instalaciones deberán adecuarse para poder tratar la cantidad de residuos prevista en ese horizonte. Entre otras, se ampliará la planta de tratamiento de envases de Zornotza y se tendrá que construir una nueva infraestructura para recibir el residuo orgánico, que aumentará en estos próximos años. No se plantea, sin embargo, una segunda línea en Zabalgarbi, que de hecho pasará a recibir menos basura de la fracción resto.

Para esta última fracción, en Bizkaia existen actualmente seis plantas de transferencia –donde se compacta la basura evitando que todos los camiones tengan que llegar hasta Artigas–, que serán suficientes en el futuro. Al separarse más las diferentes fracciones, la planta TMB debería recibir en teoría cada vez menos residuos, pero, toda vez que se priorizará la recuperación material sobre la energética, pasará a funcionar al máximo de su capacidad: 180.000 toneladas anuales, incrementando la recuperación de materiales hasta el 6% en 2030. Para ello se desarrollarán mejoras tecnológicas y una nueva línea para separar el vidrio.

Respecto a Zabalgarbi, su función pasará a un segundo plano: la valorización energética se aplicará cuando no sea posible la reutilización, el reciclaje o la valorización material. De hecho, de las 200.492 toneladas que trata actualmente, en 2030 está previsto que apenas supere las 85.000. Eso sí, pasará a recibir otros flujos de difícil recuperación material –como rechazos de plantas o residuos asimilables a los residuos municipales–, pudiendo centrarse en una valorización energética a partir de una materia prima más acorde, que a su vez evitaría el depósito en vertedero.

El plan también recoge la construcción de la planta para producir etanol y metanol para usar en industria o reactivos para generar hidrógeno a partir del combustible sólido recuperado producido en la TMB, enmarcada en la estrategia para crear un ecosistema del hidrógeno que permita avanzar en la descarbonización de los sectores energético, industrial, residencial y de movilidad.

Nueva planta para el orgánico

Si uno de los grandes retos es incrementar el residuo orgánico que se separa en los hogares, contar con las infraestructuras necesarias para poder tratarlo se vislumbra imprescindible. La planta de compostaje y las tres miniplantas comarcales que existen actualmente no serán suficientes para absorber las 59.050 toneladas previstas en 2030, un déficit que será más acusado en las áreas metropolitanas, que son más que tienen un mayor potencial de crecimiento. Por ello, resulta “imprescindible” la construcción de una nueva infraestructura de compostaje para el tratamiento del residuo orgánico, que se propone instalar lo más próxima posible a su lugar de generación, para evitar tener que trasladarlo. Para esta fracción, además, se construirá una nueva planta para generar biogás a partir de lo depositado en el contenedor marrón –con capacidad para 35.000 toneladas en 2025 y 50.000 en 2030–, además de ayudas para impulsar el autocompostaje doméstico o comunitario en zonas rurales.

También será necesario dar una respuesta al aumento de la fracción de envases ligeros, ampliando la capacidad de Bizkaiko Zabor Berziklategia, situada en el polígono Zubieta de Zornotza, en ese mismo entorno. Con una capacidad de 23.000 toneladas, y siendo la única infraestructura para tratar estos residuos, resulta insuficiente si se quieren separar 38.000 toneladas en 2030.

El apunte

Reutilización y voluminosos. Tanto Koopera Reusing (para textil y bazar, en Mungia), como Berziklatu, en Ortuella, para voluminosos, se consideran suficientes para llegar a las previsiones de 2030. Eso sí, se sustituirán equipos y maquinarias de clasificación y tratamiento.

Garbigunes. Se estudiarán alternativas para acercar el modelo de garbigune –hay 27 fijos y 14 móviles– a la ciudadanía y para reducir los hurtos y actos vandálicos que se producen en sus instalaciones.