Lo importante no es el qué, sino el cómo. Dar por perdidos de antemano los puntos en juego es una aberración que según en qué ocasiones hasta resulta aceptable. Se puede discrepar con esto último porque semejante reflexión atenta contra el espíritu competitivo que debe inspirar a un equipo. Pero si hablamos de los cruces con el Real Madrid, tampoco es cuestión de cerrar los ojos y negar la evidencia: si los resultados adversos se apilan en la estadística del Athletic, no es fruto de la casualidad. Por tanto, en la valoración de lo vivido en la noche del sábado en San Mamés, lo que de verdad resulta indigesto es cuanto sucedió mientras el balón estuvo en juego, no el marcador en sí mismo, que habría que catalogar de razonable en la medida que encajaba con la previsión y hasta con la lógica.

El año pasado, sin ir más lejos, este partido también se saldó con un 0-2, pero el regusto fue bien distinto, nada que ver con el de ahora. La diferencia radicó en que entonces el Athletic fue capaz de plantarle cara a su ilustre adversario, le incomodó seriamente en diversas fases y, consecuencia de ello, dispuso de opciones para evitar una derrota que Kroos selló en el minuto 90, no transcurrida media hora como esta vez hizo Bellingham. Ah, y ese día actuaron Courtois y Benzema, ambos con aportaciones estelares.

En esta oportunidad, el Athletic estuvo muy por debajo de lo que sería deseable. Sencillamente fue una sombra del grupo aguerrido y, sobre todo, valiente que, con mayor o menor fortuna, cree en sí mismo y agota sus recursos. Esa actitud que el aficionado agradece con independencia de cuál sea el desenlace, ni asomó. Entre las causas que dieron lugar a la severa decepción ya se apuntó aquí que los síntomas que el grupo había emitido en pretemporada no invitaban al optimismo. Más bien aconsejaban prepararse para recibir un disgusto en el arranque del campeonato. Confirmado el augurio negativo, está por ver si el mismo no trasciende a lo acontecido en la jornada inaugural. La respuesta, el sábado en El Sadar.

La errónea planificación veraniega, agravada por la indisposición de una serie de jugadores afectados por lesiones o un déficit de rodaje, aspecto este demasiado extendido en la plantilla a tenor del rendimiento observado en amistosos y ante el Madrid, posee una influencia clara en el primer revés del curso. No obstante, si tales cuestiones no constituían un secreto, se entienden peor las decisiones que rodearon la visita del trasatlántico que dirige Carlo Ancelotti.

La propuesta del Real Madrid tampoco era un misterio. Tal cual se mostró en los ensayos estivales aterrizó en el césped de San Mamés. En lo fundamental, la idea del italiano consiste en cargar la mano en el centro del campo, con un dibujo en rombo donde cuatro chavales, a cada cual más poderoso en el plano físico, han sido aleccionados para currelar sin desmayo hacia atrás y hacia adelante. Tchouameni, Valverde, Bellingham y Camavinga son sus nombres, y tal es su predisposición para realizar coberturas o acompañar los avances, que obligan al rival a un despliegue muy difícil de soportar.

Para responder a este Real Madrid de enorme futuro, Valverde escogió a Vesga y Galarreta, el dúo que ha ido perfilando en pretemporada, y por delante ubicó a Unai Gómez, inédito en la élite, a quien le tocó emparejarse con Tchouameni. O sea, tres elementos para frenar e incordiar al mencionado cuarteto. Ninguno se caracteriza por su presencia física, potencia o, velocidad, ninguno posee el perfil adecuado para ir a la disputa, el cuerpo a cuerpo.

A fin de compensar la inferioridad numérica en la zona ancha, se supone que fue alineado Muniain, otro que no es ni fuerte ni rápido y que desde luego no representa el prototipo de fajador. Aspirar con una media tan blanda a equilibrar este partido concreto se antoja una temeridad. Bueno, cualquiera que siguiese el clásico suscribirá que el Real Madrid actuó con absoluta suficiencia de principio a fin, especialmente mientras lo necesitó para orientar el resultado a su favor. Al Athletic no le quedó otro remedio que recular, apretar filas y confiar en que el enemigo se equivocase más de la cuenta en el área de Simón.

Cabe afirmar que el Madrid funcionó con la convicción de que los tres puntos le pertenecían, que únicamente debería doblegar la generosidad y la solidaridad de los integrantes del Athletic, huérfanos de ambición y agresividad, resignados a mirar a Lunin con catalejos. La iniciativa, la intimidación, el control y la ausencia de riesgo a la espalda, fueron una constante inmutable en el desempeño del Madrid.

Desde muy pronto se apreció que los jugadores locales no se sentían seguros y, menos aún, confiados en alterar una dinámica de equipo pequeño, abocado a desgastarse para, en todo caso, retardar lo que tenía que llegar. El Madrid no tuvo rival y solo a raíz de la lesión de Militao, con el colchón de los dos goles y la aparente réplica nacida del ingenio de Sancet, adquirió el choque un cariz más anárquico. Así todo, los mayores apuros se registraron en el área de Simón hasta que en el 73 Sancet enganchó una volea en dirección al marco. Curioso fue asimismo que Valverde no utilizara a Villalibre o Raúl García, los más idóneos para pescar algo en zona de remate.

MILITAO SE ROMPE EL CRUZADO

  • Baja de larga duración. Éder Militao sufre una rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda tras las pruebas que se le realizaron ayer, después de que se retirase del terreno de juego en San Mamés en el minuto 50 al hacerse daño en una acción en la que intentó robar el balón a Oihan Sancet y la articulación le hizo un giro extraño. El brasileño, al igual que su compañero Thibaut Courtois estará de baja prácticamente toda la temporada.
  • Entrenamiento a puerta abierta. La primera plantilla del Athletic, que hoy tiene jornada de descanso, comenzará a preparar la visita a Osasuna mañana en Lezama en una sesión a puerta abierta que arrancará a las 10.30 horas.