La derrota del sábado frente al Real Madrid en San Mamés en la puesta en largo de LaLiga ha dejado un regusto bastante amargo entre la afición. Los protagonistas, jugadores y entrenador incluidos, hicieron autocrítica tras el partido y asumieron la superioridad del conjunto merengue en un encuentro que no tuvo mucha historia y que se decantó en la primera mitad en favor de los madrileños, a quienes les bastó con jugar al trantrán para llevarse los tres puntos. Claro que lo peor no fue la derrota, sino el cómo. La sensación de apatía y de incapacidad del equipo recordó en buena medida a lo acontecido en el último tramo del curso pasado, en el que el Athletic echó al traste sus aspiraciones europeas con un pésimo final, como si no hubiera habido un verano de por medio, con su correspondiente pretemporada. Tras descansar ayer, la plantilla regresa hoy a los entrenamientos para preparar una cita que se presume exigente, como es la visita a El Sadar, convertido ahora en el derbi de los asuntos pendientes.

Sin quererlo, Osasuna se convirtió la temporada pasada en la bestia negra del Athletic. Por un lado, le dejó fuera de la final de Copa con un gol en el segundo tiempo de la prórroga del choque de vuelta de semifinales; y por otro, ocupó la séptima posición, una por encima de los rojiblancos con dos puntos más, lo que clasificó al equipo de Jagoba Arrasate para disputar la previa de la Conference League. Claro que hubo una especie de bola extra para el Athletic, concedida inicialmente por la UEFA, que apartó al conjunto rojillo de la tercera competición continental, decisión desestimada el pasado 25 de julio por el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).

Ahí se agotaron las opciones europeas del Athletic, señalado desde ciertos sectores de la afición osasunista como culpable de la sanción a Osasuna por, supuestamente, encontrarse detrás de la denuncia que derivó en la investigación abierta por la UEFA. Olvidado el asunto, el equipo navarro jugará el próximo jueves, seguramente ante el Brujas, el encuentro de ida del play-off de acceso a la fase de grupos de la Conference, un hecho que indudablemente rebajará el clima de tensión que podría haberse vivido en caso de que el TAS no le hubiera retirado la sanción a Osasuna y habrían sido los leones quienes jugaran en Europa. Un problema menos, seguramente el menor de todos, pues el Athletic está acostumbrado a jugar en El Sadar en un ambiente hostil, en el que su capitán, Iker Muniain, acostumbra a ser le objeto de las iras de parte de los hinchas locales.

Valverde y su tropa deben poner el punto de mira en lo que suceda sobre el terreno de juego. En su fútbol, básicamente, aunque sin olvidar a su rival, un equipo al que tuvo a raya en muchos minutos de los cuatro encuentros disputados entre ambos el curso pasado pero que le terminó ganando casi siempre la partida.

Los dos partidos que se celebraron en San Mamés, primero en liga y después en Copa, guardaron ciertos paralelismos. En ambos, el Athletic mereció bastante mejor fortuna, pero se tuvo que conformar con dos empates, especialmente dañino el segundo. En el campeonato de la regularidad el marcador inicial no se movió pese a los numerosos intentos de los locales por abrir la lata. La falta de acierto en los metros finales les penalizó sobremanera, un hecho que se repetiría es distintos momentos de la temporada y que es un mal que viene persiguiendo al conjunto rojiblanco en las últimas campañas. El Athletic realizó 17 remates, por tres de Osasuna, pero solo tres de ellos fueron en dirección a portería.

Peor fue en Copa. Con el pase a la final en juego, en su cuarta semifinal consecutiva, el equipo bilbaino se estrelló ante su incapacidad goleadora y el acierto que, en sus contadas llegadas, sí tuvo el equipo de Jagoba Arrasate. Cuando San Mamés parecía dar por bueno que la eliminatoria se decidiera a penaltis, Pablo Ibáñez enterró las opciones del Athletic con un gol en el minuto 116. Los leones acabaron con 23 remates, 6 de ellos entre los tres palos, y un par de clarísimas ocasiones falladas.

Al menos, por buscar un pequeño consuelo, el Athletic pudo marcar un gol, el único que logró en sus cuatro enfrentamientos ante Osasuna.

La historia de los dos encuentros jugados en El Sadar fue radicalmente distinta a los celebrados en San Mamés. En el feudo rojillo, ante una afición que apretó de lo lindo pues era mucho lo que había en juego -la de ida de semifinales de Copa y en liga ambos se jugaban el séptimo puesto-, el conjunto rojiblanco estuvo casi siempre a merced de los locales. En Copa apenas se jugó, pero Abde aprovechó un desajuste defensivo para marcar; mientras que en liga, el Athletic se vino abajo en la segunda mitad y permitió que Osasuna le ganara.